¿Por qué se esconde Joan Laporta?

Joan Laporta, votando en las elecciones que llevaron de nuevo a la presidencia del Barça
Joan Laporta, votando en las elecciones que llevaron de nuevo a la presidencia del Barça

La proverbial inclinación de Joan Laporta a la torpeza no ha cambiado desde que dejó, en 2010, un Barça arruinado y sin ninguna estructura aprovechable de gestión y explotación en el que, por suerte, desde hacía tres años había perdido el control absoluto del primer equipo, al que también había echado a perder a causa de sus legendarias juergas con los propios futbolistas como Ronaldinho, Deco y algunos más.

Hay, sin embargo, una diferencia en su ‘modus operandi’. Laporta ha perdido reflejos, demasiados, de modo que las consecuencias de su ineficacia se producen ahora más por causa de su inacción que por otra cosa, como se ha manifestado en la situación de Ronald Koeman, tan mal manejada que ya se ha convertido en el paradigma de esa ausencia presidencial que viene siendo una constante de la nueva dinámica del club.

Joan Laporta, cada vez menos implicado en el día a día del del club, parece haberse malacostumbrado a vivir de las rentas mediáticas después de haber ganado las elecciones gracias a esconderse y a evitar debates y preguntas. Ahora, como se aprecia, cree que los problemas del club se resolverán de la misma forma, escondiendo la cabeza bajo tierra y dejando que el tiempo los resuelva.

Como ejemplo, casi se queda fuera de juego por causa de los avales debido a su dejadez y negligencia, finalmente resuelta por los que habían de recuperar sus inversiones en la campaña electoral y buscaron avalistas debajo de las piedras y a cambio de favores que tarde o temprano saldrán a la luz.

Con Koeman es donde se le ha visto más lento y superado por los acontecimientos. El holandés no deja de ser el entrenador de Josep Maria Bartomeu y, como dijo el propio Leo Messi, “un acierto” que le devolvió las ganas de jugar y de seguir comprometido con el Barça. Koeman no deja de ser el entrenador que ha ganado la Copa del Rey y el que ha apostado por los jóvenes y desnudado a que quienes fallan en los partidos clave que son las ‘vacas sagradas’, especialmente Messi, que sigue siendo el mejor, Busquets, Alba o Piqué, pero solo hasta que se les acaban las pilas. Con Koeman, Setien, Valverde o Luis Enrique, el bucle es el mismo. No es un problema de talento sino de edad, de haber estirado hasta más allá de cualquier límite conocido jugadores que ya ganaron el primer triplete hace 13 años. El problema y la solución siguen siendo esos mismos cuatro dinosaurios, gigantes y monstruos del fútbol que al final siguen mandando en el vestuario.

Sencillamente, Laporta no sabe qué hacer con Koeman. Siente el impulso de echarlo tanto como de mantenerlo porque tampoco sabe a quién encomendarse, ni sabe cómo renovar a Messi, ni cuándo convocar una asamblea ni mucho menos cómo resolver los graves problemas financieros y económicos del club. Es un Laporta que si habla no sabe qué decir y que si calla, como ha hecho hasta ahora, ha contribuido indudablemente a generar en el vestuario una atmósfera desequilibrante y llena de dudas. Ni ha ratificado a Koeman en los momentos clave ni ha sido valiente para hacer otra cosa que esperar los resultados, ni del todo malos ni del todo buenos, sin plan alternativo, sin dinero para finiquitar a Koeman y con relevos como Xavi o Jordi Cruyff que le piden imposibles y que, en algún caso, le han sugerido que se deshaga de Messi. Para colmo, parece que, por darle un capricho a Messi, el geriátrico se ampliará con la llegada del Kun Agüero, que tampoco está para rendir al primer nivel profesional.

Si Koeman hubiera ganado la Liga, Laporta lo tendría fácil pero igualmente habría exhibido ese tono pusilánime, inhabitual en él. Curioso que perder la Liga le haya complicado la vida, precisamente porque ahora tendrá que dejar de vivir de la herencia de Bartomeu. Le toca hacer de presidente y dejar de esconderse.

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