El día de Sant Jordi, seguramente en el momento más inoportuno del confinamiento, la Federación Catalana de Fútbol (FCF) ha decidido reunirse y emitir un comunicado en el que da por acabada la temporada en cuanto al fútbol amateur y el fútbol formativo, que agrupa a 1.300 clubes y centenares de miles de practicantes federados.
Ahora bien, este final anunciado, previsto y exigido por los clubes no ha llegado acompañado de una sola aclaración sobre el régimen aplicable de ascensos ni descensos, ni tampoco sobre qué pasa con las tasas abonadas en concepto de licencias, mutualidad y cánones informáticos previamente avanzadas por los clubes por servicios que, en un 30%, no se han prestado.
Ni una palabra sobre la gestión de las ayudas al deporte anunciadas por la Secretaria General del Deporte ni sobre como enfocar la próxima temporada con la incertidumbre sobre cómo mantener las escuelas de fútbol, la mayoría ubicadas en barrios, zonas y poblaciones de alta densidad y un nivel de vida en el umbral de la pobreza, que serán devastadas por la catástrofe económica que viene.
Los clubes, a diferencia de la directiva de la Federación que preside Joan Soteras, han estado semanas acordando las medidas más racionales y lógicas de aplicación para resolver los ascensos y descensos, trabajando y planteando estas soluciones que, ahora, cuarenta días después del inicio del confinamiento, dice la Federación que consultará con los presidentes.
No le puede extrañar a Soteras que se haya consolidado un movimiento propio de presidentes que, por invitación del presidente del Gavà CF, Iván Carrillo, reúne opiniones, adhesiones y el resultado de los debates lógicos en esta situación para resolver los graves problemas que afectan al fútbol catalán, pero no a la junta de la FCF, distanciada e, incluso, en contra de los clubes. Ya no se puede hablar de motín ni de conspiración, sino simplemente de una autonomía que deja a la FCF y a su presidente como un personaje de broma, incompetente e inservible. Aunque mande.
