Hasél: la izquierda retrógrada y el secesionismo desbocado

El fracaso en las urnas del secesionismo es una realidad por mucho que vocee que ha ganado. Casi la mitad del censo, unos 2,5 millones de catalanes, no fueron a votar; de ellos, un millón o poco más ya se había quedado en casa en las elecciones autonómicas de 2017, y el resto lo han perdido por mitades los secesionistas y lo no secesionistas, mal llamados constitucionalistas. Pero estos últimos, en tanto que jaula de grillos, son incapaces de mostrar una posición o propuesta conjunta.

El secesionismo –jaleado por un podemismo interesado– ha sacado a la calle a todos sus cachorros de los CDRs, junto con elementos neofascistas y/o neoanarquistas y aderezado de descerebrados LOGSE. (Y digo LOGSE con toda la carga de crítica hacia la responsabilidad de los que han gobernado España desde la Transición). Pensar que es un movimiento popular en pro del derecho a la libertad de expresión es de una ingenuidad galopante.

El nacional-secesionismo está muy frustrado, les ha abandonado casi el 37% de su electorado, el apoyo a la secesión –inferior al 27%– es el más bajo desde el año 2006, menos que el 9N. Y su cacareado 80% no supera el 31% si le sumamos todos los votos de En Comú Podem, que tampoco.

Y esa frustración la ha trasladado a la calle y la han jaleado desde las instituciones de la Generalitat y desde parte del Gobierno de España. Estamos en una situación kafkiana. El gobierno de la Generalitat actúa como antisistema y la mitad de gobierno español como oposición. Hablar de cloacas del estado cuando tú tienes la llave de las cloacas suena a autogolpe tipo Fujimori.

Desde sesudos posicionamientos pseudos-marxistas podemos rasgarnos las vestiduras sobre la frustración de una juventud sin futuro. Si eso fuera así estaría el mundo en una situación prerrevolucionaria y no es el caso. Solo hace falta ver la actuación desmesurada ante un supuesto castigo a la libertad de expresión: quema indiscriminada de mobiliario urbano, destrozos en centros comerciales y banco y, sobre todo, saqueo, no precisamente de productos de primera necesidad, no; productos de marca.

Hasél, o mejor dicho Pablo Rivadulla, hijo de empresario corrupto y nieto de un militar franquista, aparte de no haber dado un palo al agua en su vida, se reinventa como pseudo-revolucionario con un discurso aparentemente radical y lleva varias condenas por enaltecimiento del terrorismo, amenazas y lesiones. La libertad de expresión en España está garantizada, yo puedo llamar a Pablo Rivadulla imbécil o proterrorista sin miedo a que se me encarcele.

Las formas violentas muestran ese cabreo porque la sociedad catalana no les ha seguido, porque algo se empieza a resquebrajar en la hegemonía secesionista desde los inicios del Procés. Es un proceso de inicio del retroceso, no por el acierto del inexistente constitucionalismo, sino por méritos propios. La tensión continuada a la que desde años el nacional-catalanismo está generando, ya hoy en día, desapego a la dèria (locura) separatista.

El problema para retornar al bipartidismo imperfecto, que el sistema electoral determina, es la disgregación de la derecha con el surgimiento de Vox, la crisis interna del PP incapaz de superar su herencia corrupta con un dirigente lastrado y el estigma en País Vasco y Cataluña donde PNV y JxCat (antes CiU) ocupan el segmento derechona.

En la izquierda el PSOE apunta recuperación a costa de Podemos al integrarlo en el Gobierno y dejarle hacer todas las salidas de tono que les apetece, poniendo en evidencia la falta de coherencia con su puesto institucional. En Cataluña la recuperación no solo viene del podemismo, también de un electorado antinacionalista que ha abandonado a C’s por el miedo escénico de hace cuatro años y los bandazos ideológicos hacia la derecha de su centralidad, con crisis de liderazgo incluida.

Sigue existiendo a la izquierda del PSOE un vacío político que nunca podrá llenar Podemos: El de una izquierda radical en los temas sociales y coherentemente anti-nacionalista. Un vacío lejano que aún debe llenarse y que se hace difícil de construir mientras el electorado dé bandazos entre un antinacionalismo de derechas (C’s) y una “izquierda” nacionalista (Podemos/En Comú Podem).

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