La suerte, o mejor dicho la mala suerte del CF Reus Deportiu, está echada. El club ha generado desde 2014 una deuda que se cifra entre cinco y siete millones de euros, que hace inviable su supervivencia. Sólo un milagro, como la inesperada venta del equipo a cambio de una inyección urgente de dinero (ruinosa para cualquier comprador), posibilitaría que el club del Baix Camp, con una antigüedad de 109 años, no desapareciera.
Pero los potenciales compradores del Reus, que no son en realidad entidades, particulares y presuntos millonarios a los que se les ha ofrecido el producto y no al revés, salen por piernas cuando se les presenta la operación. Quien ofrece el Reus no es otro que Joan Laporta, expresidente del FC Barcelona y compañero de Joan Oliver a el hundimiento financiero y social del Reus, junto con otros exresponsables de que el FC Barcelona acabara con 56 millones de déficit y fondos propios negativos: quien fue vicepresidente azulgrana Rafael Yuste y quien ejerció de presidente de la Comisión Económica Estatutaria y, después, de tesorero, Xavier Sala-i-Martin.
Joan Laporta, en efecto, es quien recibe a estos presuntos compradores, un mal vendedor que hasta ahora sólo ha conseguido asustarlos con las funestas perspectivas económicas y deportivas del Reus, dejándoles claro, además, que él tiene que llevarse una comisión por la operación que no baja del millón de euros.
Un amigo común de esta pequeña comunidad de propietarios, el presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), Javier Tebas, antiguo compañero de trapicheos con el Barça, ha intentado una maniobra imposible: pagar los atrasos de varios jugadores con el dinero del depósito que los clubes están obligados a dejar a la LFP, de forma que estos no denunciaran al Reus y pudieran seguir jugando unos meses más con la esperanza de ganar tiempo para encontrar a alguien tan ingenuo como para comprar el club tal como está.
