La resaca de las ‘midterms’

En los últimos cien años, el partido del Presidente ha perdido una media de 29 escaños en el Congreso durante las midterms. Esta vez han sido 26, que han permitido recuperar la House al Partido Demócrata. El Senado continuará en manos del GOP. Trump mantendrá la capacidad de nombrar jueces federales y del Tribunal Supremo, por ejemplo, o evitará el temido impeachment que requiere de una aprobación de dos tercios de esta cámara. A diferencia de España, en el sistema de checks-and-balances el Senado cuenta. Todo el poder de la oposición recaerá en la capacidad de los líderes demócratas de la House para ponerse de acuerdo: esto también significa buscar entre todos el mejor candidato para la futura nominación demócrata en la Casa Blanca. El gran reto.

Estas elecciones nos han permitido volver a observar la política norteamericana con microscopio, a la vez que ayudan a comprender el pastiche sociocultural que configuran los Estados Unidos y los consecuentes miedos. Los dos principales diarios norteamericanos, The Washington Post y The New York Times, abrían sus ediciones digitales durante la fiesta electoral con crónicas coloreadas de testigos que confrontaban cosmovisiones muy diferentes de la American way of life. De todas ellas, una primera conclusión: el concepto de patriotismo en los Estados Unidos no tiene un único significado, pero tanto demócratas como el GOP lo usaron como eje de sus campañas.

En los Estados Unidos hay dos tipos de patriota: mientras los republicanos invocan las expresiones más tradicionales de América (la bandera, el ejército y la familia), los demócratas asocian el patriotismo a la defensa de los valores democráticos. Especialmente relevante es que el globo sonda que Trump volvió a lanzar advirtiendo de un posible fraude electoral ayudaba a tapar las limitaciones del censo que se estaban produciendo en estados controlados por el GOP (Georgia, Kansas o Dakota norteño). La lucha contra las tendencias autoritarias de la Administración Trump se convirtió en un eje vertebrador de una campaña demócrata que, al éxito de la House tiene que sumar la recuperación de siete gobernadores. Es una victoria pírrica. Pero, el sistema electoral norteamericano –este sistema forjado sobre el capitalismo voraz– también ha permitido hacer aflorar un enojo importante hacia la Casa Blanca traducido en la House más plural de la historia: las minorías étnicas, religiosas y sociales han pedido paso dentro de los centros de poder. Igualmente que la renovación de liderazgos ha pasado, indiscutiblemente, por nuevos perfiles femeninos.

La ciudadanía se ha movilizado más que en otras citas electorales a medio mandato. El giro copernicano que ha supuesto la irrupción del trumpismo contribuyó a hacer aflorar el ultranacionalisme de una parte de la sociedad que se creía despreciada por las élites de Washington y Nueva York, las cuales no parecían demostrar interés por los problemas de la cotidianidad y sólo tenían ojos hacia el exterior. Ya quitadas las caretas, la campaña del GOP volvió a estar marcada por los discursos contra la inmigración –"Build that Wall, deport them all", rezaban–, los valores tradicionales o el rechazo al sistema de medios de comunicación; un foro como 4chan, que da voz al movimiento QAnon denunciando una teoría de la conspiración del deep state contra Trump aconteció un factor clave para movilizar parte del voto republicano.

Unos querían ganar el plebiscito con qué Trump convirtió las midterms –posiblemente, el Make America Great Again será un eslogan tan recordado y exitós como el Yes, We Can!; otros intentaron enmendar a la totalidad su acción de gobierno hurgando en su autoritarismo. Pero, poniéndolo en el centro de la campaña le regalaron el relato. Con todo, no parece que el trumpismo pueda ser un fenómeno coyuntural: lidera un sentimiento de descontento con como las élites han gestionado la geopolítica global y no han hecho partícipe a las bases, entronca con el proteccionismo innato a cualquier nacionalismo más forjado en valores identitarios que cívicos. Estas midterms han puesto ante el espejo la gran contradicción de la sociedad norteamericana: si bien sus orígenes se arraigan en el mestizaje y libertad de los colonos, el proceso de nation-building norteamericano ha sido tan exitoso que algunos han acabado confundiendo la nación con algo homogéneo, poco o nada sensible a los cambios.

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