La formación liderada por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y Jéssica Albiach, En comú Podem, aprovechó el primer pleno medianamente ordinario de la semana pasada en el Parlament para volver a ofrecerse como socio de un Gobierno catalán con ERC y “las fuerzas de izquierdas”. Este mensaje que los comunes hacen llegar una y otra vez a los republicanos con la esperanza que dejen de lado JxCat, parece obviar que solo con su apoyo ERC no puede investir un presidente, y que el pacto requeriría el apoyo explícito de un PSC que no quiere saber nada de Pere Aragonès.
A la vez, Esquerra no se cansa de repetir que cualquier acercamiento a los socialistas es pura fantasía y que no se plantea ni siquiera pactar estrategias desde fuera del Gobierno. Con este panorama, parte de la cúpula de los comunes ya ha hecho llegar a Colau su malestar para estar jugando un papel que, lejos de acercar un ejecutivo de izquierdas, no hace otra cosa que evidenciar que son los únicos a quienes se les cierra la puerta constantemente pero siguen llamando para que se les deje pasar. “Corremos el riesgo de ser los pagafantas de la política catalana”, explica un dirigente de los comunes, que cree que la formación tendría que dejar de alargar la mano si no recibe ningún input positivo por parte de Esquerra y el PSC. De momento, pero, parece que los de Colau prefieren mantener la estrategia.
