Los dos italianos que intentaron salvar la vida a Puig Antich

En toda Europa nacieron diversos comités que se oponían rotundamente a la pena capital, reclamaban su suspensión y exigían democracia para el conjunto de España
Documentos y pasquines contra la ejecución de Salvador Puig Antich
Documentos y pasquines contra la ejecución de Salvador Puig Antich

En 1764 el filósofo iluminista Cesare Beccaria publicaba el ensayo “Dei delitti e delle pene” en el que replanteaba, desde las raíces, la idea de justicia oponiéndose a la tortura, la pena de muerte y abogaba por la rapidez y certeza de la pena. El texto surgía de uno de los contextos culturales más avanzados de la época, reunidos al rededor de la “Accademia dei Pugni” de Milán, de la cual fueron impulsores los hermanos Pietro y Alessandro Verri, quienes también editaron la más importante revista italiana de corte iluminista, “Il Caffè” (1764-1766). Cesare, en extrema síntesis, inspirándose en Rousseau, Locke y Montesquieu, afirmaba que la autoridad del estado y sus leyes son legitimas mientras no sobrepasen algunos límites establecidos según el parámetro del bien común y por tanto cualquier punición que no derive de una necesitad absoluta es tiránica ya que el único criterio válido ha de ser el de la utilidad social.

El libro, además de ser prohibido en 1766 por la Iglesia, ya entonces fue traducido a distintos idiomas y obtuvo un gran éxito europeo y ‘mundial’, incluso entre ”les philosophes de l’Encyclopédie” como Voltaire o Diderot. En el capítulo XXVIII – “Della pena di morte” Cesare condenaba la pena capital sin fisuras porque la consideraba inútil social y penalmente, y a raíz del hecho de que el estado, para punir un delito, cometía otro a su vez; de hecho el estado, que es la sumatoria de los derechos de la ciudadanía, no debería de tener el derecho de ejercer este poder ya que entre las libertades individuales y colectivas no hay la de matarse mutuamente, elemento que podría conllevar la disolución del contrato social.

«¿Cuál puede ser el derecho, que los hombres se atribuyen, de masacrar a sus parecidos? […] ¿Quién ha querido jamás dejar a otros hombres el arbitrio de matarlo? La pena de muerte no es un derecho, sino que es una guerra de la Nación contra un Ciudadano, ya que juzga necesaria o útil la destrucción de su ser: si conseguiré demostrar que la pena de muerte no es ni útil ni necesaria, habré ganado la causa de la humanidad. […] No es útil por el ejemplo de atrocidad que da a los hombres. Si las pasiones o la necesitad de la guerra han enseñado a esparcir sangre humana, las Leyes moderadoras de la conducta de los hombres no deberían de aumentar el ejemplo salvaje y funesto mediante la muerte legal organizada con ingenio y precisión. Me parece un absurdo que las Leyes, que son la expresión de la voluntad pública, que detestan y punen el homicidio, comentan otro ellas mismas y, para alejar la ciudadanía del asesinato, ordenen un asesinato público».

Después de casi dos siglos, el 2 de marzo de 1974, en la prisión Modelo de Barcelona, Salvador Puig Antich, militante del “Movimiento Ibérico de Liberación”, tras ser condenado a la pena capital por un tribunal militar franquista, fue asesinado mediante el medieval y aterrador método del garrote vil, sin que el dictador Franco, aún con las mejillas mojadas por las lágrimas vertidas al funeral del fascista Carrero Blanco, concediese el codiciado acto de gracia. Asimismo, en toda Europa nacieron diversos comités que se oponían rotundamente a la ejecución y reclamaban su suspensión. Recordemos la petición de Amnistía Internacional del enero del 74 en la que se hacia hincapié en el uso de tribunales militares y se solicitaba directamente al ‘Generalissimo’ (¡escrito en italiano!) la conmutación de la pena de muerte, pero tampoco nos olvidemos, entre otros, de las reiteradas intervenciones de Pablo VI y del canciller socialdemócrata alemán Willy Brandt.

Otro italiano, Altiero Spinelli, antifascista militante y preso político que se pasó dieciséis años en los calabozos de Mussolini, además de ser el principal extensor del célebre “Manifiesto de Ventotene” (1941-44) en el que se postulaba una Europa unida y social, se opuso firmemente a la ejecución de Salvador. De hecho, ya libre, desde los primeros años 60, Altiero había empezado a apoyar a la oposición democrática española y en el 37, cuando esperaba ser liberado por una amnistía general, había manifestado el afán de alistarse en las Brigadas Internacionales (justo tras diez años de reclusión).

