Blanquear la violencia

Todos tenemos contradicciones, una de las mías es que soy una aficionada, casi llegando al freakismo, de las series policíacas, series que han creado un imaginario colectivo que ha propiciado cambios sociales en mi opinión preocupantes.

El contexto de estas series pone en el centro la acción policial. Siempre ha sido una acción violenta, dado que hablamos de series de acción, en las que encontramos pérfidos delincuentes. Nos ofrecen situaciones verosímiles pero irreales a la vez y que apelan a las bajas pasiones. También estamos hablando de situaciones sociales que se plantean más cercanas a la exclusión social que a la delincuencia, aunque, a menudo, nos encontramos con que el delito es la fatal consecuencia final.

El ejemplo de relato sería: se detiene a un presunto delincuente, se presupone desde el primer momento su culpabilidad. A menudo se hace la detención con violencia y el eterno dúo poli bueno-poli malo se lleva a cabo en la sala de interrogatorios donde uno de los sujetos actúa como "cuidado que estoy muy loco" mientras el otro se mantiene contenido. Aunque las pruebas resultan centrales, la amenaza verbal es constante, la justificación de la tortura, los espacios oscuros, la culpabilización a pesar de que se demuestre lo contrario, menudeando la petición de la pena de muerte.

Este es el relato -con variaciones muy diversas según la serie- que recibimos de forma perseverante en muchísimas cadenas televisivas y que llenan las diferentes horas del día, sin demasiado respeto por la regulación de contenidos en franjas protegidas. Y vamos normalizando la violencia y la amenaza; se nos provoca inseguridad y miedo a lo que nos acosa fuera de la estabilidad de nuestro hogar.

Y llegamos a la dura realidad. Vemos como en la calle duerme mucha gente sin techo, aunque a menudo lo han tenido y han creído en la seguridad que les ofrecía. Paseamos y huimos de aquellos o aquellas que no visten de forma modélica. Damos alegremente nuestros datos en formularios en internet. Desconfiamos de quien habla demasiado con nuestros hijos e hijas. Ignoramos a personas que nos piden ayuda… por miedo. Nos han metido el miedo en el cuerpo y han moldeado a gusto nuestra percepción de seguridad.

Esta percepción es la que nos aísla de las redes vecinales, de la comunidad porque individualiza, el miedo que nos han introducido nos lleva a la desconfianza en modelos estereotipados mientras que normaliza otros que se considera como válidos. Es así como normalizamos violencias que se ejercen en nuestro entorno. Violencia económica, institucional, policial, física, psicológica. Desahucios, cargas policiales, detenciones arbitrarias, demanda de documentación a jóvenes y migrantes… podríamos poner muchos otros ejemplos.

Dice la filósofa Fina Birulés que "la violencia humana no es bestial ni tampoco irracional, sólo hay que pensar que la mayoría de los casos de violencia implica la fabricación de armas, que supone una actividad mental de alta complejidad. De forma que la violencia humana está lejos de ser irracional".

De forma planificada se nos inocula el virus del miedo, esto nos produce inseguridad y la demanda de más seguridad, aunque sea por encima de los derechos. Y las víctimas de las injusticias se convierten, poco a poco, en culpables de la situación. Así pues, si la gente sale a defender escuelas el 1 de octubre "normal que la policía cargue"; si un hombre está agrediendo a una mujer "ella se lo ha buscado"; que sale un movimiento claramente xenófobo y, además, armado contra la caravana de migrantes de Honduras "porque marchaban juntos y además con banderas de su país, no quieren integrarse, quieren ocuparnos"; que se quiere aprobar la ley de memoria histórica pues "pedimos prohibir el comunismo y todas aquellas ideologías populistas que fomenten el enfrentamiento".

Seguridad a cambio de derechos, pero esto, como todo lo demás, también es una falacia, son muchos los ejemplos de ejércitos que crean el caos en entornos pacíficos, de policías que actúan sin razones, de guardias privados de seguridad que se exceden, de entornos aparentemente seguros en los que se agrede. Son demasiadas las discriminaciones que recibimos diariamente y que conforman un contrarelato a esta percepción de inseguridad que nos inyectan a fin de blanquear la violencia del sistema y culpabilizar a las víctimas.

La violencia es una reacción, sí, pero planificada. Una reacción de miedo al ejercicio de libertad humana.

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