«Hoy, en Cataluña, no se puede hacer un referéndum»

Especial Federalismo: entrevista a Joan Botella
Joan Botella
Joan Botella

Catedrático de ciencia política, en la Universidad Autónoma de Barcelona. Especializado en estudios electorales y actitudes políticas. Autor de diversas publicaciones, entre ellas Democracy in Contemporary Spain (Yale Univ. Press, 2004). Es Presidente de Federalistes d’Esquerres.

¿Qué se puede empezar diciendo del estado político de la cuestión, o viceversa?

El problema es que hoy en día ni siquiera estamos de acuerdo en el diagnóstico de la situación. Hay un territorio, dentro de España, irredento, que sigue luchando heroicamente por su independencia, cuyo Gobierno no se da por aludido por los problemas sociales, y dice que no quiere abordarlos ni resolverlos porque lo importante es otra cosa. Esta semana ha estallado la protesta social, contra los recortes y las insuficiencias en la gestión de los gobiernos de Convergencia-PDeCAT en la Generalitat. Hay huelgas en la atención médica, en las universidades y la enseñanza media, bomberos, funcionarios… Es el Gobierno que menos ha reaccionado a los recortes y que los mantiene. De hecho, hay quien afirma que la deriva independentista de los gobiernos Mas y Puigdemont fue para ocultar el disgusto social por los recortes.

¿En el marco de una esquizofrenia entre Waterloo y el Palacio de la Generalitat, entre “hacer república” y administración de las cosas, entre radicales y moderados…?

Medio gobierno quiere hacer una cosa y otro medio otra. Unos quieren hacer república (no se sabe bien qué significa esto) y los otros parece que intentan gestionar. Esto, además, va ligado a una división política entre los PDeCAT’s y Esquerra Republicana, pero tampoco hay que creer que sea una convicción ideológica profunda. Puede ser una diferencia táctica de cómo superar al otro. Hace un año, cuando Puigdemont quería convocar elecciones quien organizó una revuelta en las redes y en la calle fue Esquerra Republicana. Hoy pasan por ser los moderados y los demás los locos, pero hace un año era al revés.

Todo esto, repercute, claro, en la gobernabilidad de España…

La gobernabilidad de España depende de los grupos minoritarios catalanes. Los que fijan la mayoría en el Congreso de los Diputados son estos dos. Sino le votan, este gobierno se queda en minoría, y fueron decisivos para elegirlo. El PNV tiene el mismo papel, pero con corbata. Y estamos en un momento muy difícil porque es un año electoral, cuando los partidos se obsesionan. Por tanto, es difícil que en los próximos meses se entrevean caminos de salida. Y la salida por la que se opte va a depender de los resultados de las elecciones. La derecha española, Ciudadanos y el PP, han enloquecido por la presencia de un grupo extremista llamado Vox, y han decidido que ellos no van a ser menos. De modo que están plantando la bandera española todo el rato. Lo cual, es electoralismo, porque no creen en ello. Estamos, en fin, en un momento difícil.

¿Qué puede resultar de este caldo de cultivo?

La correlación de fuerzas no será muy distinta. El PSOE tendrá un poco más que ahora, el PP un poco menos, pero estaremos donde estamos. En España, nunca más habrá mayorías absolutas y harán falta acuerdos de dos o tres partidos, para que cualquier cosa avance. Esta es una lección que todavía no la quieren sacar, pero será inexorable. Tenemos una sociedad avanzada y compleja y, en consecuencia, fragmentada políticamente.

¿Por dónde tirar, entonces?

No hay que creer que el punto de partida sea una ambiciosa reforma de la Constitución, porque esto son palabras demasiado gruesas para ponerlas en marcha. Hay que creer en cosas más modestas. Por ejemplo, una mejora en el funcionamiento del Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial. Algo que parece quedar lejos del tema pero que es muy importante porque, en última instancia, quienes resuelven algunas cosas son los jueces. Y son estos quienes han inducido una lectura restrictiva de las cosas en los últimos veinte años. En segundo lugar, hay cosas que deberían haberse hecho hace tiempo, como articular mecanismos de cooperación entre el Gobierno central y las Comunidades Autónomas, la clarificación del sistema de financiación, que está caducado desde el año 2014.

¿Y Cataluña?

