La lengua, el patio, el cómplice y la víctima

En el cuento El vestido nuevo del emperador aparece un niño que grita: "el emperador va desnudo". La desnudez del emperador es la verdad que nadie quiere pronunciar. La voz del pueblo, genuflexa, se entozudece en admirar vestiduras inexistentes.

En el patio de las escuelas catalanas se habla castellano. Y en las interacciones entre iguales en el aula. Decir esto es como afirmar: el sol sale por el este. Lo que pasa ahora, en la desgraciada Catalunya, es que al emperador se le ha ocurrido proclamar la verdad después de años de ocultarla. Con la intención de reprimir al niño que habla la lengua escogida para relacionarse.

Esto es el patio de una escuela catalana. 11 de la mañana. En este barrio la población inmigrada en las últimas décadas llega al 60%. Magrebís y latinoamericanos en su mayor parte. Los autóctonos llegaron en las décadas anteriores.

Un niño se acerca al maestro y se queja que otro niño lo ha agredido. El tutor interrumpe la queja del niño:

-No te entiendo. Háblame en catalán.

Cuando por fin el niño consigue comprender la extraña respuesta, ensaya la frase en catalán. Su nueva oración contiene varios vocablos en castellano, pero ahora el tutor accede a atenderlo.

Mi padre, nacido en 1926, vivió durante su escasa escolarización situaciones parecidas. La diferencia es anecdótica: cambie usted el catalán por el castellano y listos. La diferencia grave es que a mi padre le obligaban a cambiar de lengua cuando España era una dictadura militar. Ahora, España es una democracia de la Unión Europea, y un estado descentralizado en autonomías. El poder autonómico pide más democracia y más libertad cada día.

El maestro del ejemplo no es una mala persona. Aunque mejorable, creo que no actúa como cómplice por maldad o negligencia. Quizás sólo por miedo. He visto este miedo en las escuelas: miedo a discrepar o a dudar del dogma. Un miedo de silencios y acatamientos a regañadientes. Al fin y al cabo, esto es un puesto de trabajo y el fantasma del paro o la exclusión (el fantasma de la soledad y el desamparo) recorre los pasillos. Al maestro le pido que piense por su cuenta, cuando pueda.

Las víctimas son los niños que soportan la represión de su lengua materna o adoptiva sin comprender qué está pasando y aceptan que la lengua de sus padres (la materna o la que se esfuerzan por dominar) está prohibida entre los muros de la escuela. Aunque sólo exista aquí, entre estas paredes.

-El catalán les da oportunidades, abre puertas.

Me lo dijo la directora. La directora es de lengua materna castellana, y se aporta a sí misma como prueba. Este argumento ha prevalecido y resulta difícil de rebatir en el contexto de la autonomía catalana, donde la administración se dirige ​​al ciudadano sólo en catalán, donde se exige ​​el dominio de esta lengua para acceder a estudios superiores y puestos de trabajo bien valorados.

La cuestión está en el hecho que esta administración monolingüe, por más autonómica que sea, es la administración del Estado. Un Estado que renuncia a ser Estado en asuntos tan sensibles como la lengua de sus ciudadanos. Cualquiera está más o menos de acuerdo en que el catalán, por minoritario, tiene que ser protegido. Pero entonces, ¿quién protege al ciudadano castellanoparlante en esta parte de España? ¿En nombre de que se desprotege al ciudadano que habla la lengua oficial? Visto así, la respuesta "el catalán les da oportunidades" es menos convincente, y esto sin pararse en el hecho de que el castellano les abre puertas en medio mundo, por número de hablantes y por algo que importa mucho: el acceso a la cultura española, a la lengua de Cervantes, Vargas Llosa, Javier Pérez Andújar o Javier Cercas.

Seria buena idea fijarse en el tratamiento de las lenguas en las escuelas de países plurilingües como Suiza. ¿Se prohíbe el francés, el italiano o el alemán en los patios de las escuelas romanches?

El papel del Estado en el tratamiento de las lenguas de España tendría que estar en la agenda. Me cuesta comprender que, con el pretexto de abrir puertas, la educación pública le responda "no te entiendo, habla catalán" al niño a quien un malote le ha soltado una bofetada.

Pruebe usted a decir "me hace daño" en una lengua que no sea la de los sentimientos y las emociones.

 

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