Annus horribilis

Poco teníamos que imaginar que el 2020, año bisiesto -de 366 días-, saldría tan maldito como ha salido. En la antigua normalidad, empezábamos el año con la novedad de un gobierno de coalición en España, el primero desde la Segunda República, que situaba el socialista Pedro Sánchez a la presidencia. Cuatro días después, el 11 de enero, en la lejana China moría el primer paciente afectado por un nuevo virus, que pronto se popularizaría con el nombre de coronavirus. Fue en Wuhan. Quedaba lejos y, a pesar de vivir en un mundo globalizado, pensábamos que no nos llegaría. Pronto saldríamos del error, observando asombrados que el virus se extendía por todo el mundo. Así, el 13 de febrero moría el primer paciente en España. Un mes después, España cerraba fronteras, declaraba el estado de alarma y confinaba los ciudadanos. Comenzaba un drama que aún dura. En la zona donde resido, la Conca d’Òdena (Igualada), la tragedia se vivió con especial virulencia, convirtiéndose en el primer territorio confinado.

Según el balance hecho público el sábado por la Universidad Johns Hopkins, la pandemia deja por ahora un total de 80 millones de contagiados y 1,75 millones de víctimas mortales. Un drama que ha puesto el mundo patas arriba y que hace temer que habrá un antes y un después del coronavirus y que nada volverá a ser como era. Todo, un annus horribilis que soñamos dejar atrás. Nunca un año, el 2021, se había deseado con tanta pasión. Hartos de 2020, encomendamos todo tipo de esperanzas al que debe de llegar. En sus manos, las del 2021, encomendamos nuestro espíritu…

La Covid ha eclipsado el año y noticias que en circunstancias normales hubieran captado la atención de los resúmenes de 2020, ahora quedan relegadas a un segundo plano. La buena noticia del año que dejamos atrás ha sido la derrota de Donald Trump y lo que esto significa, de liberación, para los Estados Unidos y para el planeta en general. Aunque el nefasto personaje se resiste todavía a reconocer la realidad, su fracaso hace vislumbrar un nuevo y mejor futuro para la política internacional. Los Estados Unidos cierra así su annus horribilis.

El 2020 también pasa a la historia como el año de la crisis migratoria. Una lacra que, a pesar de no ser nueva, cada año, y este de manera especial, nos recuerda que el drama continúa y que tenemos una asignatura pendiente que algún día deberemos resolver. El mundo tendrá que crear una vacuna específica para curar esta grave problemática.

En Cataluña la Covid ha situado el procés en un segundo plano. Una relegación que va perdiendo fuerza con la precampaña electoral. Hace tiempo que las campañas electorales son monotemáticas, como si nada más nos importara. Todo ello sin olvidar que el 2020 ha sido el año de la inhabilitación del presidente Quim Torra por el trajín de la pancarta. Un año en el que los presos independentistas siguen encarcelados. Ya sería hora de que se les liberara y se resolviera políticamente el conflicto.

También sería hora de que España diera un paso adelante y caminara hacia la república. La monarquía ha dado este año suficientes indicios de agotamiento. Que el rey Felipe VI no hable de ello en sus discursos, no quiere decir que el problema deje de existir. Los escándalos de Juan Carlos I merecen castigo y el encubrimiento, también.

El 2020 ha muerto, viva el 2021. Y a ver si hay mejor suerte…

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