Sí, es una tercera cosa de la que hay que hablar, y serenamente. Hay que recordar que, en Cataluña, en referéndum, se había aprobado un Estatuto, que fue llevado al Tribunal Constitucional y de allí salió otra cosa, que no está refrendada por el pueblo. Aquí una de dos: o se vota lo que decidió el Tribunal Constitucional o se anula y se vuelve a lo que se votó. La letra de la sentencia, dejando a un lado la música, era bastante clara y, en el fondo, no insensata. Consistía en decir que este Estatuto reformaba leyes orgánicas y que no era el vehículo adecuado para ello. Entonces, lo que toca es cambiar estas leyes reguladoras. Elaborar una alternativa, revisando la ley de financiación, etc. que puede ir en la línea del Estatuto o ser una cosa distinta. Y esto requiere un referéndum en Cataluña, para sancionarlo.

¿Un referéndum, en cualquier caso, bastante diferente del que hablan los nacionalistas?

Los separatistas insisten que solamente puede haber un referéndum, que es preguntando a la gente ¿Usted quiere ser español, o no? A la vista de lo ocurrido en Inglaterra con el Brexit, sabemos que un referéndum no puede ser punto de partida, sino de llegada. El referéndum se ha de haber negociado, acordado, contar con una mayoría en las instituciones, que son quienes deben decir a la gente lo que proponen, que implica y cuánto cuesta. Otra cosa es que se pudiera plantear un referéndum de separación, en el que las autoridades españolas podrían evolucionar en el sentido canadiense. Es decir, no nos gusta, ni queremos separación, pero si la gran mayoría de la población quiere que esto se vote, habrá que votarlo, fijando previamente las condiciones. No solamente numéricas, sino ambientales.

Condiciones que pasan, digamos, por una normalización democrática, igualdad de oportunidades para las distintas opciones, voluntad de querer arreglar las cosas…

En Cataluña, hoy, no se puede hacer un referéndum. Hay no solamente polarización social, sino una industria masiva de producción propagandística a favor de la separación. Frente a esto, las voces que defienden en Cataluña otras soluciones están absolutamente minorizadas. Esto les viene bien a los independentistas y a las posiciones duras desde España, porque fingen que es un debate binario entre separatistas y centralistas, sofocando las otras voces, que yo creo son mayoritarias: un autogobierno saludable, flexible, federal… Nos han silenciado a quienes no compartimos esa opinión. Revertir la campaña de hegemonía comunicacional que ha habido en Cataluña en los últimos años, requiere tiempo e igualdad de medios. Sin esto no se puede ni empezar a hablar de referéndum.

¿La gente en España tiene algo que decir sobre todo esto?

Todo esto requiere que haya una opinión pública favorable en España. Creo que la hay una diferencia en esa opinión entre la ciudadanía y lo que expresan las fuerzas políticas. La ciudadanía está claramente por delante. Hace 40 años era al revés. Hoy en España la gente está tranquila, orgullosa, es ambiciosa. Hay una tarea inmensa de cómo dar voz a la ciudadanía. Se ha producido, obviamente, una mejora tras la llega de los socialistas al Gobierno. Pero la derecha española tampoco es la que habíamos conocido. Es otra cosa. A largo plazo, soy optimista, y a medio todo depende de la evolución del mapa político español y catalán. En España hay dos partidos más y en Cataluña un desorden inmenso, porque el campo de juego ha girado. Hasta que los jugadores no se recombinen y sepan hacia donde chutar, la cosa es un desmadre. Esto es malo, porque el sistema de partidos es el cerebro de la sociedad.

¿Y para cuando el federalismo?

En España sobra una cosa, que es el mantenimiento en la realidad administrativa, y mental del mapa provincial. Y tal como se han conformado las autonomías, se ha instalado lo de “yo no soy menos que nadie”. En este contexto, se ha fomentado la competencia entre ellas y una actitud irresponsable: “Quiero hacer todo y que pague Madrid” y Madrid responde “Poned lo que queráis en los papeles y luego ya os daré el dinero, o no”. Esto hay que superarlo, mediante un acuerdo que requiere confianza recíproca y comportamientos leales. Hay que ser realistas. Hay y seguirá habiendo nacionalistas. Por eso habrá que fijar las obligaciones muy claramente, y si alguien contrae deudas que las pague. Esta es la esencia. Ya estamos en ello, pero nos faltan mecanismos, para transformar el federalismo inicial que ya hay en federalismo real.

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