¿Seny, rauxa, o delirio obsesivo de masas?

El idioma catalán tiene unas palabras que intentan definir a su gente: el seny, sentido común, o prudencia y la rauxa, su antónimo, que significa arrebato, decisión repentina que se toma sin pensarla mucho. Descritos por Jaume Vicens Vives ("Notícia de Catalunya" 1954), ser arrauxat es vivir con falta de cordura, obedecer a impulsos emocionales, actuar de forma impulsiva, opuesta a la racionalidad.

El general Espartero (es histórico) recomendó, que Barcelona fuera bombardeada cada 50 años para templar la rauxa emergente del espíritu de los catalanes después de periodos de seny. Otro general del alzamiento, Queipo de Llano, bombardeó Barcelona en 1937.Transcurridos más de 80 años "sin afortunadamente ningún bombardeo", la premonición, sin embargo, se confirma. La rauxa de una buena parte de la población catalana campa a sus anchas, voceando incontenible, después de años de seny y prosperidad, causando pérdidas económicas y fracturas afectivas difícilmente recuperables.

"La otra" población catalana -más de la mitad-, "rehenes" del "silencio de los corderos" (ver entrega1), está en casa boquiabierta, contemplando unos hechos, primero festivos pero que evolucionan  en engaños, desengaños, fugas, concentraciones y detenciones, hasta que llega el espectáculo inaudito de una Barcelona en llamas, encendida por una parte de los mismos catalanes que exaltados, van equipados, organizados y aleccionados por unos instigadores que desde una "supuesta" sombra, dan órdenes estratégicas y planificadas suministrando los recursos necesarios para "hacer el trabajo".

¿Quién y cómo se ha permitido que una ciudad próspera y sensata como Barcelona arda? ¿Cómo es posible que la rauxa se convierta en delirio para casi dos millones de personas, de las cuales una parte –hasta ahora de "gente de paz"-, siguiendo órdenes, deviene violenta, en una acción dirigida, que sorprende a las fuerzas policiales. Mientras, la otra parte de la "gente de paz", se mantiene "estratégicamente" en silencio apoyando implícitamente la extorsión. Tratemos de encontrar respuestas a este fenómeno en la Psicología Social.

Psicología de las masas. Le Bon nos explica en su libro de igual título porque unos individuos pueden irse contagiando del comportamiento de otros, hasta conformar un colectivo compacto que sigue ciegamente instrucciones, recibidas siempre desde un mandot único, sin cuestionarse nada, por surrealista, amoral o estrambòtica que sea la orden. Al pertenecer a un gran grupo homogéneo, el individuo pierde su independencia de pensamiento para subordinarse al grupo, un grupo que puede llegar a cometer las peores barbaridades, que considerará legítimas, al quedar protegido por el grueso de una masa que no se puede equivocar.

Los instigadores han conseguido, pues, un "ariete" extraordinario que no dudarán en proyectar contra todos los que se opongan a sus exigencias, animando a aplaudir propuestas que serían execrables para el individuo pero que son loables para el grupo. Así pues, no se trata de un trastorno individual, si no de un fenómeno colectivo.

Delirio obsesivo colectivo. Cuando un grupo, sociedad o parte de ella, pierde el sentido de la realidad para adentrarse en un comportamiento exclusivamente regido por emociones que cursan en exaltaciones del estado de ánimo (ansiedad, llantos, angustias, o lamentos paralelamente a sacrificios físicos o económicos) la racionalidad no tiene cabida.

Añadiendo a este perfil un pensamiento simplista y sugestionable, el colectivo se enroca en una disonancia cognitiva (Tensión o ansiedad que experimentan los individuos cuando sus creencias o actitudes entran en conflicto con su comportamiento. "Sé que fumar es peligroso pero no dejo de hacerlo porque a mí no me pasará nada"…) que el objetivo finalista del propio gran grupo mantiene intacta

El grupo se anima él mismo, encontrando "el valor" de abuchear, insultar, maldecir o incluso agredir a los percibidos como enemigos. Eso sí, siempre que se esté en grupo, que es lo que les da la fuerza y la "legitimidad", un comportamiento que no osarían tener de forma individual o aislada.

