El pastel los mediocres

A veces las paredes de nuestras ciudades hablan con sólo mirarlas. A menudo encontramos palabras, símbolos o dibujos que nos dicen cosas, que hurgan en nuestro pensamiento haciéndonos reflexionar. Son fruto del magma candente, del volcán que se esconde bajo el asfalto de la metrópoli y quiere salir para impactarnos. No hace muchos días, con pintura negra, o rojo sangre, da igual, alguien tatuó un muro de Ciutat Vella. Lo hizo con una frase no carente de cierto atractivo poético: "Hay poco público para tanto artista". Después de darle unas cuantas vueltas al mensaje llegué a la conclusión de que el graffitero tenía parte de razón. Muchos aspiran a ser cualquier cosa para recibir el calor de la fama y la gloria, aunque ambas sean efímeras.

Confieso que tengo el defecto de mirar la vida desde una vertiente excesivamente política. Tanto es así que interpreté que, en este país, hay demasiados personajes políticos mediocres por metro cuadrado con el deseo de flotar. La radio y televisión catalana invaden nuestra intimidad hasta un punto de saturación insoportable; nos hacen tragar las palabras y gracietas de un montón de cargos públicos y políticos sin fondo ni criterio. La monotonía y la mediocridad ya son marca de la casa y el tormento de los que queremos objetividad.

El problema de Catalunya no radica, solo, en la eterna disputa entre la Generalitat y los poderes del estado. Tampoco en un problema de financiación, de interpretación estatutaria, agravios acumulados o tribunales. No, amigos, el país está como está por la ineptitud de algunos políticos, por la incapacidad de algunos de discernir entre lo que es fundamental y lo que es accesorio, entre la apariencia y el fondo. Cuando los mediocres toman las riendas del gobierno, el país se paraliza o se estrella. En Catalunya somos especialistas en complicar las cosas, en dejarlas a medias sin llegar al fondo. Y todo sucede por el qué dirán, todo para que nos pierde la maldita estética y el denominado postureo.

Aquí somos capaces de liarla un montón de años, haciendo ver que viajamos a Ítaca, mientras miles de empresas se dan a la fuga asustadas por los fuegos artificiales. Aquí los temas sociales pasan a un segundo plano gracias al efecto balsámico de ser los mejores, los incomprendidos, los castigados. Eso sí, somos expertos en aliñar con el toque estomacal y emocional suficiente para que, sin hacernos nunca daño, se hable de nosotros. Y para hacer toda esta comedia contamos con un montón de artistas, de escribas, de monaguillos aplicados y apologetas a sueldo de TV3. El pastel de los mediocres está servido. Demasiados artistas -como dice el grafitero– para un público cada vez más escaso y aburrido.

Permítanme una sugerencia. Sería una buena idea que en nuestras escuelas y universidades fuese leído y comentado el famoso librito de Amadeu Hurtado que lleva por título: Antes del 6 de octubre. Sí, este dietario nos cuenta, sin fake news, lo que le pasó a Catalunya hoy hace más de ochenta años. Nuestro país es muy pequeño -lo dice el cantante- pero el problema no es su dimensión, si no su clase dirigente, sus políticos que han perdido el temple y la capacidad de liderazgo para conseguir salir del callejón sin salida. Vamos a unas nuevas elecciones después de haber perdido un montón de millones no votando los presupuestos y… vuelta a empezar. Estamos reproduciendo las viejas polémicas y discusiones de nuestros abuelos y bisabuelos. Patético. Me dirán ustedes que estamos como siempre, quizás sí, pero este año sufrimos el añadido de que los dirigentes políticos de este país – empezando por Quim Torra y siguiendo por el prófugo de Waterloo– no están a la altura de las circunstancias.

Ya que hemos hablado de los Hechos de octubre, y de sus consecuencias, sería bueno reproducir una editorial del diario republicano El Diluvio de noviembre del 34, plenamente vigente a día de hoy. Decía así: "La estrechez de miras, el desconocimiento absoluto de la misión que corresponde a Catalunya en España, son defectos de los dirigentes de nuestro gobierno autónomo. Esas faltas exigen una completa reparación. Lo que sucedido es doloroso pero se puede enmendar y a ello deben tender todos los esfuerzos del pueblo catalán. Y, en esta hora solemne de nuestra historia, lo que ante todo y sobre todo procede antes de emprender la nueva senda es devolver al país el sosiego, la paz perturbada por unos equivocados en un absurdo instante de obcecación". Demasiado artistas…

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