TV3 y la fe verdadera

Stefan Zweig escribe "las convicciones son vivencias y episodios individuales, que no dependen de nadie más que de aquel a quienes pertenecen", en su magnífico y olvidado libro Castellio contra Calvino, verdadero monumento literario en defensa de la libertad y la tolerancia. Lo dice al poco de recordarnos que "las verdades se pueden difundir, pero no imponer.

Ninguna doctrina será más cierta, ni ninguna verdad más verdadera, porque grite y se encolerice. Ninguna se tendría que imponer artificialmente recurriendo a una propaganda brutal". Zweig se refiere a la dictadura que Calví impuso en Ginebra ya hace cinco siglos, pero el uso de la propaganda para imponer un pensamiento único es una cosa que perdura en el tiempo, y los catalanes lo podemos contemplar hoy en día. Sólo hay que ver el uso que los gobiernos de la Generalitat han hecho históricamente de los medios de comunicación públicos, y muy especialmente de TV3.

"La televisión pública catalana bombardea con una propaganda independentista simplista y mentirosa. Durante meses ha recurrido a una retórica victimista que quiere hacer creer, de forma grotesca, que Catalunya es víctima de un regreso a la dictadura franquista". No es una opinión personal, ni la de un unionista acérrimo. Es un editorial publicado en Le Monde el 23 de octubre de 2017. Un par de meses más tarde, un programa de France 2, Envoyé Spéciale, hacía un reportaje sobre la televisión catalana y concluía que TV3, la más importante de las redacciones de todos los medios catalanes, con más de 300 periodistas, se ha instrumentalizado al servicio de la independencia. Lo afirmaba mostrando las pegatinas que poblaban la redacción pidiendo la libertad de los políticos presos o la validez del pseudoreferéndum del 1 de octubre de 2017.

Las cosas no han cambiado mucho en estos últimos años. Hoy Jair Domínguez, colaborador de un programa pretentidamente humorístico, puede insultar a un diputado diciendo que "si vives en Catalunya y no hablas catalán o eres tontito o mala persona", mientras apela a quemar coches, calles y contenedores. Otros, como Empar Moliner, que obtuvo una cierta notoriedad por prender fuego a la Constitución en directo, puede insinuar gratis que el Estado envió temporeros enfermos de la covid-19 a Lleida para infectar Catalunya. Mención especial merece la sección de deportes, donde hay periodistas como Xavier Valls, que no sólo desprecia a miembros de la oposición parlamentaria acusándolos de connivencia con los atentados yijadistas de agosto de 2017, sino que retuitea mensajes donde se les califica de babosas. Jordi Robirosa opta por el peloteo clásico y se limita a comentar, en medio de un acto deportivo, que "Quim Torra es un intelectual con una capacidad cultural brutal, y quien diga lo contrario no sabe lo que dice".

Es así, y no a través de los informativos, que TV3 intoxica a la opinión pública. Y no pasa nada. No hay ninguna consecuencia, porque cualquier queja que se haga va a parar al Consejo Audiovisual de Catalunya, donde todos los miembros tienen el mandato caducado y que en sus veinte años de existencia nunca ha reprobado a la televisión catalana. De hecho, en sus informes elaborados en periodos electorales, nunca se han recogido las advertencias que TV3 suele recibir de la Junta Electoral.

La televisión catalana ha renunciado a ser la BBC del sur, como pretendía en sus inicios, para convertirse en una maquinaria que difunde consignas artificiales para construir el imaginario independentista. Para imponer una única verdad convertida en dogma. También es la repartidora que engorda empresas audiovisuales afines a la causa y premia la fidelidad de los mártires caídos en acto de servicio propagandístico. Es el caso de Mònica Terribas, locutora que el 1 de octubre difundía por la radio pública, como gran primicia, los lugares donde circulaban las patrullas de la Guardia Civil y la policía nacional, recompensada ahora con un contrato de 1,35 millones para hacer un nuevo programa junto con Jordi Basté. Una cifra poco inferior al déficit de 1,8 millones previsto este año para la televisión pública catalana. Y eso que se han desviado cerca de 15 millones de los fondos que el Estado ha dado a la Generalitat para luchar contra la covid.

Al fin y al cabo, ¿qué son unos cuántos enfermos ante la grandeza de iluminarnos con la única verdad verdadera? ¿Qué pensaría Zweig de la Catalunya de hoy?

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