¿Vamos todos en el mismo barco?

Lo dijo hasta el Papa Francisco en su bendición de final de año: «Ante un desafío que no conoce fronteras, no se pueden erigir barreras. Vamos todos en el mismo barco». ¿En serio? No parece que muchos países ricos se hayan enterado. Países y lo que no son países. Muchos gobernantes, del territorio que sea, miran sólo puertas adentro, como si el virus se pudiera detener en la frontera del municipio, la Comunidad Autónoma, el país o el continente.

Las estadísticas oscilan pero a primeros de este mes de abril los países que llamamos del Norte estaban vacunando a una persona cada diez segundos mientras la mayoría de los países del Sur todavía no habían vacunado a ninguna. Siete de cada europeos estaremos vacunados en verano. Con suerte, los países empobrecidos habrán vacunado a uno de cada cinco ciudadanos. Los países ricos somos el 16% de la población mundial y hemos acaparado el 60% de las dosis disponibles.

Mi impresión es que seguimos creyendo que viajamos en barcos distintos. Que pensamos que si en nuestro barco nos vacunamos todos podremos pasar página y volver donde estábamos hace un año y pico. Que si hay otros barcos llenos de gente que no se puede vacunar, nos sabe muy mal pero que la vida es dura y que primero nosotros y luego ellos.

Los expertos no se cansan de decir que de nada servirá que se vacune medio mundo si el otro medio no lo hace. Que el virus continuará circulando, mutará y serán necesarias nuevas vacunas. Quizá es que ya jugamos a eso. Como hemos tenido vacunas en un tiempo considerado muy breve por los expertos confiamos que si hacen falta nuevas, ya las descubrirán. Y si, mientras tanto, mueren millones de personas lejos de nosotros porque no les llegan las que usamos nosotros, ¡qué le vamos a hacer!

Pues haremos lo que habría hecho Arcadi Oliveres: insistir en que hay que combatir este sistema y este mundo egoísta, donde las empresas farmacéuticas se enriquecen y los gobiernos deben mendigar las vacunas y pagarlas a menudo a precios exagerados. Donde estas empresas se niegan a ceder las patentes de las vacunas que venden y que, a menudo, han creado gracias a las ayudas económicas que han recibido de las administraciones públicas.

La Comisión Europea ha adoptado algunas medidas en esta dirección: apoya el mecanismo COVAX, creado para hacer llegar vacunas a países de renta baja o media-baja. Ha animado a sus estados miembros a enviar parte de su stock de vacunas a los que tienen más dificultad para adquirirlas. Pero hay que ir más allá, exigir transparencia en los contratos firmados con las farmacéuticas y suspender las patentes que ponen trabas a que las vacunas lleguen a todos y a todas partes.

Todos firmamos muchas campañas solidarias que nos llegan por Internet. No dejéis de hacerlo con la que pide la suspensión de patentes de las vacunas contra la Covid-19. ¡Que se note que nos creemos eso de que en el mundo por el que navegamos no hay barcos de primera y barcos de segunda!

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