Madrid, Madrid… Ayuso

Dice el famoso chotis: “Madrid, Madrid, Madrid, pedazo de la España en que nací…”. Y es necesario haber nacido en Madrid o, al menos, haber vivido allí un cierto tiempo para entender los movimientos políticos que se producen. El último terremoto que ha llevado a la líder del PP madrileño, Isabel Díaz Ayuso, a obtener los mejores resultados para su partido en una década debe leerse en un contexto de polarización del voto en tiempos de pandemia, pero también por el arraigo de los populares entre la ciudadanía y por el triunfo de un discurso simple, pero efectivo, que podríamos resumir con una frase de la propia Ayuso: “Las cañas son importantes”.

Anticipaban las encuestas que la presidenta madrileña renovaría su mandato, pero pocos podían predecir que lo haría con 65 escaños partiendo de 30, gracias a engullir los 26 de Ciudadanos e ir más allá. Se apuntaba que la posible, y finalmente confirmada, desaparición del grupo liderado por Edmundo Bal haría que el Partido Popular cambiase de pareja y se lanzara a los brazos de VOX, por último con 13 representantes. Pero ni siquiera eso será imprescindible, cuando las fuerzas de izquierdas juntas -24 de Más Madrid, 24 del PSOE y 10 de Unidas-Podemos- suman menos que la formación de Ayuso, otro éxito que se le puede atribuir.

¿Pero cómo puede ser que una presidenta tan cuestionada, con una gestión de gobierno y de la pandemia bastante discutible, incapaz de aprobar unos presupuestos en dos años, haya obtenido unos resultados tan óptimos?

La respuesta no es sencilla, pero seguramente se pueda explicar por la habilidad de Ayuso para nadar en aguas turbulentas explotando dos grandes bazas. Por un lado, se ha sacudido las pulgas respecto al impacto del covid-19 en la Comunidad -muertos en las residencias de ancianos, índices de contagio a menudo al frente del Estado, UCIs saturadas-, a base de señalar al Gobierno central… Y, por otro, ha sabido adjudicarse todos los méritos de un cierto sostenimiento de la economía por la apertura de los comercios más allá de lo permitido en otros lugares de España.

En esto último, la clave han sido los bares y restaurantes, pieza básica de la economía madrileña, y donde Ayuso ha encontrado un filón al que dirigirse con continuas referencias a las cañas y a la libertad para ir a los bares después del trabajo. Cuando le comentaba a un colega que en un barrio tradicionalmente de izquierdas como Vallecas se le estaba haciendo campaña a favor en los bares, me mencionaba un cartel que ha circulado por los de toda la ciudad: “Patatas a lo Ayuso, con pocas patatas y muchos huevos”.

Si además desde la izquierda se le pone puente de plata, podemos hacernos cargo de lo sucedido. El PSOE madrileño ha desarrollado una campaña errática, desde el contundente “con este Iglesias, no” hasta el “Pablo, tenemos doce días para ganar las elecciones”. Se decía que Ángel Gabilondo estaba demasiado subordinado a la dirección nacional del partido y no podía hacer lo que realmente quería. Sea lo que fuere, de los 37 escaños con que él mismo ganó las elecciones hace dos años a los 24 conseguidos en esta ocasión -un tercio menos y sorpassados por Más Madrid-, el recorrido ha dejado bastante que desear.

Susana Alonso

Capítulo aparte merece el aterrizaje de Pablo Iglesias desde la vicepresidencia del Gobierno central a encabezar la candidatura de Unidas-Podemos, y su peor resbalón de la campaña: abandonar el debate de la Cadena SER dando protagonismo a Monasterio y VOX. Los polos opuestos daban a la ausente Ayuso un cierto lugar de centralidad. Por último, pasando de 7 a 10 representantes y sin poder formar un gobierno progresista, Iglesias decidía dimitir de todos los cargos y anunciaba su retirada de la política. En un signo de lucidez del que había carecido anteriormente, el líder surgido del 15M constataba que en la votación había arrastrado a tanta o más gente en contra que a favor.

El único partido del llamado bloque de izquierdas que ha salvado la cara ha sido Más Madrid, con una candidata, Mónica García, que ha sabido darse a conocer en cuestión de semanas y elaborar un discurso lo bastante coherente, vinculado a las necesidades de buena parte de la población. Pero, como decíamos al principio, el PP está muy arraigado entre la sociedad madrileña, que en tiempos difíciles se refugia en lo que ya conoce. Se continuarán bebiendo cañas, sirviendo vinos… -según se pongan las cosas, ya hablaremos de la pandemia-, y quizás algunos al bailar no se extrañen si escuchan algún pequeño cambio en la típica canción: “Madrid, Madrid… Ayuso”. Al menos durante dos años más.

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