Mujeres, pandemia y desigualdad

Una cooperante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) explicaba recientemente su experiencia en las zonas fronterizas de Colombia y como descubrió en un refugio una chica que no se levantaba de la cama. Ella pensó que debía tener alguna discapacidad, pero lo que pasaba era que tenía la menstruación y no podía levantarse porque no tenía compresas y estaba sentada sobre una bolsa de plástico que le había puesto su madre para recoger la sangre. Las mujeres y las niñas migrantes se encuentran entre las principales perjudicadas por la pandemia. Una de las primeras cosas que una mujer pierde cuando migra es el acceso regular al saneamiento.

La llegada de la Covid-19 ha hecho más difícil disponer de una ducha y artículos de aseo, porque se priorizan los alimentos y el agua, pero también porque la llegada de kits con compresas y otros productos sanitarios esenciales, como jabón, se ha hecho más escasa o inexistente en muchas zonas. Es uno de los muchos problemas invisibles que esconde esta pandemia y la crisis sanitaria y socioeconómica mundial que se ha derivado de ella.

Los colectivos más vulnerables, que ya sufrían situaciones de pobreza y vulnerabilidad de manera más aguda, ahora son los más perjudicados. Las mujeres y las niñas, sobre todo aquellas que tienen factores añadidos de discriminación, porque son indígenas, refugiadas, migrantes, o tienen alguna discapacidad, se encuentran entre los más invisibilizados.

En su edición 2020 sobre The Women and Children in times of Covid-19, la organización We World Index, que mide periódicamente el nivel de inclusión de las mujeres y la infancia en 172 países, alerta sobre el peligro de retroceder en los avances logrados en las últimas tres décadas en materia de igualdad, y hace un llamamiento a priorizar los recursos que permitan no profundizar aún más en las desigualdades previas a la pandemia.

El informe constata que en dos de cada tres países analizados, las mujeres y las niñas están sufriendo más violencia y más dificultades para acceder a la educación y a la salud, lo que se está traduciendo en más enfermedades y menos recursos de salud sexual y reproductiva en lugares donde la mortalidad materna ya era una amenaza constante.

Más de once millones de niñas podrían no volver nunca a la escuela y un porcentaje muy importante se pueden ver abocadas a matrimonios forzados y a embarazos precoces, además de otras formas de violencia, como el tráfico y la explotación sexual.

Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, llega en un momento en que más que nunca la desigualdad que sufren las mujeres y las niñas en todo el mundo debería considerarse una emergencia planetaria.

Tal y como ha apuntado ONU Mujeres, los objetivos de la lucha feminista deberían enfocarse más que nunca a hacer que la recuperación de la pandemia incorpore la perspectiva de las mujeres y las niñas, tanto en la formulación como en la aplicación de las políticas y programas de respuesta a la emergencia sanitaria y económica. Hay que reforzar los liderazgos para que ellas sean parte de las decisiones.

Nancy Fraser, filósofa y escritora estadounidense, reflexionaba hace unos años sobre el feminismo y afirmaba que su objetivo no podía consistir simplemente en que algunas mujeres ocuparan posiciones de poder y privilegios dentro de las jerarquías existentes, sino en superar estas jerarquías para provocar cambios que beneficiasen a todas las mujeres. Esto, nos decía Fraser, implicaba desafiar la división jerárquica y de género entre producción y reproducción que define a la sociedad capitalista y que determina la desigualdad. Implica también dejar de pensar sólo en las desigualdades que tenemos más cerca de nosotros, como son la brecha salarial o la violencia de género, que sin duda tenemos que combatir, y poner también el foco en aquellas situaciones extremas que sufren las mujeres y las niñas en todo el mundo.

El 8 de marzo es un día para cogernos de las manos y luchar por las que son lapidadas, las que son violadas por los ejércitos en África o las que sufren violaciones brutales en la India que quedan impunes. También por aquellas que ni siquiera disponen de una compresa cuando tienen el período. Es un día para hacer sentir con toda su fuerza la hermandad y la solidaridad que desprende la palabra sororidad.

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