«La cultura que quiere el nacionalismo es una cultura vacía»

Entrevista a Jordi Corominas

Jordi Corominas | Foto: Àngel Guerrero

Periodista. Colabora en El Confidencial y Cataluña Plural. Locutor de Radio Nacional. Especialista en cultura, cronista político, y también estudioso de Barcelona y sus calles. Entre otros libros, ha escrito Lo invisible (Tres Hermanas Libros), y Barcelona 1912, el caso Enriqueta Martí (Sílex Ediciones)

 

En su artículo sobre la exclusión de Josep Pla del último Sant Jordi, citaba al escritor ampurdanés que, refiriéndose a Cataluña decía: “La confusión, la confusión permanente ¿Dónde estamos? La confusión pura y simple. La confusión sistemática. Todo es irreal y oscuro” ¿Cómo interpreta estas palabras?

Esto de Pla es de 1981, y resulta muy significativo porque aún no había llegado el Pujolismo, ni en Barcelona el Maragallismo. Se remite atrás y parece que se refiere a algo arraigado, a una cultura en la que todo es confuso. Él era muy pesimista, pero esa confusión a que se refiere tiene mucho que ver con lo que se vende de cara a la galería y lo que hay detrás. Siempre se promociona esto como “Alicia en el País de las Maravillas”, primero económico, cultural…, y en estos últimos años monopolizado por la política. El relato es muy claro para los que lo emiten y hasta hace poco parecía que era rotundo. Ahora, como todo, se está desdibujando, sí que está instalada esa confusión.

Acudiendo a referentes personales como Cambó o el Abad Escarré, poco parece que tienen de extraño las palabras de Pla…

En ello hay algo de doble moral. Pla lo tiene muy claro, pero quien lo describe casi mejor es Marsé cuando “En la oscura historia de la prima Montse”, refiriéndose a los ricos de la zona alta, viene a decir que éstos que ahora son franquistas se están preparando para ser convergentes. La idea oficial que se vende es que todos los catalanes fueron antifranquistas, pero la verdad es que en 1939 una parte de la población y sobre todo la burguesía apoyaban a Franco.

Como el centenar de alcaldes franquistas que continuaron siéndolo con Convergencia. Algo que corrobora lo que dice Pla…

Pla tiene algo de muy incómodo porque, como escribió mucho, una frase suya puede aprovecharse en interés propio. Han mitificado que fue espía de Franco…, con ánimo de demonizarle. Ahora explica, por ejemplo, Jordi Amat que, desde Destino y, más tarde, con Viçens Vives, como Pla participaba, creo que también de acuerdo con Tarradellas, de la idea de una Cataluña que podríamos denominar “británica”, una especie de conservadurismo liberal. Querían modernizar el país de verdad. Porque, al fin y al cabo, aquí en Cataluña se habla, y creo que sigue existiendo el tema de estas 300 familias. Y también hay que tener en cuenta la longevidad de Convergencia, a partir de Jordi Pujol.

¿Además de exclusión, tan propia del nacionalismo, no hay, por ejemplo, en el caso de Pla, inquina? ¿Tendría algo que ver con ello el que se atreviera a calificar a Pujol de “político ignorante”?

Se ha intentado desprestigiarle, hasta el punto de que, desde 1976, que es cuando deja Destino, hasta su muerte, se hace correr la idea de su “demencia”. Cosa que es falsa. Dice estas cosas porque ya se le va la olla, se afirmaba. Él tenía un carácter de mil demonios y provocó a Pujol, claro.

Parece que Pla, catalanista moderado, tendría que ser considerado por el nacionalismo como uno de los suyos. Más si se tiene en cuenta su destacado protagonismo en las letras catalanas ¿Por qué ocurre lo contrario?

El independentismo mata el catalanismo. Tiene el momento mítico de 1714, y en el siglo XX omite todo lo que molesta. A Cambó, por ejemplo, porque le resulta muy incómodo por corrupto, ministro de España, hombre de tejemanejes… Pero fue el fundador de la Lliga, catalanista…, que es el antepasado más próximo al Pujolismo. Esto de la exclusión debe ser muy catalán porque se omite a Ferrer i Guardia, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, Juan Marsé… Y Eduardo Mendoza o Enrique Vila Matas no parecen de la cultura que debe ser. Y hablando de 1714, no habría que, por ejemplo, tener en cuenta el éxodo de 1939, que afectó a más gente. La exclusión va por otro lado.

