¿Como nuestros bisabuelos?

No hemos descubierto nada nuevo. A menudo, cuando decimos que nunca antes había pasado nada parecido, nuestra soberbia nos hace ignorantes. Si nuestros bisabuelos viviersen todavía nos podrían explicar, con todo lujo de detalles, como sobrevivieron a la enfermedad del siglo. Las noticias sobre la pandemia llenan los contenidos de los medios de comunicación, saturan las olas de radio y copan la pantalla de la televisión. La magnitud de la tragedia de esta enfermedad es enorme. Tan grande como pequeña es nuestra memoria.

Sin querer caer en pedanterías, les recomiendo que den un vistazo a las hemerotecas. Consulten –ahora está todo digitalizado– la prensa de los años 1918 y 1919. La Primera Guerra Mundial se acababa, el presidente americano Woodrow Wilson practicaba el intervencionismo en Latinoamérica, Gabriele De Annunzio gobernaba en Fiume y la industria catalana empezaba a tambalearse por la crisis. Un servidor lo ha hecho. He dado un vistazo a los diarios de la época; no para jugar a las estadísticas, sino para buscar coincidencias, para ver si las actuaciones de las autoridades y las de la ciudadanía tienen alguna similitud con las actuales.

La prensa de aquel tiempo fue prolija en comentarios sobre el tema. La Vanguardia, El Correo Catalán o el Ciero llenaron páginas dando fe de los estragos que provocaba la gripe española. Para escribir estas rayas he consultado el diario republicano El Diluvio. Considero que nos permite corroborar
que nuestros bisabuelos reaccionaron, salvando las distancias, casi cómo nosotros ante los problemas derivados de la pandèmia.

El 19 de octubre de 1918 el diario en cuestión publicaba que la tintura de yodo era un tratamiento ideal, sencillo y eficaz contra la gripe. Lo hacía recomendando 5 gotas de yodo a la hora de comer, disueltas en un vaso de leche, y 5 más a la hora de cenar. Otro de los remedios milagrosos era beber con constancia vinos de la marca El Duque… Leído esto se no queda otro remedio, en pleno 2019, que pensar en el señor Pàmies y sus remedios milagrosos con la lejía. Nada de nuevo bajo el sol.

Pero hay más detalles coincidentes con la actualidad en las páginas de este rotativo, que diariamente notifica el número de defunciones, como hoy lo hacen puntualmente los medios. El 19 de octubre de 1918 murieron en Barcelona, según El Diluvio, 208 personas. También nos hace saber que el alcalde, Morales Pareja, atendiendo a las reclamaciones de los vecinos de Can Tunis, ante la carencia de lavabos públicos, dispuso que les fueran facilidtados 30 de portátiles. También nos explica que los bomberos actuaban limpiando y desinfectando las calles del Casco Antiguo, Sants, Gràcia y Sant Martí, como hoy hace la UME. Y, como no podía ser de otro modo, Gobernación ordenó a todos los alcaldes remitir un comunicado diario sanitario de sus localidades, tanto por lo que hacía a necesidades, como al recuento de víctimas.

¿Quieren más parecidos? Pues los hay a chorros. Cómo, por ejemplo, un acuerdo de la Junta de Sanidad en que se prohíbe ir a los cementerios o se pide prescindir de curas en los velatorios de difuntos para reducir los contagios. También hay recomendaciones para las pompas fúnebres, a las que se aconseja que reduzcan las modalidades de sus ataúdes para facilitar su fabricación rápida y satisfacer la demanda. La prohibición de celebración de fiestas y bailes, la obligatoriedad de desinfección diaria de teatros y cinematógrafos guarda una cierta correspondencia con nuestra cotidianidad. El diario explica también como la Cruz Roja –como algún voluntariado de nuestro tiempo– se dedicaba a la tarea de recoger los cadáveres en las casas de la gente pobre y sin medios.

La gripe del1918 llegó a oleadas, y la más mortífera fue la del otoño de aquel año. Hasta el año 1933 no fue posible aislar el virus. Nosotros estamos pendientes de saber como exterminarlo. Última reflexión: La pandemia de 1918 fue uno de los prólogos que dio paso a una etapa de gran conflictividad social. Los paralelismos son un tanto forzados, lo sé. Es evidente que ni la sanidad ni la sociedad del siglo pasado tienen mucho que ver con las actuales. Pese a todo, hay que recordar que la situación de entonces causó un gran desconcierto entre la ciudadanía. El aturdimiento colectivo
preludió épocas duras. Y ahora, la ciudadanía está desconcertada. Cuidado, pues.

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