Del cinismo considerado como una de las bellas artes

Cinismo político del bueno. Cinismo entendido como desprecio por cualquier valor y principio. ¿De qué otra manera podemos calificar la reaparición pública de Boi Ruiz? ¿Lo recuerdan? Es aquel consejero del autoproclamado gobierno de los mejores que lo dio todo para desmontar la sanidad pública, mientras su presidente reclamaba construir estructuras de Estado. El mismo que sale ahora en los medios de comunicación a decirnos que después del coronavirus "los gobiernos no se podrán permitir recortes en sanidad".

Imaginamos que lo dice con el dolor de quien contempla una obra inacabada, pues la memoria nos alcanza para recordar aquellos tiempos en que, como máximo responsable de la sanidad pública, recomendaba hacernos de una mutua privada.

El legado de Ruiz fue nefasto. Recortó el gasto sanitario en más de 1.600 millones de euros. Algún rincón de su cabeza escondía la idea de que a menos dinero más calidad en el servicio, pues uno de sus argumentos favoritos era que "mantener el gasto sanitario nos llevaría a tener un sistema similar al de Ruanda o Burundi".

Catalunya no ha recuperado todavía la inversión en salud pública previa a su gestión. Está claro que esto nunca ha preocupado mucho a sus sucesores. Ya nos lo explicaba a las claras el portavoz de lo que un día fue Convergència en el Parlament, Eduard Pujol, cuando decía que "las cuestiones sociales –sanidad, servicios a las personas o educación- son migajas que no nos tienen que distraer del objetivo final".

Siempre atento y sensible al estado de la opinión pública la gran Laura Borràs, aprovecha la coyuntura, para decir la suya: "recortar siempre tiene consecuencias, cualquier recorte en el sistema de salud lo acaba sufriendo toda la ciudadanía". Obvia entrar en quién escatimó en hospitales, y lo hace conscientemente, pues no se priva de decir que "no se tiene que entrar en la demagogia de debatir quién hizo los recortes". Más cinismo. Pura destrucción de los fundamentos morales que tendrían que sostener las instituciones, con el único propósito de escurrir el bulto.

Salen a hablar ahora, cuando se ha hecho patente que el Gobierno de la Generalitat ha hecho caso a las palabras de Eduard Pujol y no se ha distraído mucho. Ha pensado tanto en Catalunya, que los catalanes han quedado escondidos en un rincón.

Las declaraciones de Ruíz y Borràs coinciden con la publicación de un documento del SEM donde se recomienda evitar el ingreso en las UCI "de pacientes con escaso beneficio". Una terminología que trata las vidas de las personas como si fueran un activo bancario y, detrás del cual se esconde una siniestra negativa a prestar atención a los mayores de 80 años. Una condena a muerte para muchos de nuestros abuelos.

El escándalo que genera el documento es mayúsculo. Tanto, que Joan Ramon Masclans, presidente de la Sociedad Catalana de Medicina y jefe de la UCI del Hospital del Mar, aparece en los medios para explicarnos una cosa tan poco tranquilizadora como que este triaje se hace siempre, con Covid-19 o sin él. En otras palabras, ya hace tiempos que Catalunya ha decidido que el ahorro pasa por recortar las vidas de la gente mayor, por mucho que la Organización Mundial de la Salud critique los criterios de edad a la hora de prestar asistencia.

De mientras, la Generalitat pone trabas a la construcción de hospitales de campaña arguyendo que su estética es demasiado militar. Algunos médicos denuncian que no contacta con el Gobierno del Estado o con otras comunidades autónomas con menos presión asistencial para pedir ayuda. Se bloquean desinfecciones de residencias de abuelos por el simple hecho que las hacen soldados. La cosa llega a tal extremo que un juzgado de instrucción decide abrir diligencias.

La realidad es terca, casi tanto como la incapacidad de un Gobierno autonómico cegado por las banderas. Al final hay que solicitar el socorro del ejército español, pero primero, el consejero de Interior, Miquel Buch -el mismo que se muestra incapaz de parar el incivismo de los que salen a la carretera para pasar la Semana Santa en el chalet de La Cerdanya– deja bien claro que el auxilio no se pidió antes "por solidaridad con las comunidades autónomas que no disponen de un sistema de emergencias propio".

El coronavirus ha hecho emerger en Catalunya el cinismo sobre el que se ha construido el país oscuro y tenebroso que somos. Una patria tan triste que pone dinero y banderas por encima de la vida de las personas.

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