El fin de la televisión nacional

Cuando en el mes de marzo del 2004 tuvieron lugar los atentados de los trenes de Madrid, la primera cadena de televisión que sugirió la posibilidad de que la autoría no fuera de ETA fue la BBC. Para ver un buen documental sobre la pederastia en España y Catalunya hemos tenido que esperar el de Albert Solé en Netflix. Las mejores entrevistas del procés no las han hecho ni Mònica Terribas ni Ana Pastor, por ejemplo a Raül Romeva, Ernest Maragall o Josep Borrell, sino que las ha hecho Stephen Sackur, el presentador del programa Hard Talk de la BBC. Por mucho Club Super 3 que pongan, los niños y niñas y adolescentes de Catalunya cada vez ven menos Tv3, o cualquier tele convencional, y ven más You Tube, o cosas que los padres ni conocemos. Y mejor que sea así, porque seguramente llegarán antes a la verdad de las cosas, aunque estén sometidos a numerosos riesgos.

Albert Solé ni se planteó ofrecer su documental a las televisiones nacionales de España y Catalunya. ¿Por qué lo tendría que haber hecho, si por ejemplo Tv3 tiene conocimiento de su magnífico documental Federal desde hace tiempo y no lo ha programado, mientras iba programando uno tras otro documentales "de tesis" independentistas de calidad más que dudosa? La mentira, la omertà y la endogamia no son sólo propios del Boston católico descrito en la fantástica película Spotlight. Es patético ver como personajes católicos con un pasado progresista todavía creen que el documental de Netfilx de Albert Solé y los reportajes de El País o El Periódico son una conspiración para atacar la catalanidad de Montserrat.

En el pasado, cuando aparecía alguien crítico con la jerarquía y los movimientos organizados de la Iglesia católica en Catalunya, no había que hacer nada; eran tan pocos (por ejemplo, los líderes de las juventudes socialistas en 1980) que era suficiente con esperar que se murieran o se cansaran de hacer política. Ahora es diferente, porque Netflix y la BBC no piensan morirse ni cansarse. La BBC ha decidido trasladar su cuartel general en cuanto a la TV internacional de Londres a Bélgica u Holanda, en previsión de lo que pueda pasar con el Brexit. Mejor para la BBC y mejor para los televidentes que quedamos en el mundo, incluyendo los británicos, que dejarán de tener una televisión pública secuestrada a veces por una neutralidad fanática entre la verdad científica y el fanatismo brexiter.

En España y en Catalunya la televisión nacional ha sido en general (salvo honrosas, pero pocas, excepciones)  lo contrario del pluralismo, la deliberación sensata y el razonamiento público que se puede promover desde los medios audiovisuales y que han promovido cadenas como la BBC o Arte. Tv3 era una oportunidad para demostrar que se podía hacer una televisión pública siguiendo estos modelos. Al final, más que parecerse a la BBC, ha acabado asemejándose a Fox News. Excepto que no estoy seguro de que en Fox News sus protagonistas descalifiquen de una forma tan abierta y mezquina a algunos líderes políticos. El director de Tv3, un antiguo tertuliano partidista, se permite descalificar a la oposición parlamentaria, y uno de los cómicos estrella de la cadena insulta directamente a algunos de sus líderes, con nombres y apellidos, sin que pase nada.

En el pasado un país se identificaba con una lengua, una moneda, un careto en los sellos, una tele, un ejército, una liga de fútbol, un himno, una bandera. La mayoría de estos instrumentos de identificación van quedando arrinconados u obsoletos, aunque algunos se resisten a morir del todo. Espero que pongan la Champions League los fines de semana, que la estructura balcanizada de ligas nacionales de fútbol pase a un segundo plano, y que nos ofrezcan comentarios mejores, idealmente desde un estudio en París, Londres o Nueva York. Los ejecutivos de las empresas de comunicación lo tendrían que promover si no quieren que la gente joven acabe desconectando totalmente.

De aquí a pocas décadas, quizás años, la lengua vehicular (que no la única, también habrá el urdú, el chino mandarín, el castellano y el catalán) en la ciudad de Barcelona será el inglés, y las teles nacionales serán una reliquia como los sellos de correos o los discos de vinilo. Yo no deseo que cierren ningún medio de comunicación. Pero sí que deseo que la ciudadanía vea y haga posibles mejores medios audiovisuales. El mercado hará parte del trabajo. La ciudadanía organizada y la iniciativa profesional harán el resto. 

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