Junqueras, ¿hijo intelectual de Pujol

El gesto de buena voluntad ya ha sido hecho. Oriol Junqueras, a través de una carta-artículo en el diario de referencia del independentismo más próximo a Esquerra Republicana, ha aceptado los indultos (después de haberlos ninguneado solo hace unos meses), ha renunciado a la unilateralidad y ha reconocido que una buena de catalanes no estuvieron junto al independentismo en el 2017.

Todo parece indicar que el Gobierno de Pedro Sánchez aprobará en nada la concesión de los indultos. Sea porque se ve a venir una estrujada de Europa, o no, o sea porque lo cree oportuno para mejorar el clima político o, simplemente, porque necesita ERC en el Congreso de los Diputados.

Mientras, la derecha españolista ha usado una plataforma de Rosa Díez y Fernando Savater (apoyaron ambos a Isabel Díaz Ayuso) para convocar una concentración contra los indultos. A pesar de todo, no parece a estas alturas que esta protesta vaya a tener un gran eco.

A la vez que la derecha españolista se manifestará a Madrid contra los indultos, una medida de gracia que ratificará el jefe del Estado, Felipe VI, el independentismo próximo a Carles Puigdemont y la CUP también está usando las redes sociales para calificar a Junqueras de traidor al 1 de octubre.

Si Junts per Catalunya y los “cupaires” están convencidos de esto tienen la paella por el mango: solo tienen que hacer caer el gobierno de Pere Aragonès, quien ya se ha reunido con Sánchez brevemente aprovechando el terreno neutral de Fomento del Trabajo con el conde de Godó de anfitrión.

La carta de Junqueras sirve para que Sánchez amordace las críticas dentro de su propio partido, sobre todo de la vieja guardia, la misma que se alegró cuando José María Aznar sacó adelante el indulto a José Barrionuevo y Rafael Vera en plenas vacaciones de Navidad, cuando aprovechó la estancia en Baquèria Beret para informar del hecho a Juan Carlos I en un reservado de un bar en plena pista de esquí.

Después de los indultos, Sánchez aprovechará para hacer una crisis de gobierno y, a continuación, vendrá la reunión entre los gobiernos español y catalán. Ambas partes parecen haber aceptado darse un margen de dos años, que es el tiempo para acabar la legislatura en España y el tiempo de media legislatura en Cataluña, cuando Aragonés podría también disolver el Parlament e ir a elecciones.

Hecho y debatido, entramos en un nuevo escenario. El propio Jordi Pujol destaca que la confrontación ha sido mala tanto para Cataluña como para España y cree conveniente que en el diálogo la parte catalana no tiene que enrocarse con solo poner encima la mesa el referéndum. Quién fue presidente de la Generalitat durante 23 años y que sigue teniendo ascendencia intelectual en el mundo nacionalista, opina que el independentismo tiene que estar abierto a fórmulas que “aseguren la identidad, la capacidad de construir una sociedad justa y de facilitar la convivencia”.

Asimismo, Pujol, en el libro entrevista con Vicenç Villatoro, critica que la parte catalana solo ponga encima la mesa el referéndum y el derecho a decidir: “Son peticiones válidas, pero solo con esto la negociación es poco fácil”.

Quizás resulta ahora que los hijos intelectuales de Pujol serán los de ERC y no los de Junts, más centrados en pelearse con la CUP por quién es más radical, un partido que nunca ganarán.

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