«La izquierda tiene que ser capaz de volver a ilusionar»

Entrevista a Pedro Fernández Herrero
Pedro Fernández Herrero
Pedro Fernández Herrero

Economista. Trabajador de Banca. Militante de izquierdas, preside Alternativa Ciudadana Progresista y, a través de ella, participa, entre otras entidades, en la Coordinadora 14 de abril, y en la Asamblea Social de la Izquierda de Cataluña (ASEC/ASIC).

Parece, como en muchas otras cuestiones, que una cosa es denominarse de izquierdas y otra serlo ¿Qué es ser de izquierdas?

En Economía, se habla del equilibrio.  Permanentemente, se está en un equilibrio. Otra cosa es a quien beneficia y a quien perjudica el equilibrio. Hay equilibrios dinámicos, que se mueve en el tiempo, pero con una trayectoria, una lógica. En la izquierda hablamos de un cambio de paradigma, por decirlo de alguna manera. De algo que va más allá de la dinámica del equilibrio, de algo nuevo, pero con la gente de hoy. Es difícil imaginar que los comportamientos (las reacciones económicas, sociales…) de hoy, mañana van a ser diferentes solo por decir que van a ser diferentes. No se llega a la decisión del aborto de un día para otro, sino que hay una tendencia, un equilibrio dinámico que hace que no pueda mantenerse la idea tradicional de la reproducción y la crianza. Una de las cosas que la izquierda no hemos sido capaces de hacer dentro del sistema capitalista es encontrar un hueco en el que ser útil, en como modificar la evolución de ese equilibrio, avanzar en esa dinámica.

¿Qué es lo que, en definitiva, mueve a las personas a considerarse de izquierdas o de derechas?

Lo que marca la diferencia es la convicción personal de los de derechas de que uno tiene lo que se merece y, por tanto, lo que otros no tienen es también porque no se lo merecen. Dentro de ello, se acepta una desigualdad, que es justa. Y se lo gasta porque lo que tiene y es suyo. No se plantea como lo ha conseguido, cual es el origen de la propiedad privada. Se podría argumentar que, inicialmente, la propiedad privada se fundamentaba en que alguien iba a cuidar mejor la riqueza y expandirla al conjunto, teniéndola el solo. Pero desde el momento en que hay gente que dilapida su riqueza, simplemente, porque es suya y lo puede hacer, y no tiene la necesidad o la obligación de reinvertirla socialmente, hemos pervertido aquel criterio de la propiedad que parecía inspirar el sistema capitalista, cuando se planteaba la mejora individual porque lo hacía para el conjunto. Desde el momento en que eso no es así, y deja a mucha gente fuera, surge una oposición, a la que se ha dado en llamar la izquierda ¿Cómo cambiar este estado de cosas?, es la gran pregunta que hay que hacerse.

¿A veces, la izquierda no substituye “el análisis concreto de una cosa concreta” por dogmas, épica o construcciones heredadas?

Pensamos que hay una sola sociedad y, en realidad, hay muy distintas sociedades en lo que aparenta ser una. Tendemos en ocasiones, sobre todo entre los más instruidos, a citar los clásicos, pero uno se va un bar de Montcada y mejor no hablar de Rosa Luxemburgo, porque ni te acabas la cerveza. La manera de llegar tiene que ser otra. Y ahí es donde estamos fallando. No logramos hacer entender a la gente que si te contratan para enyesar un sábado te estás llevando un dinero, parte de ello en negro, que te viene muy bien. Pero esas soluciones individuales no valen cuando hay un parón y ni el yesero, ni el persianero, ni nadie trabaja. No sabemos explicar que las cosas hechas de una determinada manera pueden ser más beneficiosas en el tiempo que las soluciones individuales, que son las que propugna el sistema. En nuestro pasado se buscaba la felicidad, que empieza por tener una seguridad a lo largo de la vida.

¿Ha substituido la izquierda una utopía, que fue su razón de ser y ha movilizado a muchísima gente a lo largo del tiempo, por constructos reduccionistas, disfrazados a veces de pragmatismo?

