«El antisemitismo es un concepto que tiene más de mil años»

Entrevista a Pere Vilanova
Pere Vilanova

Catedrático de ciencia política de la Universidad de Barcelona. Viajero empedernido, colaboró con la revista Altaïr. Ha vivido en varios países y conoce bien Oriente Medio y los Balcanes. Viejo comunista, mal reciclado. Ha publicado Jerusalén y el proceso de paz en Oriente Medio.

Lío en el laborismo británico, profanaciones de tumbas judías en Francia, polémica en el Senado americano… ¿Vuelve el antisemitismo o siempre ha estado presente?

El propio concepto de antisemitismo ya es en sí mismo un poco absurdo, porque convencionalmente confina lo que llamamos o se consideran a sí mismos judíos. Pero, de acuerdo con el origen bíblico (Sem, Can y Jafet) son semitas todos los que no son negros de África (Jafet) ni europeos blancos del primer día. Los árabes, los persas… son semitas. Pero esto es igual que se explique una o diez veces porque, sociológicamente, lo que ha quedado es el término semita, semitismo o antisemitismo. En épocas más crudas, se deriva a judíos, judaísmo conspiración judía, etc. El termino semita es, en fin, un constructo social, que ha venido para quedarse. La actual clase dirigente israelí, cuando se critica algo de la política de Netanyahu (que se puede criticar prácticamente todo), sale con lo de “usted es antisemita”. Algo que, evidentemente, no es verdad.

¿Dónde están las fuentes del antisemitismo?

Estamos hablando de algo que tiene más de mil años. En diversos lugares de Europa, hay una fijación que es una especie de “Guadiana del antisemitismo”. Lo que va cambiando es la nota a pie de página, que lo justifica. Ahora es, por supuesto, el Estado de Israel, que existe desde 1948. Es cierto que el llamado “Plan Sionista” empezó en 1897, cuando en el Congreso de Basilea, Teodor Hersel vinculó la salida del “problema judío” a que hubiera un Estado, en el que se pudieran refugiar los judíos. Cosa que aún se discute si era un Estado para los judíos, de los judíos, o Estado judío.

¿Tiene algo que ver el cristianismo con el antisemitismo?

Toda esta parte, que en Semana Santa alentábamos con carracas y palmones, de “a matar judíos”, es la parte siniestra de la responsabilidad de la Iglesia Católica en el antisemitismo, a lo largo de siglos, que les funcionó perfectamente. La Iglesia tenía en la Edad Media un poder real mayor que el de los nobles. Cuando había un problema serio, como la peste, se recurría a un chivo expiatorio, diciendo que los culpables eran los judíos, que habían envenenado los pozos. Ahora nadie se cree esto, pero Tahar ben Jelloun, que es árabe, decía el otro día en un artículo, que según una encuesta a los “chalecos amarillos”, el 44% comparte la idea de que existe una conspiración judía mundial.

Puede parecer que lo de los progomos ha sido más bien cosa de Rusia y países del Este ¿Es esto cierto?

Aquí mismo, junto a la muralla de Barcelona, el 5, 6 y 7 de agosto de 1391, hubo un gran progom en Barcelona, alentado por diversos caudillos locales, haciendo valer que los judíos hacían rituales sanguinarios con niños cristianos. Posiblemente, los micro-historiadores nos podrían explicar que en aquel año hubo aquí alguna crisis económica, social, hambre, enfermedades… Arrasaban la Judería, entraban en las casas, se llevaban la gente a las iglesias y les conminaban a convertirse al cristianismo. Los que no lo hacían eran ejecutados en la misma puerta de la iglesia. El ejemplo de Barcelona fue seguido al de poco en Tudela y Valencia.

Has citado la Judería (barrio judío) ¿Eran estos barrios una especie de ghettos a los que eran confinados los judíos?

Bajo el Islam de los Omeyas era, por lo visto, habitual que las autoridades se rodearan de médicos, astrónomos… y, sobre todo, administradores judíos. A partir del siglo XV, esta tradición la mantiene solamente el Imperio Otomano. El Islam considera que cristianos y musulmanes son gente del libro; ni infieles, ni idólatras. En Europa se expulsa a los judíos de varios países y se produce una diáspora. Así, por ejemplo, en la comunidad judía de Tesalónica, que fue exterminada como la de Sarajevo por los nazis, se hablaba catalán antiguo. Y los judíos que permanecieron acababan auto-confinándose, porque se les obligaba a llevar un tipo de sombrero y de vestimenta que los identificaba. En Inglaterra, en el norte de la Francia medieval…, esto fue lo habitual.

