La fuga de militantes de Ciudadanos, la deserción de altos cargos y exaltos cargos del partido naranja, y los numerosos despidos que ha habido en la formación de Inés Arrimadas han coincidido en el tiempo con el ascenso fulgurante de los socialistas en Cataluña y su recuperación como partido grande.
Esta conjunción de los astros, junto a la situación paupérrima del Partido Popular Catalán, hacía prever que el PSC empezaría a recibir guiños, aproximaciones y llamadas a la puerta provenientes de la gente que ha huido o que han hecho fuera de Ciudadanos. Y así ha empezado a ser. Vistos los primeros casos, el partido de Miquel Iceta y Salvador Illa ha decidido activar todos los filtros.
Y es que en el PSC no quieren que se les cuelen militantes o trabajadores oportunistas, atraídos por el crecimiento del partido y no por una simpatía política sincera hacia sus ideas. No es la primera vez que, tras el declive de una formación, el resto de partidos con cierta proyección acaban recibiendo personajes rebotados que se aprovechan de la situación al alza de alguna otra formación y que, cuando van mal, no tienen ningún tipo de manía en huir de nuevo y dejar tirado a su nuevo partido.
