Europa, jóvenes welcome

Europa está envejecida. Sólo un 15,6% de su población tiene entre 0 y 14 años, y un 19,4% tiene más de 65 años. Se calcula que, en las próximas décadas, el impacto del envejecimiento de la población dentro de la UE puede traer conseqüències importantes. Con la pirámide poblacional convertida en un rombo, costa de entender que sea ustament la migración de jóvenes uno de los principales conflictos que se suscitan en pueblos y ciudades de España.

En Catalunya, en los últimos meses, menores migrantes tutelados han sido protagonistas de titulares de prensa, en algunos casos acusados de delitos, y en otros casos como víctimas de ataques racistas, como sucedió en Canet de Mar y en Castelldefels. En Rubí, un grupo de vecinos se organizó para oponerse a la apertura de un centro de menores al antiguo Hotel Terranova, donde la DGAIA (dirección general de Infancia y Adolescencia) tiene previsto instalar 70 menores tutelados.Los argumentos de los vecinos eran que "no estaban informados" y que las instalaciones son reducidas, cosa que traería además inseguridad.

La directora de la DGAIA realizó una visita en Rubí para explicar la situación y se encontró con vecinos enfurecidos y pancartas con la consigna: "Stop centre menores". Cómo si esto fuera poco, el apoyo de la alcaldesa hacia este grupo de vecinos en plena campaña electoral aumentó la tensión e instrumentalizó el conflicto. Este episodio de Rubí se convirtió en un hecho paradigmático que ilustra la situación de la acogida de menores en Cataluña: la carencia de gestión y 'acompañamiento social.

A pesar de que las fuerzas de seguridad afirman que más del 80% de los menores tutelados no han cometido ningún delito, la estigmatización de este colectivo es evidente y responde a determinadas construcciones sociales muy ligadas a su desprotección.

El término MENA, acuñado el 1997 por la Comisión Europea, que en principio tenía la intención de evidenciar el fenómeno de la migración de menores de edad sin acompañamiento familiar, se ha ido convirtiendo en una etiqueta que despersonaliza niños y niñas y naturaliza su exclusión, desposeyéndolos de derechos. Un col· lectivo que no es bienvenido en ningún barrio y que resulta "fuera de lugar". "Aquí no", dicen los vecinos.

Esta situación –extremadamente grave– no se soluciona con campañas antirumors ni con señalar los vecinos como racistas. Es imprescindible, ante todo, una política pública de protección de la infancia, amparada en la Convención de la Infancia de las Naciones Unidas, que despliegue dispositivos de acogida y atención integral para menores tutelados, de manera coordinada a nivel estatal y autonómico, acompañada de planes educativos y tutorías individualizadas que apuesten por la emancipación de los jóvenes.

Los hechos de Rubí dejaron clara una cosa que profesionales especializados, entidades, partidos políticos e incluso familias afectadas denuncian desde hace más de una década: el sistema de protección de la DGAIA no funciona.

Los vecinos de Rubí –más allá de la falta de sensibilidad y el oportunismo electoral de la alcaldesa– tienen razón en la carencia de previsión e improvisación. Una verdadera política de protección de la infancia y de acogida necesita previsión, por lo cual no hace falta una bola de vidrio, sino que basta con escuchar investigadores sociales. La migración de menores no es un fenómeno nuevo. Por el contrario, trae décadas de tendencia ascendente y se ha incrementado en los últimos cuatro años, cosa que era previsible conociendo el contexto de origen de la mayoría de los menores.

El 2015, mientras Catalunya "se preparaba" para recibir familias sirias, en la frontera sur los centros de menores ya estaban desbordados. Europa está envejecida y del otro lado de la Mediterránea miles de jóvenes están pensando a emigrar. Se trata de prácticamente una expulsión masiva de jóvenes que buscan oportunidades en un mundo globalizado y es lógico que vengan a la región con menos desigualdad del mundo, que además necesita jóvenes.

Ya no hay más margen para improvisar en algo que resulta de sentido común. Qué otra cosa podemos hacer si no es acogerlos en condiciones y asegurar su educación y bienestar?

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