¿También en Alemania?

En Alemania no se perseguía a los judíos, De repente, se lo inventan los nazis y hacen más que todos los demás juntos. Se sentían protegidos y por eso muchos pensaron que no les pasaría nada con el nazismo. Y, en contra de lo que se piensa, los judíos del Este eran muy pobres. Vivían apartados de todas las profesiones medianamente rentables.  En fotos antiguas se ven pueblos, que no eran guettos, de Estonia, Lituania, Polonia, Rusia…, que ponen los pelos de punta. Lo curioso del antisemitismo moderno, el de los nazis, es que se produzca en un contexto de alto desarrollo cultural, en una sociedad avanzada… En los años que van desde el final de la II Guerra Mundial al ascenso del Hitler al poder, la nación entera compra una narrativa contra los judíos que no tiene ni pies ni cabeza. Así, el antisemitismo se convierte en una emoción colectiva de proporciones inconmensurables. Y las emociones colectivas, como bien sabemos, son muy malas.

¿Qué peste es la que sufre Alemania en aquéllos años para hacer volver a hacer de los judíos el chivo expiatorio?

En los años 20, 30 no se vieron venir las cosas, pero en Alemania existían todas las condiciones para vincular el resentimiento por las condiciones impuestas en el Tratado de Versalles, el nacionalismo revanchista que de ello se derivaba, por la crisis del sistema político de la República de Weimar y, la resultante, que no solo se traduce solo en un nacionalismo virulento, sino militarista y contra los judíos. Hitler hace que factores percibidos por la gente como ciertos, se traduzcan en que detrás de todo hay una conspiración judía mundial. La crisis económica del 29 viene a corroborar, según esa lectura, la existencia de la maquinación. A diferencia de las zonas rurales más atrasadas de Rusia, donde históricamente habían tenido lugar los progoms, esto ocurre en Alemania. Cosa que da miedo, ahora incluso más que hace 50 años. Es que por muchos análisis racionales que se hagan, a veces en las sociedades pasan cosas que se perciben cuando ya es demasiado tarde.

En Italia está, al parecer, muy de moda esto de la conspiración mundial para, en su caso, acabar con la cultura italiana y los italianos… ¿Y nosotros?

Un diputado independentista, que aún formaba hasta ahora parte del Congreso de los Diputados, dijo hace pocos años que, en 1714, el pueblo catalán se levantó en defensa de la República. El historiador Joan Culla, que es soberanista, le respondió que en 1714 hubo en Europa una guerra mundial y en aquel momento, los líderes catalanes apostaron por el rey equivocado. Cosa que, de otro lado, no tuvo ningún impacto. “Nos roban 13.000 millones al año”, se ha dicho, sin cortarse un pelo ¡Oiga, esto no se lo cree nadie ni harto de vino! Pero es igual. Hay gente que ha decidido creérselo y luego, por ese boquete, entra el resto. En momentos de vulnerabilidad social colectiva, si se dan una serie de circunstancias (crisis económica, medios de comunicación manipulados, malestar colectivo…) a la historia puedes hacerle decir lo que quieras.

¿El “nos roban” (a los italianos, franceses, etc. los inmigrantes; a los catalanes España; a los norteamericanos, todos…, no parece resumir de algún modo esto de la conspiración?

Donald Trump lo dice, pero él sabe que todo esto es mentira y, además, le da igual, porque es un poco un psicópata, que tiene una amoralidad congénita. Con tal de conseguir lo que él quiere, todo lo demás da igual. Trump cada vez que dice una tontería está pensando en las próximas elecciones. De todos los presidentes norteamericanos es quizá el más pro-israelí, pero no necesariamente afín al lobby judío americano, que está más fragmentado de lo que se supone. El tal sentido, cabe decir que el conflicto israelo-palestino se ha convertido en EE.UU. en una cuestión de política interior. Y en Israel, por supuesto. El cartel que anunciaba hace poco mes de un año la visita de Trump a Israel, decía, emulando el eslogan trumpista, “Volvamos a hacer América grande”, “Hagamos Israel, todavía más grande”. No entiendo esto del antisemitismo, cabalgando durante cinco siglos. Cambiando de discurso, que compran sociedades enfermas o vulnerables. León Poliakov dedicó cinco tomos a explicarlo, pero no sirve de nada.

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