En cualquier caso, ¿Quién, por qué, como, se es de los «míos»? ¿Dónde está el catecismo de los «míos» y la oficina de expedición de certificados de pertenencia?

Hay una leyenda que dice que cuando murió Carles Riba, Pujol quería y sabía que el país necesitaba un poeta, pero acabó eligiendo a Salvador Espriu, que sí quedó en el imaginario. Fueron muy pesados. Ahora está desdibujado, pero fue un ejemplo de inclusión contra, por ejemplo, la exclusión de Pla.

¿La línea roja a Pla, con el sambenito del franquismo, no responde, en definitiva, como con otros muchos y por muy diversas razones, a que “no es de los nuestros”?

En la cultura actual también hay una línea roja. Personas que nos hemos posicionado de manera crítica, sin ser extremistas, contra esto somos excluidos. Lo de tapar la realidad, con un sesgo muy marcado, de “nosotros” o “ellos”. Cuando intentas establecer cauces de diálogo también te excluyen. Pujol, quizá también por las características de la época, actuó con Pla a sangre fría. Ahora, a pesar de todo, un personaje como él, sería santificado ipso facto a la hora de su muerte.

Parecería, desde una perspectiva pragmática, que una actitud menos excluyente sería más rentable para el “procesismo” ¿Quizás el demonio discriminatorio del esencialismo, propio del nacionalismo, no se lo permite?

Tratan de que su construcción sea la hegemónica y la verdadera. Se generan omisiones. Esto es como con la historia de la Cataluña contemporánea. Si se le pregunta a alguien por los anarquistas, por ejemplo, pasa lo mismo. Es como si no hubieran existido. Hay una visión cada vez más provinciana. El tema de Pla afecta algo a una contradicción, que creo yo maravillosa, de la confusión. Pla es en realidad un escritor muy excepcional porque es un moralista. Que un país pueda tener un moralista (muy de nuestra época, porque también habla de culos y esas cosas) y un señor que emite juicios sería completamente aceptable, digamos, para los convergentes, si fueran consecuentes con el criterio que han vendido. La cultura que quiere el nacionalismo es una cultura vacía, solo de símbolos. Si se interpela sobre qué pasaría si aquí se declara la independencia, nadie sabe qué responder.

¿La gran exclusión del “ellos”, de los no nacionalistas catalanes, junto a otras fallas, como la que se ha creado entre el uso del catalán o el castellano, no son sino las primeras cuentas de un larguísimo rosario de, marginaciones que, además, se metamorfosean en función del interés inmediato?

Es sorprendente, pero algo de esto lo explicó muy bien Manuel Valls. No puedo ir con los extremos, dijo. Por eso voto a Colau. Con ello, nos daba una pauta de equidistancia. Pla se contradecía y esto hoy en día parece que sea gravoso, porque, así como excluye el nacionalismo, no puede abrazar de lleno el otro lado. Se produce así una especie de incomodidad mutua, aunque si hay que decir que a Pla se le siguen dedicando congresos y bla, bla, bla. Pero, por ejemplo, a raíz del artículo, recibí un mensaje del alcalde de Palafrugell, diciéndome que me equivocaba ¿Cómo voy a equivocarme -le contesté-, si la esencia es que el 23 de abril nadie recuerda a Josep Pla? Con esto estaba dicho todo.

Se cita en su artículo a Omnium ¿Qué es Omnium, el comisariado político del procés para asuntos culturales y otros?

Omnium también se ha transformado con el tiempo. Es cierto lo de Vergés hijo cuando en su libro dice que los de Omnium eran gentes “enriquecidas en castellano con ganas de significarse en catalán”. Ahora Omnium, con la ANC, son fuerzas para-civiles que se han arrogado un poder dentro de las instituciones, sin que nadie les haya votado. El tema es muy ilustrativo, porque, por ejemplo, Cuixart se ha elevado a la categoría de santón, mientras que Pla, si destaca en algo, es por tener los pies en el suelo. Aquel realismo es ahora “realismo mágico”, muy propio de la cultura nacionalista, que vive de mensaje pueriles, muy de curas. Como lo que representa Oriol Junqueras. Con una tendencia endogámica. Y el país se está cerrando cada vez más, excluyendo. Pla decía que Cataluña tenía la virtud y el problema de que era una tierra entre Francia y España. Recibía todo y se encontraba constreñida para soltar su verdadera identidad. Pero Pla era justamente alguien que abría paso a esta identidad propia. El poder que excluye a Pla se sostiene ahora mismo por ruido, que primero molesta mucho, luego te acostumbras a él, y acabas desconectando.

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