El nombre de Carles Puigdemont ha aparecido vinculado en las últimas horas a Marruecos después de que medios progubernamentales de ese reino norteafricano publicaran que se va a conceder asilo político al expresidente de la Generalitat y eurodiputado y líder de Junts.
Este escenario, que algunos medios presentan como una amenaza por parte de Marruecos, emerge después de que haya trascendido el enfado marroquí porque España ha acogido al secretario general del Frente Polisario y presidente de la República Árabe Democrática Saharaui, Brahim Ghali, que se encuentra ingresado en un hospital de La Rioja.
Puigdemont, por su parte, ha aprovechado el contexto de empeoramiento de las relaciones entre España y Marruecos para meter baza con un tuit en el que ha alertado a sus «queridos amigos» de Marruecos que España «nunca cumple sus promesas». Se trata de un comentario con el que se hacía eco de una información del portal Yabiladi, según la cual Marruecos «sacrificó su relación con Cataluña para complacer a España».
De hecho, no es la primera vez que los caminos de Puigdemont y Marruecos se cruzan durante los años del procés. Hace cuatro años, a menos de cinco meses para el 1-O, Puigdemont se quedó con las ganas de visitar Rabat acompañado por el presidente de Flandes, Geert Bourgeois.
El entonces presidente catalán canceló la visita porque las autoridades locales no preveían recibirlo. El ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos, Nasser Bourita, culpó a Puigdemont del fiasco, ya que los interlocutores con los que quería reunirse el presidente catalán tenían ocupada la fecha, según dijo Bourita. También recordó a Puigdemont que hay «concertación y consulta previa» de las condiciones del encuentro para que se desarrolle con «éxito».
Neus Munté, entonces portavoz del gobierno catalán, culpó de la suspensión del viaje a supuestas presiones diplomáticas españolas que Alfonso Dastis, a la sazón titular de Exteriores, negó.
