Deseos de Año Nuevo

El año nuevo implica a menudo que las personas nos comprometemos a alcanzar algún reto o bien sólo a formular un deseo que nos gustaría que el nuevo año nos trajera. En el terreno estrictamente político, sin embargo, habrá que pedir muchos deseos para que no suceda lo que todo indica que pasará. La incertidumbre y la volatilidad del tiempo en política no incitan demasiado al optimismo.

Pero vayamos por partes. En Catalunya, una parte muy importante de la población exige día sí día también la liberación de los nueve políticos independentistas presos. Sin embargo, tampoco se puede obviar que un elevado número de catalanes están en contra de una posible absolución y de un hipotético indulto. Así pues, la coexistencia de estas dos narrativas políticas hace muy difícil identificar un común denominador que permita encontrar algún punto de acuerdo.

Mi primer deseo, en este sentido, pasa porque los diferentes grupos políticos con representación en el Parlamento de Catalunya pero también en el Congreso hagan autocrítica y asuman algún tipo de responsabilidad. Ha habido errores por todos lados y un posible punto de acercamiento pasa por reconocer los errores y reconocer al otro como interlocutor. Dicho de otro modo, no tiene ningún sentido crear una comisión en el Parlamento catalán para evaluar los impactos del artículo 155 si tampoco se hace sobre los plenos de los días 6 y 7 de septiembre de 2017. Si no se hace así, los intereses partidistas prevalecen y silencian lo que piensa una parte de la sociedad.

Mi segundo deseo es que el Parlamento debata y apruebe leyes que mejoren la calidad de vida de la ciudadanía y que el presidente Quim Torra busque consensos en torno a la agenda social. Es difícil de creer que en más de medio año la cámara legislativa no haya aprobado ninguna nueva ley. Quim Torra ha de dejar de hablar de los famosos cinco consensos del 80% (que no existen) y que sólo suscribe en su totalidad la mayoría parlamentaria independentista y buscar grandes acuerdos en torno a la agenda social: la dependencia, la sanidad, la educación, la calidad de los servicios públicos… Además, estas cuestiones sí que aglutinan más del 80% de la sociedad catalana.

Mi tercer deseo es que las elecciones municipales en Catalunya no se conviertan en un miniparlamento. Es necesario que el debate esté centrado en los problemas que tiene la ciudadanía como la vivienda, el transporte, los espacios verdes… Es especialmente importante esto en Barcelona, ​​donde el independentismo quiere convertir la capital catalana en un nuevo bastión. Pero, ¿para hacer qué, exactamente? Resulta preocupante, no tanto porque Barcelona esté en manos del independentismo o no, sino porque esto tapará realidades de barrios como Ciudad Meridiana o Torre Baró, donde mayoritariamente la ciudadanía tiene muchas dificultades para llegar a fin de mes y, no parece que un consistorio en manos de los independentistas pueda comprometerse a dar respuesta a estas problemáticas. ¿Es realmente mucho pedir un ayuntamiento que se preocupe de los problemas de la ciudadanía y no anteponga el debate identitario y nacional? Esto es lo que está en juego el 26 de mayo. O ayuntamientos al servicio de la causa independentista o bien ayuntamientos que sitúan a la ciudadanía en el centro de sus políticas.

Finalmente, y no menos importante, mi cuarto anhelo es que la derecha española deje de blanquear a la extrema derecha. Las elecciones al Parlamento Europeo de finales de mayo pueden sacudir por completo el panorama político europeo. Si la extrema derecha, como dicen las encuestas, gana bastantes más representantes en las instituciones europeas, serán necesarios grandes acuerdos entre populares y socialdemócratas para frenar los planteamientos de estas formaciones que atentan contra la igualdad, los derechos humanos, las libertades… Sin embargo, es muy importante que el PP abandone todo pacto con Vox y haga lo mismo que ha hecho Angela Merkel en Alemania: un gran acuerdo de gobierno entre la CDU y los socialdemócratas como dique de contención a la ultraderecha. No debemos olvidar tampoco que Merkel fue la mandataria europea que abrió en 2015 las puertas de su país a los refugiados. Será interesante ver si Pablo Casado adopta los planteamientos de Angela Merkel y, de una vez por todas, representa una derecha moderna y homologable a la alemana.

Habrá que ver si el año nuevo cumple mis deseos o si entramos en una fase aún más incierta que la actual. Las elecciones europeas, sin lugar a dudas, tendrán un papel muy importante. Δ

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