Progres retrógradas

Cuando tenía unos ocho años, mi profesora de primaria llamó a mi madre preocupada: “Su hija juega demasiado con los niños” le dijo, quejándose de que me gustaba más el fútbol y correr por el patio que no hacer el corro con las niñas, y pidiéndole que me inculcara más los hábitos femeninos. Mi madre pasó de todo, pero en la escuela me siguieron insistiendo para cumplir el canon del que ellos consideraban que era ser niño o ser niña. Una insistencia que me hizo aislarme, ponerme a leer en un rincón sola, y sentirme uno bicho raro. Un sentimiento que llevé escondido dentro de mí hasta que en la adolescencia todo acabó explotando. Yo no encajaba. ¿Era una niña o era un niño? ¿Qué tenía que hacer? Opté por intentar ser más femenina. No lo conseguía y además me surgían dudas: ¿Por qué había chicas que podían demostrar su carácter y en cambio si lo hacía yo era uno machoman? El problema era mi cuerpo. Era alta y de complexión más grande que el resto de chicas, que eran más delgadas y frágiles. ¡Lo había descubierto! Era mi cuerpo el que no se adaptaba, así que caí en la anorexia. ¡Más delgada parecía más fina, más desamparada, ahora sí que era la chica que desde hace años me habían dicho que tenía que ser! Por suerte mis padres me llevaron al psicólogo y empecé a remontar. Más adelante cuando una pareja –todos nos podemos equivocar- que tuve me dijo que vestía como una lesbiana (¿?) por haber recuperado las camisetas cómodas, las converse y los texanos, yo ya había descubierto el feminismo y que el género solo es una herramienta para oprimir sobre todo a las mujeres en un estereotipo, así que no hice caso y seguí adelante a sabiendas de quién era.

Esta mala gestión que hicieron en la escuela de mi personalidad no estereotipada me marcó hasta el punto de sentirme discriminada y rechazada por no cumplir con lo que esperaba de mí la sociedad. Por eso, cuando la semana pasada vi que finalmente la ley trans no salía adelante me sentí aliviada. ¿Por qué? Porque si lo observamos con atención, qué diferencia hay entre lo que hicieron mis profesores y lo que tendrían que hacer los profesores actuales siguiendo con esta norma? El que hubieran dicho a mis padres no es que como niña tendría que ser más niña, sino que quizás era un niño atrapado en el cuerpo equivocado. Refuerzo de los estereotipos bajo la falsa idea de progresismo. Ve a saber qué podría haber pasado si mi madre hubiera pasado de todo y me hubiera dejado ser, quizás la hubieran acusado de tránsfoba, de no aceptar que su hija en realidad era un hijo. Quizás en la adolescencia, perdida, yo hubiera decidido incluso iniciar un tratamiento hormonal, por posteriormente darme cuenta de que el problema no había estado nunca mi cuerpo, sino una sociedad que es corta de miras. Y es que hay cosas que por muy progres que parezcan porque dicen apelar a la libertad, en realidad lo que son es un paso atrás. Y no estoy negando que haya personas atrapadas en un cuerpo equivocado, lo que niego es que si no cumples los estereotipos que tu género supone ya por norma signifique que eres del otro género. ¿Qué manera de no aceptarnos tal como somos es esta? ¿Podemos entender que el género se tiene que abolir?

Ahora a mi hijo, con seis años le pasa algo similar. A él le gusta pintarse las uñas de vez en cuando, es divertido llevar colores. También le gusta cantar y bailar, igual que le gusta correr y echarse por el suelo hasta romper las rodilleras. Alguien ya le ha hecho saber que llevar las uñas pintadas es de niñas, cosa que le rebato firmemente porque quiero que sea él mismo y no el que el estereotipo masculino le impone. Porque, sinceramente, creo que la solución no es decirle que si le gustan las uñas pintadas quizás en realidad es una mujer, sino explicarle que hombre y mujer tendrían que ser simplemente los nombres para definir realidades biológicas que no nos diferencien en nada más.

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