Europa como bien común

Un fantasma ronda por Europa: el fantasma del fascismo totalitario... con esta frase Karl Marx y Friedrich Engels hoy en día empezarían su manifiesto comunista; de hecho, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, nunca Europa había estado tan en peligro de ser otra vez ahogada por el totalitarismo negro.

El 1941, cuando ya llevaba años hundida en varias dictaduras sanguinarias, en la isla de Ventotene (cerca de Nápoles) -que entonces era una prisión "al aire libre" montada por el régimen de Mussolini para recluir a los antifascistas italianos- Altiero Spinelli, Ernesto Rossi y Eugenio Colorni con la colaboración de Úrsula Hirschmann entre otros, escribieron el "Manifiesto de Ventotene", en el que planteaban la necesidad inaplazable de crear una Europa unida y de los derechos sociales para evitar que volvieran a ganar los fascismos. Por lo tanto, Europa se convertía en la solución al absolutismo a raíz de su cariz rotundamente social y de su fuerza geopolítica fruto de su unidad política.

Ahora se ha vuelto a plantear la misma cuestión: o salvamos a Europa refundándola o acabaremos otra vez teniendo que organizar Resistencias a la oscuridad negra. Todavía no estamos bastante asustados a pesar de que han cogido muchísima fuerza partidos o líderes como Vox, La Liga de Salvini, Marine Le Pen, la FPÖ austríaca, los húngaros Viktor Orbán y el partido Jobbik, el partido checo SPD, el polaco Ley y Justicia de los gemelos Kaczyński, los Verdaderos Finlandeses, los Demócratas de Suecia, el holandés Geert Wilders, el belga Filipo Dewinter, los alemanes del NPD, Alba Dorada en Grecia, etc. Todos ellos tienen como primer punto de su programa salir de Europa para volver al estado nacional, autárquico, étnicamente puro.

Aun así, la estructura "casi" federal europea ya es prácticamente irreversible: lo vimos en la imposibilidad de expulsar a Grecia y justo en estas últimas semanas incluso los ingleses pro-Brexit (o Leftix!) se están dando cuenta de la locura que significa salir de Europa (recordemos que las ciudades votaron en contra de salir).

Entonces hay que preguntarse cuáles serían las condiciones y los intereses políticos por una refundación radical de Europa. En primer lugar el interés de la mayoría de los pueblos europeos para crear una amplia comunidad política solidaria que tenga la posibilidad de transformar relaciones de fuerza mundiales a favor de la ciudadanía en oposición de las oligarquías. El segundo elemento consiste en superar el pseudo-federalismo actual a favor de un nuevo tipo de federación que no aboliría de momento la nacionalidad sino que transformaría su significado en el marco de una soberanía compartida europea, con el objetivo de realizar los Estados Unidos de Europa en que se promoverían todas las lenguas y culturas. La tercera cuestión pertenece a la democracia: hay que democratizar radicalmente los mecanismos de decisión europeos y a la vez potenciar los entes de gestión local ciudadana como son los ayuntamientos o las comunidades sin caer en el enclaustramiento localista, sino justamente al revés: que estén muy conectadas entre ellas compartiendo 'soberanías', podríamos decir: la Europa de la proximidad. La cuarta es la de impulsar en todas partes movimientos colectivos de la ciudadanía que atraviesen fronteras y prescindan de los pasaportes sobre asuntos dirimenets como las injusticias globales, los paraísos fiscales, las modalidades de producción y de consumo devastadoras, la destrucción del medio ambiente, el avance de los fascismos, los derechos sociales, las guerras, entre otros.

La ilusión irresponsable, incluso de una parte de la izquierda europea y de los Estados nacionales, que piensan ser capaces de atravesar, inmunes, los grios planetarios cerrándose en una dimensión nacionalista o de nueva pequeña patria endogámica (cómo está sucediendo en Catalunya, por ejemplo) pertenece más bien al siglo XIX, y será barrida por las migraciones masivas, los Estados supra-nacionales-continentales que se están formando, el neocolonialismo chino y las políticas híper-proteccionistas de Trump y las agresivas de Putin.

Resulta entonces improrrogable reducir las desigualdades económicas y la pobreza, refundar Europa sobre el paradigma de la solidaridad, la fraternidad y la acogida digna y plenamente integradora de los migrantes y refugiados para que vuelva a ser el lugar del estado del bienestar y la democracia avanzada. De este modo, como ya deseaba José Mujica para América Latina, podremos vivir en paz en una comunidad-continente caracterizada por los derechos sociales y civiles, en la perspectiva de la construcción de un demos europeo (que ya existe en parte, de facto) o como el filósofo francés Étienne Balibar afirma: una Europa no de los soberanismos, sino de la soberanía compartida europea.

Tenemos que quitar soberanías a los Estados para compartirlas. Esta es nuestra historia, la que tiene sus raíces en la Ilustración y en el municipalismo europeo, no en la autosuficiencia territorial, cultural, política, económica de pequeños trozos insignificantes de tierra.

Europa o barbarie.

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