El Espanyol, mejor a Segunda que salvarse agónicamente y afrontar cambios

Mr. Chen es el problema y la solución
Al Espanyol sólo le queda rehacer el equipo e intentar volver a Primera la próxima temporada

El descenso del RCD Espanyol a Segunda División, según cómo se mire, puede ser una solución, puesto que los jugadores más bien pagados de la plantilla seguramente se pueden liberar; es decir, aliviar una carga económica muy importante de fichas y quedarse el club sólo con los jugadores que sean competitivos para la Segunda la próxima temporada. Además, la LFP compensa el descenso con 20 millones de ayuda para sostener las fichas ineludibles y la parte de los ingresos de TV de diferencia para estar en una categoría u otra.

Este es un premio que sólo se contempla para el primer año en Segunda División. Con los números en la mano, entre seguir a Primera salvo el descenso de milagro y afrontar una renovación a fondo, muy costosa, y bajar con las condiciones que ofrece la Liga, además de uno le ha parecido sospechoso el despido de Abelardo en el momento clave, como si abreviar la agonía también entrara en los planes del accionista principal y mayoritario, que el último mes ha desarmado el ejecutivo y la cúpula deportiva para reconstruirlo todo de nuevo. Ahora el Espanyol tiene una oportunidad, seguramente la última.

Mr. Chen es el problema y la solución
Las pancartas de protesta contra la governanza de Mr. Chen, aparecidas al estadio del Espanyol el día siguiente de perder y bajar con derrota en el Camp Nou, sugieren el último, desesperado y débil aliento social de una entidad que ha dejado de expresar la voluntad de sus seguidores hace muchos años, seguramente demasiados. Los 28 años pasados desde que el club se vio obligado a convertirse en sociedad anónima deportiva han causado un desinterés participativo profundo, a pesar de que, mientras fue propietario Daniel Sánchez-Llibre, este procuró mantener la apariencia de ser un presidente sensible a las demandas, las inquietudes y la voluntad de los que habían sido socios y pasaron a ser accionistas, sin ningun peso en el Consejo de Administración, y finalmente sólo abonados. Ya en tiempo de Dani, el magnate de las conservas, los abonados no pintaban nada.

Tampoco aprobaron que una empresa china se quedara con el club a cambio de cubrir una deuda colosal. Una corporación de negocios a la cual la afición de la Espanyol sólo puede darle las gracias para seguir existiendo. Incluso para seguir existiendo en Segunda División. Por eso la sensibilidad que rodea el fútbol en general empieza a diluirse o a perderse en el olvido a base de una realidad que todo lo mercantilitza en el nombre del marketing y de los ingresos. La nueva religión, pero, acaba siendo la peor de las recetas, como le ha pasado al RCD Espanyol, un club que, por número de abonados, volumen de afición, presupuesto, historia, instalaciones y recursos tendría que estar luchando para jugar en la Europa ­League cada temporada.

O no. El Espanyol no es el primer club víctima de un síndrome de ansiedad europea con un efecto paradójico que arrastra a los equipos a competir brillantemente en Europa y bajar a Segunda la misma temporada. Se da frecuentemente en equipos que, después de muchos años de penurias y fuera de la élite, de repente se ven disputando la Champions o la Europa League. Esta imposible alternancia entre el cielo europeo y el infierno del campeonato doméstico conduce inevitablemente a la locura y al descontrol absoluto. Los errores son siempre los mismos: no reforzar una plantilla poco acostumbrada al desgaste de dos competiciones tan exigentes y dar por sentado que la Liga no será un problema. Así, se entra en una dinámica irreversible y los cambios resultan ser el peor de los remedios. Ni un entrenador detrás el otro ni fichar en invierno a los jugadores que hacían falta en verano han mejorado el rendimiento ni evitado el desastre.

En el fútbol, la clarividencia para diseñar un guion, creer y mantenerlo en las malas rachas de resultados es la clave del éxito. También la falta de experiencia ha condenado al propietario chino del Espanyol, incapaz de saber y entender, como sus asesores, que cada paso adelante cuesta un gran esfuerzo y que la dificultad radica sobre todo en mantener y consolidar este peldaño antes de pensar en subir el siguiente. La caída suele ser más grande y más grave. No es tan difícil de entender, pero se requiere experiencia, serenidad y suficiente personalidad. Nada que le sobre a Chen Yansheng

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