Joan Laporta ya es el hazmerreír europeo de una Superliga que está muerta y enterrada

Nadie entiende el papel de bufón de Florentino Pérez que hace el presidente del Barça

Joan Laporta
Joan Laporta

El último invento de la Superliga, esperpéntico y anacrónico, duró solo 48 horas. Las que pasaron entre que se anunció y la retirada de nueve de los doce clubes firmantes del acuerdo, avergonzados y pidiendo perdón al fútbol y a los forofos por haber cedido a la tentación de obtener unos ingresos tanto imprevistos como atractivos, y salvadores en el momento más crítico de la economía de los clubes más poderosos del mundo.

Poderosos, sí. Arruinados, también. Una combinación terrible que, unida a la enajenación mental futbolística de Florentino Pérez y a la arrogancia de Andrea Agnelli, está arrastrando al Barça al ridículo más humillante y vergonzoso. Todavía hoy Joan Laporta continúa defendiendo sin argumentos, legitimidad ni personalidad esta Superliga que incluso Jaume Roures, avalador directo de Laporta, calificado de “proyecto muerto”.

Si la estrategia mediática del Madrid llegó al colmo de la decadencia con su presentación al Chiringuito, la nueva comunicación del Barça se estrena con un fracaso asegurado y estridente. Aunque el entorno mediático de Laporta actúa como el palmero perfecto, bien es verdad que se acaban las excusas. Si Bartomeu lo dejó encarrilado, fue Laporta quien firmó la adhesión del Barça a la Superliga, y él personalmente quién escogió obedecer el amo Florentino incondicionalmente. Le debía la lona del Bernabéu. Laporta presume de amistad con Aleksander Ceferin, el presidente de la UEFA, y con Javier Tebas, presidente de la LFP, pero esto tampoco le ha servido mucho de nada. Al contrario, el Barça, por su culpa, se ha convertido en el hazmerreír por su facilidad para la genuflexión, la hipocresía y la impotencia para adoptar una postura coherente, sólida y beneficiosa para el club.

La UEFA será implacable con los tres cabecillas de la rebelión. Real Madrid, Juventus y Barça se niegan a reconocer que no están en posición de negociar con la UEFA ni de tutearla y no admiten que han perdido la batalla y la guerra. Están solos y aislados defendiendo un castillo perdido y rendido por la tropa. Han perdido el norte.

Luis Rubiales también tenía ‘premio’ y por eso continúa callando
A todos los silencios y los erráticos y grotescos comunicados de los tres clubes caídos, se añade el de Luis Rubiales, el presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF), que tenía que ser en este caso la pieza capital para mediar en nombre de los clubes españoles con la UEFA.

La RFEF es, de hecho, miembro de peso de la UEFA. Luis Rubiales, no se ha dicho, tenía ‘premio’. La Superliga había previsto comprar la voluntad de estos pequeños caciques del fútbol local con una donación muy interesante, dinero que, evidentemente, Luis Rubiales estaba de acuerdo a aceptar bajo el pretexto de ayudar el fútbol modesto y el fútbol base. Este era uno de los ases de Florentino, tener en el saco al presidente de la Federación, uno de los enemigos públicos de Javier Tebas, con el cual el Real Madrid mantiene una guerra de fondo desde hace años.

El problema es que Rubiales ya había clavado un buen mordisco a la LFP para permitir, con el visto bueno del Consejo Superior de Deportes, que el fútbol profesional pudiera retomarse el verano pasado. Así ha estado desde entonces, mientras que el fútbol amateur, el semiprofesional y el formativo continúan arrastrando una desorganización y un caos tan grandes como no se habían vivido nunca. Últimamente, a Florentino no le queda ni el VAR.

El Real Madrid siempre ha estado en contra de la ECA
Aquí no hay angelitos. La UEFA representa el triunfo del funcionariado del fútbol contra la incapacidad de los clubes para organizarse en un frente común, serio y unido. Solo cuando la ECA, el sindicato de clubes, fue gobernada por el Bayern de Uli Hoeness y por el Barça de Sandro Rosell tanto la UEFA como la FIFA accedieron a asegurar millonariamente a los jugadores cedidos a las selecciones, así como a pagar un canon de participación, esto además de conseguir mejores premios por la Champions. El mismo pasó en el fútbol español, que consiguió aumentar en un 40% el valor de LaLiga al mercado. A Florentino Pérez, que enviaba a un vocal indocumentado a las reuniones de presidentes, lo carcomía la envidia.

La oportunidad surgió cuando a Agnelli se le pusieron en contra los clubes y Bartomeu se volvió débil, acuciado por las pérdidas. A través de Key Capital y de JP Morgan, que se tragó el anzuelo, atrajo los propietarios de clubes ingleses y organizó la Superliga, una competición selectiva, supremacista y por invitación, un circo para justificar una financiación de 6.000 millones para los clubes. Eso sí, al margen de la ley, la dictada por la poderosa organización de FIFA y UEFA con toda su gestión dictatorial y su caudillismo económico. No había detrás ningún plan de negociar por parte de Florentino, sino de imponer la Superliga. Porque imponer también es su único credo.

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