El mismo Freud nos dice: "el individuo se ve como miembro de una tribu, pueblo, casta o institución que se organiza en una masa o colectividad". Si en un momento dado parte de este colectivo por razones de diferenciación o toma de poder decide aislarse del resto, hay que transformar la parte rechazada en enemigo "imaginario" que justifique el proceso de separación.

Además de los grupos sectarios, religiosos o directamente de la milicia, podemos identificar, además del secesionismo, por razones de reivindicaciones políticas, ejemplos cercanos de "rauxa de multitudes": los indignados del 15M (España), la primavera árabe (Tahrir), los chalecos amarillos (Francia) o últimamente el movimiento de las sardinas (Europa). Cada colectivo con su específico y particular bagaje de contenidos reivindicativos.

Llegados a este punto del artículo, los lectores ya habrán percibido que la psicología social de masas que nos explica muy bien la dinámica de este fenómeno, es aplicable, desde la A a la Z, a lo que está pasando en Catalunya. Ojalá que la reflexión que aquí proponemos sea compartida también por aquellos lectores vinculados al procés y que ahora mismo están leyendo, ellos sólos, este artículo. Esta sería, si no la única, sí una buena manera de tomar cierta distancia emocional y hacer entrar en el pensamiento la racionalidad que la emoción nos hurta.

Pérdida de valores y virtudes propios. Una vez que el individuo queda insertado en una multitud, casi siempre con signos plásticos de identificación externa (ropa, enseñas, logos) sus valores, o virtudes personales quedan definitivamente apartados, supeditados a los valores del grupo. Se trata, pues, de centrarse en aquello que "nos es común y que sustenta el objetivo". La reflexión interna o individual, "no toca".

Llegados aquí, los líderes o los gurús ya tienen listo "su" proyecto. Ahora sólo hay que implementarlo, nutriendo a la masa de actos públicos constantes, señalamientos de los opositores, provocaciones variadas, buscando culpables y la atención de los medios para mantener alta la moral y la esperanza. Estimular el odio, y transformar las quejas del "enemigo imaginario" en "provocaciones inadmisibles". Es una variable despreciable pero muy rentable de promover para estos grupos.

Según Le Bon, las masas entierran el bagaje de heterogeneidad para que todo el mundo abrace una uniformidad homogénea. El Yo deja de existir para crear un "nosotros" (si) y en todo caso un "vosotros" (no/puesto que estos son los enemigos). Las virtudes individuales e incluso la ética y la moral personal desaparecen en torno al elemento de sugestión. Nada se cuestiona, los líderes son "dioses" y a menudo buscan ser "mártires".

Las multitudes organizadas se mueven sumisamente según las órdenes, a pesar de que puede haber estructuras internas y pasar de una orden pública a todo el gran grupo a una orden secreta particular a estamentos intermedios de la estructura.

Los líderes son siempre los primeros beneficiarios del proyecto mediante la recogida de fondos de los mismos militantes, de subvenciones de órganos afines, o de las instituciones de las que se apropian. Las promesas son tan típicas como falsas o contradictorias: libertad plena, vivir en un mundo mejor idílico, feliz, autogestionado, sin corrupción, variables que –¡he aquí!- nadie tampoco se pregunta cómo será. Esto nunca puede ser función del grupo porque no piensa por él mismo. Es "tarea" de los líderes y la confianza es también ciega."Ya lo veremos".

Una multitud contagiada de un fervor y una disciplina de tono religioso tiene una gran capacidad invasiva y, sin duda, incluso peligrosa por violenta. Los especialistas afirman que desaparecidos los líderes desaparece el proyecto pero siempre puede haber herederos que tomen el relevo.

A los lectores corresponde ahora hacer la comparación de lo que han leído con realidades pasadas o presentes. En el próximo artículo abordaremos los hechos, la perversidad de los instigadores y daremos la palabra a Erich Fromm y a las sociedades enfermizas.

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