De todos los desenlaces posibles de la estampida Messi, que ha puesto el mundo del fútbol boca abajo, la paradójica realidad es que si el presidente Josep Maria Bartomeu cae en la brega por culpa del burofax, a Leo se le cierran todas las puertas de salida, pues la Comisión Gestora que se haría cargo del club no podría autorizar la venta de un activo tan importante como el jugador más valioso del planeta y de la historia del fútbol.
Por lo tanto, para irse al Inter cómo parece ser la intención del delantero argentino y de su entorno necesita que el presidente resista el embate de la oposición y del entorno para iniciar un proceso de negociación que, por otro lado, resulta inevitable para solucionar esta compleja tensión provocada infantilmente por los abogados de Messi. Sin Bartomeu a la cabeza del club la presunta posibilidad de acabar su carrera en el Inter cómo ha trascendido se cierra hasta el mercado de invierno o el verano de 2021 cuando cumple contrato.
No hay defensa legal capaz de sostener lo que Messi pide, por más que el bufete Cuatrecasas haya trabajado la carta de Leo en la que solicita la resolución de su contrato al amparo de la cláusula que le permitía liberar de sus compromisos contractuales con el F C Barcelona si lo hubiera planteado el 10 de junio pasado o, en todo caso, veinte días antes del último partido de la temporada del Barça o de la final de la Champions para poder fijar un punto de defensa jurídico a esta posibilidad.
O se negocia un traspaso con Josep Maria Bartomeu dirigiendo las operaciones o no hay ninguna salida, aunque haya bastantes medios y la oposición apelando a la posibilidad de que un gesto de dimisión podría frenar a Messi, extremo que no tiene ninguna verosimilitud y que no sólo haría afear para siempre jamás la imagen del futbolista, sino que los socios en su totalidad rechazarían. Esta sólo parece ser una maniobra perversa de los que necesitan que haya elecciones desesperadamente.
