La fusión de CaixaBank y Bankia. ¿Es una buena decisión?

En la UE tendría que haber unos pocos bancos grandes, muy solventes, regulados y controlados, que compitieran en el mercado financiero mundial y una red de bancos más pequeños transnacionales o no, para dar servicio de proximidad a las familias y a las pymes. Todos ellos adecuados a las nuevas tecnologías y a la competencia de sectores no bancarios. La fusión entre CaixaBank y Bankia no va en esta dirección.

La historia de Bankia es suficientemente conocida. En el año 2011 se fusionaron Caja Madrid con seis cajas más. En julio de 2011 salió a bolsa. El valor de las acciones fue manipulado y miles de pequeños inversores fueron estafados. En 2012, para evitar que el banco quebrase, fue rescatado y nacionalizado por el Estado, que aportó 22.400 millones de ayuda pública. Para intentar recuperar esta deuda el gobierno español ha intentado inútilmente vender al mercado su participación en Bankia.

La 'solución' encontrada por el gobierno español es fusionarla con CaixaBank. El nuevo banco se convierte así en el primer banco español, con unos activos de 664.000 millones de euros, 55.000 empleados y 6.700 sucursales. Es una fuga hacia delante. La fusión no presenta ningún proyecto ilusionante de futuro vinculado a Europa y a los profundos cambios que se prevén en el sector financiero mundial. Reducir oficinas y personal no resolverá los problemas de fondo. En un momento de gran debilidad de todo el sistema financiero español, sumar un enfermo a una entidad con debilidades, anuncia ya que tendrá que recibir nuevas ayudas públicas.

La Caixa de Pensions per a la Vellesa i d'Estalvis de Catalunya i Balears, hasta ahora "La Caixa", fue fundada en Barcelona en 1904 por Francesc Moragues i Barret. Tiene una larga historia. Ha sobrevivido durante más de cien años a revoluciones, república, guerra civil y dictadura. Con sus activos de 445.000 millones de euros, 35.000 empleados y 4.600 oficinas que le permiten estar arraigado en Catalunya y tener una alta penetración en toda España, pensando en grande, podría haber formado parte de un importante banco transnacional europeo que es hacia donde va el futuro.

Esta fusión reduce la competencia y concentrará todavía más el sistema financiero que actualmente ya está en Madrid. El resultado final de la fusión es de temer que ya es conocido. Nominalmente tendrá la sede en Valencia, pero se dirigirá y gestionará desde Madrid. Es un proceso ya vivido. Las fusiones entre compañías con sede en Barcelona como Catalana de Gas, la constructora FCC o la eléctrica Enher, ya nos enseñaron el camino, han acabado en Madrid. El decreto del gobierno español para facilitar el traslado de empresas fuera de Catalunya sólo remachó el clave.

Los poderes fácticos españoles siempre han impulsado la centralización en Madrid. Sólo hay que ver el sistema radial de autopistas, ferrocarriles, vuelos al aeropuerto de Barajas o los cinturones-autopistas en torno a Madrid, que han quebrado, y que estamos pagando entre todos. ¿Donde están las principales instituciones del Estado o las compañías que cotizan en el IBEX 35? Ya han conseguido también que Madrid sea la comunidad con el PIB más grande en volumen y per cápita.

La centralización desde el punto de vista económico, social y cultural es ineficiente y no aprovecha el potencial humano y económico que hay en todo el país. Después nos sorprendemos de los problemas que genera la "España vacia". Las élites extractivas que fomentan la centralización, están más preocupadas por influir en el BOE y ganar concursos de obra pública, que en modernizar el país. Su acumulación de poder y capacidad de influencia, vaciando España, sólo puede llevar a la decadencia.

Con esta fusión las actividades financieras de las empresas y familias catalanas se las aleja de los centros de decisión. Con todos sus defectos las cajas de ahorro y los bancos catalanes realizaron el papel de proximidad y relación personal.

La crisis sanitaria, económica y social actual y las profundas transformaciones que se prevén, esperamos que favorezcan el surgimiento de nuevas élites que con una visión de globalidad, centrando su interés en la innovación, la competitividad y la eficiencia con sensibilidad social y ecológica, aprovechen la potencialidad de todo el país. Sería una buena manera para pensar que un futuro mejor para todos es posible.

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