Los falsos independentistas

Si hay una fuerza emergente en el nuevo Parlamento europeo surgido de las urnas del 26-M, ésta es la de los ecologistas que, con 69 diputados, ya son el cuarto grupo con más representación, detrás de los conservadores (179 escaños), socialdemócratas (153) y liberales (105). Hay que señalar los excelentes resultados que los verdes han obtenido en Alemania (segunda fuerza más votada), Francia (tercera fuerza) y, en general, en los países nórdicos.

El cambio climático no respeta fronteras y es el gran reto de civilización que tenemos planteado los habitantes de este planeta y, en especial, los europeos. Las nuevas generaciones que suben lo tienen claro y exigen que no les hipotequemos su supervivencia en los años y las décadas a venir, como refleja el éxito de la movilización internacional Fridays for Future.

Las elecciones europeas del 26-M han certificado el declive de los populismos identitarios, que han visto frenada su anunciada eclosión triunfal en el nuevo Europarlamento. La estrategia de Steve Bannon de exportar el ‘trumpismo’ al Viejo Continente, atizando los sentimientos nacionalistas particulares para destruir el edificio comunitario y negando la evidencia del cambio climático, ha naufragado.

“Transversal”, que es el concepto político de moda, es lo que representan las fuerzas ecologistas, que llevan en su ADN la dimensión transnacional europea, por encima de los localismos gástricos y excluyentes. Una buena prueba de esto la tenemos también en las elecciones generales que se acaban de celebrar en Bélgica: el complicadísimo rompecabezas que provoca la división del país entre flamencos y valones se ha visto superado por la transparente voluntad de los ecologistas de trabajar juntos, saltando las venenosas fronteras lingüísticas que deterioran la convivencia y bloquean, desde hace años, la resolución de los grandes problemas que tiene planteados la sociedad belga. (El N-VA, el partido nacionalista flamenco que protege a Carles Puigdemont, ha perdido apoyo).

Paradójicamente, en Cataluña -que presumimos de ser la zona más vanguardista de la península Ibérica- el movimiento ecologista no está vertebrado para lograr la relevancia política que tiene en los países más avanzados de la Unión Europea. Y esto que de motivos para preocuparnos por nuestro medio ambiente no nos faltan:

*Las tres “cafeteras” nucleares (Ascó I y II y Vandellòs II) no paran de sufrir averías

*El polígono petroquímico de Tarragona es una “bomba” tóxica

*La llegada masiva de enormes cruceros turísticos poluciona el aire de Barcelona

*La proliferación de granjas (en Cataluña, hay más cerdos que personas) es totalmente insostenible

*La tercera parte de las aguas freáticas del territorio están contaminadas por nitratos

*Las minas de potasa del Bages han provocado un desastre ecológico en la cuenca del Llobregat

*El vertedero de residuos más grande de Cataluña, en Hostalets de Pierola (Anoia), está ubicado sobre un riquísimo yacimiento paleontológico del mioceno, para indignación de la comunidad científica internacional

*A pesar de la moratoria decretada por la Generalitat, continúa la destrucción de litoral de la Costa Brava, como demuestran las últimas talas de pinares en Begur y Pals

*El delta del Ebro, la joya natural de Cataluña, sufre una gravísima e irreversible regresión

*Los pantanos del Pirineo están “secuestrados” por los intereses eléctricos, a pesar de que muchas concesiones ya han vencido y Endesa perpetra un escandaloso “robo” de energía, con el beneplácito de la administración española (Confederación Hidrográfica del Ebro) y catalana (Agencia Catalana del Agua)

*Los cereales transgénicos se están apoderando de la agricultura extensiva

El proceso no solo ha servido para tapar la corrupción política perpetrada, principalmente, por el régimen pujolista/convergente. También ha servido para esconder y relegar a un segundo plano la aguda crisis ecológica que sufrimos, de hace años, en Cataluña, con la tolerancia y la complicidad criminal de los sucesivos gobiernos de la Generalitat.

Necesitamos, más que nunca, un partido ecologista fuerte que denuncie y aporte soluciones para parar este impresentable deterioro medioambiental. Si los catalanes somos más europeos que nadie y queremos como nadie nuestro país -razón de ser del independentismo- es urgente que nos organicemos y nos activemos para defender y salvar nuestro patrimonio natural: nuestra patria, amenazada y destrozada por los falsos independentistas.

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