El copríncipe episcopal se opone a la construcción de un casino en Andorra

Se niega a firmar la ley del juego que hoy publica el Boletín Oficial del Principado

Joan-Enric Vives
Joan-Enric Vives

El copríncipe episcopal de Andorra y arzobispo de la Seu d’Urgell, Joan-Enric Vives, continúa provocando fricciones con las autoridades y la mayoría social del país de los Pirineos. A pesar de las presiones de los grupos feministas y del Partido Socialdemócrata (PS), en la oposición, el arzobispo se opone con vehemencia a la demanda de regularización del derecho al aborto en la legislación del Principado, hasta el punto que amenaza de dimitir del cargo y provocar una grave crisis institucional si algún día se despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo.

Pero no solo es contrario al derecho al aborto. El copríncipe episcopal de Andorra también se ha negado a firmar la ley del juego, aprobada por el Consejo General (Parlamento) y que aparece publicada, en la versión de texto refundido, en el Boletín Oficial del Principado (BOPA) de hoy. Esta ley contempla, entre otras disposiciones, la construcción de un casino de juego en Andorra, que el Gobierno de Xavier Espot ya ha sacado a concurso y que ha adjudicado, en medio de una gran polémica por presunta corrupción.

La Constitución establece que los dos copríncipes tienen que sancionar las leyes que aprueba el Consejo General. Pero también prevé que, como pasa ahora con la ley del juego, solo sea refrendada por uno de ellos, en este caso lo ha hecho el copríncipe francés, el presidente Emmanuel Macron.

La contestación a las actuaciones del arzobispo de la Seu d’Urgell es cada vez más grande en Andorra, donde se considera que es una antigualla medieval que frena los anhelos de modernización y europeización de la sociedad. En este sentido, el líder del PS, Pere López, ha presentado una serie de preguntas parlamentarias al Gobierno de Xavier Espot donde cuestiona el papel que desarrolló el copríncipe Joan-Enric Vives en la Cumbre Iberoamericana que se celebró en Andorra la semana pasada. En concreto, critica la «sobrerrepresentación» que tuvo, muy por encima del representante del copríncipe francés, y las «injerencias políticas» de sus intervenciones públicas, que erosionaron la soberanía democrática del Consejo General.

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