Sant Jordi y unos cuantos poetas

Es casi un tópico decir que, durante esta pandemia, todos hemos leído y escrito más libros y páginas de las que acostumbrábamos a leer y escribir. Sin embargo, con la lectura y la escritura pasa lo mismo que con las vacunas: no todo el mundo las tolera, no todo el mundo es partidario de ellas y, sobre todo, no todos soportan nuestros libros y escritos.

¿Qué hace que unas personas acudan con frecuencia a las librerías, e incluso saluden al librero como si fueran amigos y, en cambio, otras pisen las librerías una o dos veces al año, por Sant Jordi y quizás en Navidad? Esta extraña desafección por las librerías es equiparable a la que mucha gente siente por la clase política: en una sociedad tan pragmática como la que nos está tocando vivir, los libros y los políticos son considerados, por una parte de nuestros socios, como objetos inútiles; sin embargo, sin unos y otros nuestra civilización, tal como la conocemos -con sus reglas, sin duda perfectibles- se habría hundido hace tiempo, volveríamos a la selva.

¿Y qué es lo que hace que, en nuestro país, y no sólo en nuestro país, la poesía -una de las formas literarias más creativas y que mejor nos pueden ayudar a descubrir nuevos monstruos- cuente con tan pocos lectores? La premio Nobel de Literatura de 2020, Louise Glück, en una de las pocas entrevistas concedidas, afirma que, para ella, la mitología griega ha sido una referencia fundamental, y que lee buscando algo nuevo que la pueda hacer mirar o pensar el mundo de una manera diferente: «en mi vida ha habido muchos días y noches sin luna, y sin embargo, la noche siguiente yo volvía a empezar, y de repente todo iba bien».

¿Qué hacemos nosotros las noches sin lunas ni mitologías: tomar pastillas?

Desde hace algún tiempo, seguramente por la influencia de poetisas como la misma Louise Glück o como la jovencísima Amanda Gorman, que recitó un largo, combativo y confiado poema el día de la toma de posesión del presidente Biden, la poesía vuelve a estar de moda en EEUU: «Y si antes nos preguntábamos ¿cómo podemos vencer la catástrofe?, ahora declaramos: ¿tal vez la catástrofe nos puede vencer?».

Hay sociedades, como la americana -la del Norte y la del Sur-, donde los poetas gozan de una especial consideración, no tanta como los futbolistas, pero sí suficiente para poder vivir con ayuda de algunas clases y conferencias aquí y allá. Un amigo colombiano me contaba hace un tiempo que, en algunos países latinoamericanos, algunos de los poetas llenaban los estadios recitando sus composiciones.

Desgraciadamente, entre nosotros y a pesar de varias iniciativas para popularizar la poesía, la actividad poética sigue siendo semisecreta. Personalmente he asistido a la celebración de un día de la Poesía en la sede de los Amigos de la Unesco donde sólo hizo acto de presencia una persona.

Si queremos ser optimistas como la poetisa Gorman, podríamos decir que esta fiesta de Sant Jordi (que, según como, más bien parece el día del Dragón) debería ser una nueva oportunidad para reconciliarnos con la poesía, para decidirnos a leer algunos versos que, si están bien escogidos, nos pueden ayudar a cambiar nuestra perspectiva vital y quién sabe si nuestro futuro.

Susana Alonso

Para mí estos versos fueron los de las Rimas de Bécquer, que me dio a leer mi madre cuando tenía doce años: aquellos versos me hicieron sentir mejor, reconfortado, como si me interpelaran desde otro mundo. Ya no he dejado de leer poesía en ningún momento de mi vida: Alberti, Machado, Cernuda, Maragall, Riba, Arderiu, Leopardi, Rilke, Dickinson, Baudelaire, Prevert, Paz, Benedetti, Mistral, Parra…, hasta completar un diccionario particular de poetas del mundo susceptibles de cambiarnos la vida.

He empezado diciendo que todos (los que hemos podido) hemos escrito más cosas este último año. Yo mismo acabo de dar a luz una recopilación de artículos publicados durante los últimos doce años en EL TRIANGLE, que he titulado Inmortalidad de las aguas, y donde hablo de los temas más diversos, incluso de los indultos y del amor en tiempos de la robótica.

Mi amiga la poetisa Felicidad Escrivá ha publicado una recopilación de poemas, en uno de los cuales compara al Dragón con una pianista descontrolada y a Sant Jordi con un poeta que le dedica versos. Bien pensado, tocar un instrumento y escribir algún versículo dedicado es también una buena manera de celebrar este día.

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