«Las mujeres han sido máquinas de tener hijos»

Entrevista a Mari Carmen Romero

Fue profesora de lengua y literatura castellana en institutos de enseñanza media del Baix Llobregat, sobre todo en Sant Joan Despí. Regidora de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Cornellà. Ha formado parte del Consell de la Dona de Cornellà, fue cofundadora de Artemis, y es miembro de Dones d’Iniciativa.


Mi madre decía que la liberación de la mujer llegó con la lavadora…

La lucha de la mujer es incruenta. No hemos provocado guerras. Pero no ha sido nada fácil. Ha estado acompañado, a veces, por leyes, pero frecuentemente ha sido por cuestiones sociales, de costumbres, de hechos que iban sucediéndose dentro de la vida cotidiana. Evidentemente, la lavadora evitó que la mujer tuviera que ir al arroyo o al lavadero público a lavar la ropa. Era un sitio de mujeres. Yo lo hacía con mi abuela. Imagínate el trabajo. Echábamos el día. Había que frotar, aclarar…

¿La liberación de la mujer ha sido, históricamente, más bien consecuencia de otras luchas o, por el contrario, han sido las mujeres quienes han animado los cambios?

Hay muchas mujeres que han estado en el anonimato. La gran lucha más conocida de las mujeres es el movimiento sufragista, cuando se movilizan por el derecho a voto, sobre todo las inglesas. Pero, al principio, había también un movimiento feminista de denuncia de hechos que estaban ocurriendo. Me acuerdo de una poesía de Rosalía de Castro, o de estas mujeres del romanticismo, que ya se daban cuenta en el siglo XIX de la situación de la mujer respecto, por ejemplo, al esposo-verdugo. La poetisa Carolina Coronado ya dice a las mujeres que no tuvieran miedo de las fieras del bosque, de los que de pronto pasan por la calle; el verdugo lo tenéis en casa. Emilia Pardo-Bazán, la generación del 27 (las de “sin sombrero”), ya son feministas, se están diferenciando de los hombres. Hacían historia, pero nunca fueron estudiadas en la Universidad.

¿A medida que se retrocede en el tiempo, en el mundo antiguo, siempre es a peor?

Históricamente, lo que hacían las mujeres era a hurtadillas. Recogidas en sus círculos, a veces en salones en los que se discutía, o haciéndose monjas sin serlo, porque no querían casarse, o seguir la línea que les marcaban su padre y la familia. Hice un trabajo sobre las mujeres en el Quijote, en el que aparecía claramente, sobre todo en la primera parte, que había mujeres que tomaban decisiones por ellas mismas, y se rebelaban contra el orden de cosas imperante. 

Pero como la historia la han escrito a los hombres, las mujeres pasan desapercibidas…

Claro, han sido las grandes olvidadas, aunque es sabido que muchas de las grandes decisiones de los reyes, por ejemplo, estaban muy determinadas por las mujeres. Y las mujeres se organizaban para hablar de lo que les interesaba, aunque no hayan pasado a la historia como movimientos. 

¿Y qué se puede decir del papel de la religión en la conformación de los roles adjudicados a las mujeres?

Desde el momento en que Dios es Dios, y luego hace que conciba a su hijo en una mujer que pasaba por allí… la imagen que se tiene de la mujer está supeditada. Y cuando aparecen mujeres relevantes, como María Magdalena, resulta que es una mujer de la calle, como una prostituta. No hay más que ver lo que fue la Iglesia Católica en el franquismo: la mujer en casa preparada para cuando llegara el hombre, porque era el “descanso del hombre”. Y si llevabas minifalda, te cardabas el pelo o te pintabas los labios eras casi una fulana.

¿Según el origen y la pertenencia, variaba la condición de la mujer?

Conocemos el concepto de clase social, a partir del marxismo, pero antes de que este existiera, evidentemente había mujeres que tenían determinadas prerrogativas y, en consecuencia, eran más dueñas de sí mismas. Las de alta alcurnia, en cualquier civilización, gozaban de una situación diferente al resto, que no tenían derecho a nada. Incluso se les negaba el poder aprender a leer y escribir porque, entonces, podían pensar por sí mismas. Eso les estaba negado. La mujer era concebida, sobre todo, como una herramienta más de trabajo, como una posesión del señor, que disponía de esclava; del marido o del padre. 

