Chile, la alegría ya viene

Las encuestas dicen que el sentimiento que predomina entre los chilenos y las chilenas que votan este fin de semana es la esperanza. El 52% de las personas que se han acercado a las urnas para elegir a los y las integrantes de la asamblea que redactará una Constitución que reemplace la heredada de la dictadura dicen que tienen esperanza.

En 1988, el jingle del NO, el que movilizó al electorado que se oponía a Augusto Pinochet en el plebiscito que decidió el fin de la dictadura, encarnó también la esperanza. En el vídeo promocional aparecían imágenes de personas sonrientes, celebraban el triunfo de manera anticipada y reivindicaban sin acritud acabar con la muerte y la violencia. La letra hablaba de construir un país más justo, un Chile para todos. “Mi patria necesita dignidad” afirmaba la canción que anunciaba llena de optimismo en su estribillo “Chile, la alegría ya viene”.

El himno fue concebido, según el sociólogo Eugenio Tironi, uno de los que estuvo detrás de su elaboración, no tanto para derrotar a la dictadura sino para combatir el miedo y el escepticismo que provocaban un efecto inmovilizador en una ciudadanía que sufría pobreza y opresión y que sentía no tener control sobre su propia vida.

La Deutsche Welle constataba esta semana en un reportaje que, 23 años después, los chilenos y las chilenas ya no confían en casi nada. Las fuerzas armadas, la Iglesia, la policía, los partidos políticos y el gobierno han caído en un descrédito total. La institución en la que más confían es en los bomberos, un cuerpo de voluntarios que pagan de su bolsillo los uniformes y las herramientas que utilizan.

Una situación que se explica porque dos décadas después, Chile es un país más desigual donde todo lo esencial se ha privatizado. La salud, la educación, las pensiones, la vivienda, se han convertido en prohibitivas para una clase trabajadora que ve cada vez menos alternativas para conseguir la vida digna de la que hablaba la canción del NO. Ya no hay cárceles clandestinas y los gobiernos se eligen de forma democrática pero la alegría no ha llegado porque el mismo plebiscito que sirvió para poner fin a la dictadura, blindó un sistema económico de carácter neoliberal que da cobertura a las injusticias sociales que se encuentran tras el estallido social que se vive desde 2019.

Chile no vota hoy sólo para tener una nueva Carta Magna, vota para tener mejores pensiones, salarios justos, acceso a una salud y una educación de calidad. En definitiva, para construir un país nuevo. El mismo país que derrumbó la dictadura con el voto, imagina un nuevo futuro con el voto.

De alguna forma vuelve a hacerse presente el Chile que espera un amanecer de justicia social que nunca llega, el que simboliza el lucero de la aurora estampado en las banderas mapuche y chilena, el que encarnó el gobierno de la Unidad Popular y el que movilizó a la ciudadanía a votar NO. A pesar que la realidad es tozuda y les decepciona una y otra vez, los chilenos y las chilenas vuelven a creer que la alegría está en algún lugar, lista para inundar un país que no pierde nunca la esperanza.

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