La estrecha relación y dependencia de Joan Laporta con un sector del soberanismo catalán es hoy tan fuerte y coordinada como aparentemente invisible porque a unos y a otros les conviene transmitir a la opinión pública la sensación, absolutamente falsa, de que el Laporta de hoy ya no ondea la ‘estelada’, no tiene la lengua suelta y sobre todo que ya no es el expresidente que, para sus intereses personales, dejó el club arruinado mientras se pegaba la gran vida a costa del Barça, él y sus amiguetes de juerga y de negocios.
Para conseguir los más de diez mil avales presidenciales, igual que en el voto de censura, las organizaciones sociales del independentismo, ANC y Omnium y todo el aparato asociado se han movilizado para contribuir a la caza y captura de firmas. Estrategia a la que Laporta se ha sumado prometiendo a todo el mundo cargos, privilegios, ventajismo y operaciones con cargo al club de las cuales ya se empieza a tener noticias. Todo igual que siempre, porque nada ha cambiado.
También se ha servido de personajes de peso como Carles Puigdemont que ha llamado personalmente a determinadas personas de la clase política, institucional y ciudadana del país para que prestasen todo su apoyo a Laporta en estas elecciones, especialmente para la recogida de firmas y, en medida de lo posible, para forzar la máquina con la finalidad de que las elecciones se celebren el día 24 de enero. Es decir, mientras dura el efecto cada vez menos espumoso de la pancarta y de un disfraz que se le cae a trozos cuando ha de abrir la boca, reprimido tanto porque oculta su verdadero yo desatado, ideológico, como por esa cirugía quej confirma su interés en parecer otra persona. El ‘monstruo’ que trata de volver a vivir del Barça como lleva haciendo desde hace 23 años sigue ahí, independentista, un compromiso que cualquiera puede expresar libremente sin necesidad de disimularlo por electoralismo, y con una voracidad de mover dinero de la que seguramente se arrepentirán muy pronto los socios del Barça si llega a la presidencia. Los habrá vuelto a engañar, como en 2003, en ese supuesto.