Sin ir más lejos, la Iglesia ha sido bastante más inteligente que nosotros, al pasar de estar en un primer plano y ser claramente beligerante a, hoy en día, estar ahí, no se sabe bien como, pero tiene los mejores colegios… Hay que volver a ser capaces de ilusionar, en base a alguien que le ves como tú. Corbyn se ha presentado en las elecciones inglesas con un programa muy de izquierdas, y no le han votado ¿Por qué? Pues quizá porque se le percibe como un profesor universitario, muy buen tío…, pero con el que quizás no te irías a tomar una cerveza. Boris Johnson, sin embargo, va de cómo se ven muchos a sí mismos. Y como no crees en las soluciones ni de uno ni de otro, pues acabas votando por el que mejor te cae, o para darles donde más les duele, por la sal gorda… Y habría que ver cuál es el papel de los sindicatos, que pasó con el laborismo de Tony Balir… El pasado, en fin, es pasado y ahí está. Las iglesias las construyeron nuestros antepasados y no hay que quemarlas. Otra cosa es parar a la élite eclesial. Y se tiene la sensación de que el sindicalismo está para hacer lo que le ordenan los que dan la subvención. Hay afiliados, si ¿Pero hay convicción ¿Hay movilización de esos afiliados?

Izquierda socialdemócrata, transformadora, guay… ¿No parece que todas ellas coinciden más en tratar de contar padecimientos a los que los padecen (cosa que ellos conocen mejor que nadie) que en lo que hay que hacer para superar los padecimientos?

Somos fenómenos en la crítica, pero nos cuesta plantear soluciones claras y entendibles ¿Hay dinero para la Renta Garantizada de Ciudadanía? Obviamente, lo hay ¿Por qué no se está implementando cuando todos los partidos lo aprobaron en el Parlamento catalán? Porque al gobierno de la Generalitat no le da la gana, y prefiere dedicar el dinero a otras cosas. Hemos de ir más allá. Sí. Recrear las utopías, pero, al final, la perspectiva de renta condiciona muchísimas acciones de la gente. En principio, quienes nos sentimos de izquierdas consideramos que todo el mundo es de todo el mundo y que el mundo es para todos. Y eso, más o menos, entre comillas y con muchas excepciones, en España funciona de algún modo. Pero, en cambio, a la hora de movilizarse surge el temor a que algo o alguien pone en riesgo nuestra forma de vida y acabamos votando a Trump o a cualquiera que es blanco, catalán o lo que sea, como tú. Ahí es donde hemos perdido la batalla, el oremus, el sentido de las cosas. Porque intentar encontrar en el nacionalismo el camino de la izquierda es tirarse tiros en el pie a bocajarro, y caminar justo en la dirección contraria. La dirección pasa por preguntarse qué queremos. Queremos que haya un producto y que la distribución del producto sea equitativa, y centrarnos en que, además, otra serie de cosas dan satisfacción a la vida.

Llegados a este punto, ¿No crees que, cada vez, más el mercado aparece como la expresión más acabada del Apocalipsis, según San Juan?

Mercado siempre habrá. Otra cosa son los elementos centrales de ese mercado. El capitalismo ha crecido comiendo terrenos. En los países que tenían una infraestructura previa lo ha hecho de manera rápida y con cierto orden. Después se ha desbocado y todavía le queda mucho recorrido, en lugares como África, con los consecuentes efectos. Uganda es ya el tercer país del mundo que más refugiados tiene. El capitalismo siempre dice que encontrará la manera de solucionar los problemas que genera, pero la realidad es que esto no ocurre. Cuando el capitalismo se remitía a Europa y poco más, todavía era posible controlarlo. Hoy ha ocupado el planeta entero. Y la izquierda no ha asumido que representa todo esto. 

¿No le ha llegado a la izquierda la hora de refundarse, sobre novísimas bases?

Cuando se critica a Greta Thunberg o a otros, no hay un planteamiento sobre cuál es la alternativa. La izquierda que quería transformar las cosas, crear una línea dinámica claramente nueva, al menos se hacía un planteamiento respecto a la mujer, por poner un ejemplo, como persona, con los mismos derechos y deberes de que los hombres. De ahí, su apoyo al divorcio, el aborto, etc. Aquello es, cada vez más, algo que forma parte de los cambios del sistema. Así deja de parecer una reivindicación de la izquierda para ser cuestión de todos, digamos. Y eso tenemos que tenerlo muy en cuenta.

¿Y qué es ser de izquierdas, hoy?

Lo primero, encontrarnos. No está nada claro que es ser de izquierdas y, por tanto, que propone y por qué camino vamos. Superados otros problemas del pasado, ser hoy de izquierdas está en plantearse la continuidad de la Humanidad, con parámetros humanistas. Este equilibro en el que estamos ya se ve que no es sostenible. Hay que ver qué cambios hay que hacer, a que hay que renunciar. Sin olvidar, por ejemplo, si esto es posible con un sistema de Estados.

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