Años más tarde, como ‘Comisario europeo por la Política Industrial y Tecnológica’, en fecha de 20 de febrero de 1974, apuntaba en su diario europeo:

«Solicito a la Comisión que haga una intervención al gobierno español para que conceda un acto de clemencia hacia el anarquista Puig Antich condenado a muerte hace pocos días. Soames [partido conservador británico, ndr.] se resiste, dice que no se trata de persecución política sino de un crimen punido por la ley y según la ley española. Le contesto que no es a un inglés a quien tengo que explicar que un proceso hecho por un tribunal militar y con los procedimientos dudosos aplicados en España es sheer persecution [pura persecución, ndr.]. Simonet [partido socialista belga, ndr.] se encuentra demasiado cerca de las elecciones belgas por dejarse a su penchant [propensión, ndr.] conservador y me apoya. Igualmente los demás, y al fin y al cabo Soames cede».

Desgraciadamente los propósitos de Altiero no encontraron un desenlace positivo, y el régimen de Franco pocos días después asesinó a Salvador. Sin embargo, el 14 de marzo de 1974 el Parlamento europeo, a raíz de una proposición de resolución presentada por Hans Lücker (democristiano), Francis Vals (socialista), Jean Durieux (liberal), Peter Kirk (conservador) y Giorgio Amendola (comunista), aprobó una resolución -con algunas enmiendas- en la que se afirmaba:

«El Parlamento europeo,

  • conmovido por los acontecimientos dramáticos sucedidos recientemente en España;
  • proclamando la sacralidad de la vida humana y su reprobación por el recurso al asesinato también por motivos políticos tanto por parte de los Estados como por cada uno de los ciudadanos;
  • reafirmando la validez de los principios de la Carta de los Derechos Humanos según los cuales ningún ciudadano puede ser privado de la ciudadanía por motivos políticos;
  • condenando el recurso de las dictaduras al uso de tribunales especiales para juzgar a los adversarios del régimen imperante;
  • en presencia de la ejecución de Salvador Puig Antich, juzgado por tribunales especiales y de la amenaza de expulsión de España del obispo de Bilbao por parte del gobierno español y de las razones de orden político que se encontrarían a la base del temido proveimiento;
  1. declara que las reiteradas violaciones por parte del régimen español contra los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano y el desprecio de los derechos democráticas de las minorías en una Europa que busca su libre y democrático camino hacia la unidad, impiden la adhesión de España a la Comunidad europea;
  2. encarga a su presidente de transmitir la presente resolución al Consejo y a la Comisión de las Comunidades europeas, y también a los gobiernos de los Estados miembros».

Ni Cesare ni Altiero consiguieron salvar la vida de Salvador, pero sí se puso la semilla de una justicia transaccional europea y mundial, sin fronteras, ni antiguas ni nuevas, además de llamar la atención de la opinión pública sobre la ferocidad sanguinaria del régimen franquista. Asimismo, se retardó la adhesión de España a la Unión Europea sólo hasta después de la llegada de la democracia.

Siempre en ese maldito marzo del 74, quizás inspirándose en Mayakovski, el poeta valenciano Vincent Andrés Estellés, entre otros, escribió una poema muy intenso dedicado a Salvador, para que su asesinato quedase para siempre clavado en la memoria colectiva; aquí un breve extracto:

«De Puig Antich, de la seva mort, davalla el raig permanent / que toca i crema i encén les nostres coses, les feny / Devotament celebrarem com una festa el seu nom la seua memòria que així ens enalteix / i enlairem no una copa de sang sinó la copa de vi novell / i veurem créixer el dia sense marges ni temps / El poble el nostre poble t’ha engolit t’ha fet seu / màrfega suada pensament record pa sement! / Has esdevingut poble en el poble combatent des de la teua mort des de la teua pols / Enlairem el teu record d’alosa de forment que així emplena el dia i creua el firmament / Puig Antich et recorde en el nom de les coses que fem / Dissolt en l’ampla claredat fet música brisa temps! / Per a tu el meu record, aquest jorn planer un dia entre els dies que puja sense rent / Puig Antich, murada i vent!»

Europa o barbaries.

Se agradece muchísimo la ayuda de: Agnès Brouet, “Archives historiques de l’Union européenne”, Firenze – Carlos Vallejo Calderón, CCOO, Barcelona – Andrea Torre, “Istituto Nazionale Ferruccio Parri, Archivio Associazione Italiana Combattenti Antifascisti di Spagna”, Milano – Claudio Mazzolani, “Archivio Storico delle Federazione Anarchica Italiana ASFAI”, Imola – Carles Sanz, “Ateneu Enciclopèdic Popular”, Barcelona – Roberto Viganò, “Centro Studi Libertari, Archivio Giuseppe Pinelli”, Milano – Eloi Bellés Boeta, “Universitat de Barcelona” – Claudio Venza, “Spagna Contemporanea”, Trieste – Pier Virgilio Dastoli, “Movimento Europeo Italia”, Roma.

(Visited 598 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

avui destaquem

Deja un comentario