Operación para secuestrar al Barça

No sabemos todavía el guión preciso, pero es evidente que hay una gran operación en marcha para quedarse con el FC Barcelona. Una operación que pretende sustraer el control efectivo de la entidad azulgrana a sus propietarios: los 110.000 socios del club azulgrana con derecho a voto.

Es, mutatis mutandi, una operación del mismo alcance y de la misma gravedad que la que desembocó en la liquidación, ahora hace 10 años, de ocho cajas de ahorros catalanas (Catalunya, Sabadell, Terrassa, Penedès. Manresa, Tarragona, Laietana y Manlleu), desmantelando una parte sustancial del tejido financiero propio. Con la diferencia que las cajas de ahorros eran frías instituciones bancarias, mientras que el Barça apela a otros valores: el corazón azulgrana es emoción, es sentimiento, es pasión, es identidad.

El anuncio que el FC Barcelona ha decidido adherirse a la Superliga europea que promueven Florentino Pérez (Real Madrid) y los Agnelli (Juventus), sin antes someterlo a la preceptiva votación de la asamblea de compromisarios, es una anomalía que enciende todas las luces de alarma. Desde esta perspectiva, hay que interrogarse sobre el paseo triunfal de Joan Laporta en su retorno al Camp Nou.

De esta operación para apoderarse del Barça ya tenemos algunos indicios y algunas constataciones. Una certeza absoluta es que Joan Laporta es un presidente títere, sin ningún poder decisorio real. Figura al frente del club porque es un personaje muy conocido socialmente y que tiene atractivo mediático, pero está claro que los cerebros en la sombra que mueven los hilos de la operación lo han colocado al frente del Camp Nou para hacer bonito y para distraer a las masas.

Otra constatación es la intervención de dos instrumentos estratégicos de la Generalitat en la maniobra para colocar al títere Laporta en la presidencia del club.

1) De un lado, los Mossos d’Esquadra.
La operación policial que culminó con la detención, seis días antes de las elecciones del 7-M, del anterior presidente, Josep Maria Bartomeu, y de varios ejecutivos del Barça es un caso escandaloso de guerra sucia. Esta intervención, convertida por los Mossos en un show mediático, se hizo sin el conocimiento ni la autorización de la jueza instructora del caso Barçagate. ¿Quién dio la orden de cometer esta flagrante ilegalidad?

Desde Cataluña nos quejamos y denunciamos, con toda la razón, las maniobras del deep state español, que existe y que funciona. Pero en Cataluña, aunque no seamos un Estado, también tenemos, desde hace muchos años, nuestro propio deep state, contundente e implacable, que está detrás de muchas operaciones políticas y económicas que, eso sí, muy pocos tenemos la osadía de señalar y destapar.

La detención, absolutamente arbitraria y desproporcionada, de Josep Maria Bartomeu y de algunos de sus colaboradores, tenía por objetivo descarado decantar las elecciones del Barça hacia el candidato Joan Laporta, para facilitar su victoria. Es preciso que esta maniobra ilegal no quede en el olvido y que quienes pueden hacerlo –la Fiscalía, pero también los grupos políticos de la oposición- investiguen las circunstancias y a los responsables de esta operación policial.

En este sentido, no deja de ser sintomático que, en una de sus primeras decisiones como presidente reelegido, Joan Laporta haya nombrado al comisario Ferran López, hasta ahora número dos de los Mossos d’Esquadra, como nuevo jefe de seguridad del FC Barcelona. ¿Es un compromiso? ¿Es el retorno de un favor que le hicieron? ¿Es una exigencia de este deep state que lo encumbró a la presidencia del club?

2) Del otro, los medios públicos de la Generalitat.
TV3 y Catalunya Ràdio se han convertido en los principales arietes contra Josep Maria Bartomeu y en los grandes defensores de Joan Laporta. Además, tres de los empresarios que han puesto el aval económico a favor de Joan Laporta (José Elías, Eduard Romeu y Jaume Roures) han recibido, en los últimos años, importantes contratos de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA), a través de sus empresas Audax Renovables y Mediapro.

Se puede decir que el argumentario, el mensaje y los recursos económicos que han facilitado el retorno de Joan Laporta a la presidencia del club han salido de la CCMA y de sus medios de comunicación. El Barça ha sido víctima de un golpe de estado protagonizado por los Mossos d’Esquadra y engrasado con dinero público de la Generalitat.

En el imaginario y en la estrategia pujolista, el Barça siempre ha tenido una importancia fetichista capital. Recordemos que bajo la presidencia de Agustí Montal (1969-77), el club estuvo dominado por Jordi Pujol, a través de Banca Catalana, que financió el fichaje de Johan Cruyff. La fundación de Convergència Democràtica se hizo en 1974, aprovechando una reunión de peñas del Barça en Montserrat.

El largo mandato de Josep Lluís Núñez en la presidencia del FC Barcelona (1978-2000) fue considerado una usurpación por parte de Jordi Pujol, que movilizó a toda su artillería política y mediática para intentar desalojarlo del Camp Nou. Es la misma actitud que tuvo Marta Ferrusola cuando el Tripartito consiguió el Gobierno de la Generalitat: «Es como si te entran a robar en casa», comentó.

En el largo viaje que va desde la aprobación del Estatuto de Autonomía del 1979 hasta hoy, Cataluña ha perdido el norte. El proyecto final de los nacionalistas catalanes –la independencia- se ha saldado con una estrepitosa derrota. Los jueces españoles, en aplicación de la legislación vigente, y la Unión Europea han condenado, sin contemplaciones, la estrategia kosovar de la DUI.

Los independentistas se están lamiendo las heridas y han emprendido el retorno a sus cuarteles de invierno. El pujolismo, ahora transmutado en puigdemontismo, tiene la tentación de volver a la fase inicial de «hacer país», previa a la de «hacer política». Han llegado a la conclusión que la Generalitat no les sirve para conseguir la independencia, que es prescindible y que hay que autodestruirla, como parece que están haciendo después de las elecciones del 14-F.

Es la estrategia de la candidatura de Joan Canadell, ahora flamante diputado de JxCat, ganando las elecciones de la Cámara de Comercio de Barcelona. Es Joan Guàrdia elegido nuevo rector de la Universitat de Barcelona u Oriol Amat, de la Pompeu Fabra. Es Isona Passola como presidenta del Ateneu Barcelonès.

Pero el caso del Barça es especial. Por la dimensión internacional que tiene. Por la pluralidad de su masa social, mucha de la cual es castellanohablante. Por eso, Joan Laporta ha aparcado, de entrada, su ideología independentista cuando se ha presentado a la reelección y en los primeros dos meses del ejercicio del cargo.

La operación es otra y pasa por secuestrar y privatizar al Barça, convirtiéndolo en uno de los paradigmas de la Cataluña catalana o Cataluña SA. Como el carné del Consejo por la República, una entidad privada que promueve Carles Puigdemont y que otorga la Identidad Digital. O la insostenible situación de TV3 que, tarde o temprano, pasará por su privatización, total o parcial. Es la evolución del independentismo y su renuncia a gobernar Cataluña para transformarse en un coto privado.

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