La disociación de la procreación y el placer sexual, y el control de la natalidad constituye un torpedo de gran calibre en la línea de flotación de la religión…

Las mujeres han sido máquinas de hacer hijos. Se casaban o las casaban para tener descendencia, para continuar con la familia. Y si no tenían varones eran proscritas, y se buscaban otras fórmulas para asegurar la sucesión. Ahora, hablamos de la ablación que conlleva un daño físico enorme, pero muchas mujeres han sido históricamente castradas porque no podían concebir o porque no tenían un varón, o suficientes hijos. Y esto se venía con normalidad, y si hacía falta se recurría al repudio. 

Además del trabajo fuera del hogar, las mujeres estaban o están obligadas a restituir la fuerza de trabajo del hombre, mediante las tareas domésticas…

Doble jornada, o bien porque trabajan en el campo, de sol a sol, o porque lo hacían luego en las fábricas. Estas mujeres tenían que cuidar de los hijos y hacer todo lo que fuera necesario en casa. Emilia Pardo Bazán, habla de las cigarreras de La Coruña y de la huelga que protagonizaron, reivindicando solamente tener el mismo salario que los hombres. Fíjate de donde viene la brecha salarial. En su caso, eran las ellas las que hacían los trabajos más delicados, mientras los hombres solo venteaban hojas. Luego, llegaron las máquinas, destruyeron puestos de trabajo y las primeras en salir fueron las mujeres. Estas mujeres, que también llevaban las tareas del hogar, eran las que sostenían sus casas, en todos los sentidos. 

El 8 de septiembre conmemora, precisamente, una lucha de las mujeres trabajadoras…

Sí, fue también una huelga, se encierran en las naves, que arden, en un incendio posiblemente provocado, y mueren muchas de ellas. Cuando nos referimos a mujeres trabajadoras, generalmente lo asociamos al trabajo, digamos, externo, el que se hace fuera de casa. Pero hay que tener en cuenta que el trabajo dentro de casa, no valorado, es también trabajo, a veces muy penoso. En casa, una mujer acaba haciendo de todo: comprar la comida, cocinar, lavar, planchar, limpiar…

¿Además de la religión, de las costumbres, como ha determinado la condición de la mujer el marco, digamos, jurídico, político?

Cuando me casé, en el 73, todavía no podía irme con mis niños de viaje. Teníamos que ir con mi marido. Tampoco podía tener una cuenta propia en un banco, y cuando estudiaba la tenía que tener con mi padre. Yo sola no. Hasta casi los años 70, los burdeles estaban permitidos. Sin embargo, se perseguía a las prostitutas. Esa doble moral, el doble rasero para el hombre y mujer sigue funcionando en muchas cosas. Sobre todo, en el mundo laboral, donde la brecha salarial continúa. Las leyes van a veces por delante de la sociedad, pero en otros casos están muy por detrás. Compaginar la vida familiar y laboral, compartir las tareas domésticas, tender hacia la paridad sí lo tenemos hablado, aunque cuesta llevarlo a la práctica. Hay que forzar mucho para que todo esto vaya cuajando. Hay leyes que podrían ser más taxativas. Por ejemplo, una ley laboral que establezca que por el mismo trabajo cobren lo mismo, hombres y mujeres.

¿Estamos homologados con nuestros vecinos en cuanto a la condición de las mujeres?

A veces mitificamos, pensando que, en los países nórdicos, Alemania o Islandia van mejor las cosas, pero realmente, nos parecemos bastante. Puede ser que la mujer sea más libre, pero en cuanto a los temas laborales o internos, de la familia, tampoco queda tan claro que estén más avanzados. Maltratos, vejaciones… hay en todos los sitios. Aquí, desde que el Instituto de la Mujer empezó a publicar las necrológicas de las mujeres en manos de sus maridos, a principios de los años 2000, rondamos en torno a cincuenta mujeres muertas cada año. Ahora, en el tiempo de pandemia, los datos de malos tratos son escalofriantes. Otra cosa, aún más preocupante, es el estado en que se encuentran otras mujeres en el mundo.

¿Algún consejo a las más jóvenes?

Tengo una nieta de 15 años, y lo que mejor que se me ocurre es recomendarle que haga lo que a ella le guste, aunque seguramente cambiará con el tiempo. Ver, aprender de ello, y decidir que se quiere. Si desea ser payaso que lo sea, aunque no se pueda ganar la vida. Es la mejor manera de ser libre y uno mismo. Mi hija, y mi nieta mucho más, van superando las ideas del pecado, la culpa… Todo eso que para nosotras fue determinante. 

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