Recordar el pasado para mejorar el futuro

Después de varios días sin pisar la calle, salí a dar una vuelta por el barrio barcelonés de Sant Andreu , zona donde resido desde que nací. Es muy posible que durante el trayecto me cruzara con personas conocidas que no reconociera por las mascarillas. El paso del tiempo, supongo, nos acostumbrará a esta nueva realidad. Al cabo de un rato andando, me crucé con una señora, bastante conocida en el barrio, que vive en la calle. No llevaba mascarilla ni ninguna protección. Iba, como habitualmente, arrastrando un carro lleno de bolsas. A menudo pasa horas en la biblioteca del barrio o bien en los bancos de las estaciones de metro durante los meses de invierno. ¿Qué debe de hacer estos días? ¿Donde debe de ir? Son algunas de las preguntas que me hice sólo verla.

El caso de esta señora, junto con las personas que recogen comida de los contenedores de los supermercados cuando estos cierran al atardecer o las familias que son desahuciadas de sus viviendas, entre muchas otras realidades, son la cara más fea de una sociedad que ha evidenciado no haber dedicado suficientes recursos públicos al estado del bienestar. En este sentido, la pandemia ha mostrado que las personas vulnerables lo serán cada vez más. Hay que revertir esta dinámica que ya estamos viendo con nuestros propios ojos. Es deber de las administraciones públicas evitar que esto sea así, pero hará falta también la colaboración y cooperación de la ciudadanía y de las entidades sociales. Unas entidades sociales que han llevado a cabo una enorme tarea estos días en plena crisis sanitaria.

El coronavirus ha golpeado duramente a todas las sociedades mundiales, pero también ha mostrado que algunas poblaciones tenían más conciencia social de la importancia de la educación, la sanidad o las residencias de ancianos que otras. Aún así, el cierto es que la Covid-19 ha afectado a todo el mundo en grados e intensidades diferentes.

En Catalunya, a pesar de que muchos colectivos sociales y algunos grupos políticos han advertido durante los últimos años de la importancia de tener unos servicios públicos fuertes, la realidad es que el debate público ha estado prácticamente monopolizado por el encaje territorial de Catalunya en España y de todas sus derivadas. El problema político no está resuelto y el estado del bienestar catalán ha quedado reducido en los últimos años por los fuertes recortes presupuestarios y las constantes privatizaciones de centros de salud.

¿Quién nos garantiza que, después de la crisis sanitaria, el gobierno catalán invertirá lo que corresponde en sanidad, educación o dependencia? ¿Quién puede asegurar que no recortarán más personal sanitario y no cerrarán plantas de hospitales? Si bien es cierto que Quim Torra en el año 2012 no era diputado ni formaba parte del gobierno, la realidad es que el espacio político de CDC ha sido reemplazado por el de Junts per Catalunya, del que el presidente catalán es uno de los artífices. Además, Torra ha adoptado diferentes compromisos sobre su objetivo político, pero aún es tiempo de que se comprometa por el día a día de las personas, que es lo que realmente afecta al bienestar de una sociedad.

Es curioso que el expresidente Artur Mas, que siempre aparece en los momentos importantes 'de país', no haya sido capaz de reconocer, en alguna de estas apariciones políticas, que abandonaron y empeoraron la atención a las personas, y especialmente a las familias y hogares más desfavorecidos. Ahora bien, si dijera eso, dejaría en una posición muy comprometida a los postconvergentes de cara a una convocatoria electoral autonómica. Y éso no le interesa a él, que siempre está dispuesto a volver a la primera escena política, ni a su espacio político, que no quiere ver ni en pintura la conformación de un nuevo gobierno progresista en Catalunya. Pero los errores en política hay que asumirlos. Demuestran honestidad y transparencia. Y en Catalunya en los últimos años no ha habido ni una cosa ni la otra por parte de los diferentes ejecutivos autonómicos 'convergentes'.

Sin embargo, el pesimismo se impone: si por la llamada con el micrófono abierto durante la reunión de Mesa, el vicepresidente del Parlament, Josep Costa, no sólo no ha asumido el error y ha dimitido, sino que ha creado un relato alternativo del que han ofrecido la mayoría de medios de comunicación ¿cómo van a asumir los recortes en materia sanitaria o la dejadez de las residencias de ancianos que han afectado a centenares de miles de personas los últimos años?

Las problemáticas sociales actuales son de una enorme complejidad y, siendo realistas, ni con la mejor voluntad política y social del mundo se resolverán de un día para otro. Hace falta, antes de que nada, voluntad política para resolver los problemas que afectan a la ciudadanía. Y sin voluntad, difícilmente la realidad cambiará. Tampoco, desgraciadamente, la de la señora que vive en la calle y que me crucé por la calle días atrás. Los gobernantes no tendrían que perder de vista que de vida sólo hay una y que hay que dedicar el máximo de recursos públicos para que la calidad de vida de todo el mundo mejore. También la de los más desfavorecidos.

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