Combate por la concordia

«Se equivocan tanto el hipernacionalismo español como el radicalismo secesionista catalán si pretenden conseguir el uno sobre el otro una victoria rotunda y total. Se equivocan porque esto no pasará. No hay beneficio alguno en que los unos aniquilen políticamente a los otros, porque además de ser imposible el solo hecho de intentarlo sería todavía mucho peor para todos».

Leo este párrafo en la contraportada del libro Combate por la concordia (Espasa). Lo acaba de publicar Roberto Fernández, que fue rector de la Universidad de Lleida, entre los años 2011 y 2019, y presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, entre 2017 y 2019. Y pienso que tiene toda la razón del mundo. Leer Combate por la concordia es una terapia para aquellos que plantean el debate de la relación entre Catalunya y España como una guerra entre buenos y malos. Es una invitación a no sólo escuchar las razones de los que piensan diferente a nosotros sino a intentar entenderlas y, incluso, compartirlas si es que sus argumentos son convincentes. Es una larga reflexión que huye de las líneas rojas, el fanatismo, la intransigencia y el enroque dentro de la propia burbuja ideológica. Y, evidentemente, son 600 páginas donde no encontraréis insultos, descalificaciones o el recurso a noticias falsas o rumores no suficientemente fundamentados. ¡Vamos, la antítesis de Twitter!

Es evidente que el contencioso sobre la relación perfecta entre Catalunya y España durará todavía muchos años. Ha durado muchos y no se resolverá de un día para otro. Y también es evidente que la virulencia de las discusiones políticas y entre los ciudadanos puede bajar mucho de tono, lo que las haría más constructivas y agradables. Renunciar a la vehemencia y el desprecio del que piensa diferente no supone renunciar a resolver los conflictos. Al contrario, sienta las bases para llegar a unos acuerdos que faciliten las soluciones necesarias o posibles en cada momento.

A veces pienso que estaría bien crear grupos de apoyo ciudadano para superar la tendencia a insultar a través de las redes sociales. Una especie de tuiteros anónimos. Pienso en la serie televisiva Mom y las reuniones de personas que luchan para superar la dependencia del alcohol. Y me imagino sesiones de este tipo donde yo me levantase de mi silla y dijese: «Hola, soy Siscu Baiges, y he insultado y me he burlado de otras personas en Twitter». En mi imaginación en estas sesiones habría partidarios y contrarios a la independencia de Catalunya compartiendo las pastas y los refrescos aportados por los participantes.

¿Funcionaría? ¿Lo probamos? He constatado que los dominios tuitairesanonims.cat y tuiterosanonimos.es están libres. Por 30 euros podemos comprarlos. Si funciona podemos patentarlo y ampliar su alcance a cualquier polémica donde la crispación impere demasiado a menudo sobre el diálogo constructivo. Quizás ya está inventado y no he descubierto nada que no exista ya. De hecho, cuando era joven y cristiano participaba en unas reuniones que llamaban de «revisión de vida» y eran bastante provechosas.

¿Se apunta alguien?

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