LAPORTA IMPONDRÁ UN CONFINAMIENTO SOCIAL EXTREMO

Aunque no sería ninguna novedad, Joan Laporta ya está exhibiendo dos caras completamente diferentes ante la Comisión Gestora, donde se comentan las cuestiones de urgencia y la situación real del club con su presidente, Carles Tusquets. Por lo que se ha podido contrastar, el ex presidente asume con naturalidad las explicaciones de Tusquets y a menudo se acuerdan pequeños y grandes acuerdos como el propio hecho de aplazar las elecciones previstas inicialmente para el día 24 de enero, es decir este domingo que viene.

Laporta, como Toni Freixa y Víctor Font, no puso mis objeciones cuando expresamente el Procicat no dio permiso para saltarse el confinamiento perimetral municipal a los socios del FC Barcelona convocados a votar, motivo indiscutible y legalmente bastante sólido y justificado como para tener que suspender provisionalmente las votaciones. Pues bien, todavía ayer, más de una semana más tarde, Laporta mascullaba afirmando lo contrario del acuerdo asumido por esta junta provisional de candidatos. “Yo siempre he sido partidario que las elecciones se hicieran el 24 de enero porque se habían adoptado medidas sanitarias. El aplazamiento no ayuda en nada a la situación del Club”, continúa diciendo y negando de nuevo de cara al exterior lo que había aceptado internamente y añadiendo leña al pequeño fuego que él mantiene encendido insinuando que desde el Govern de la Generalitat se le está perjudicando. Cómico.

Es verdad que sus planes se han torcido si se tiene cuenta con que si fuera por él no haría falta ni hacer elecciones, ya hubiera tomado posesión del cargo de presidente con el aval de quien se siente ganador porque el ruido mediático y el seguidismo de su candidatura serían a su entender suficiente para volver a la presidencia del club once años después. Mirado así, desde la perspectiva de quien nunca ha tenido respeto por los estatutos y de quien no fue capaz de aceptar la derrota en las urnas hace seis años, en 2015, ante Josep Maria Bartomeu, está claro que él considera del todo inútil e innecesario todo este proceso electoral y participativo. Actitud que solo supone una pequeña señal de lo que le espera al socio del Barça si gana las elecciones, como en su anterior etapa: el confinamiento directivo y social extremo. Su junta no saldrá del Camp Nou hasta haber esquilmado el patrimonio del club, el poco que queda, todas las reservas y todo aquello que pueda vender de futuro, mientras que el socio tendrá prohibido acercarse a la gestión del club, participar ni ser informado siquiera de la gran fiesta prevista por Joan Laporta y los suyos. Laporta tiene un plan propio y las elecciones no dejan de ser un elemento perturbador, una molestia y causa del retraso que le impide volver a hacer de las suyas.

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