«La riqueza del ser humano está en ser diferentes»

Entrevista a Montserrat Ballarín
Montserrat Ballarín
Montserrat Ballarín

 

Concejala en el Ayuntamiento de Barcelona y profesora de Derecho Financiero y Tributario en la Universidad Pompeu Fabra. En las elecciones municipales de 2003 ya fue elegida concejala por el PSC, y repitió en 2007. Fue responsable de Hacienda y, posteriormente, de Educación. Se siente muy de pueblo y, al mismo tiempo, global.
 

¿Qué es esto de la diversidad?

Es algo muy profundo en el ser humano. Cada persona, tenemos un bagaje propio, que no solo hay que respetar sino potenciarlo, porque es bueno para que el mundo avance. A veces se confunde la diversidad con la democracia. Tenemos que ser diversos y capaces, cuando vivimos en común, de pactar las cosas para gestionar esta diversidad. La riqueza del ser humano está en ser diferentes.

¿Si tan manifiesta es la diversidad, porque los humanos parecemos a veces empeñados en no reconocerla, en combatirla incluso?

Porque nos sentimos más seguros juntándonos con los que consideramos que se nos parecen. A nivel político, esto es perfectamente reconocible. Como seres humanos, inicialmente tenemos miedo a las cosas. Pero vencido este primer impulso, si aceptamos la diversidad acaba siendo muy positiva. Nos aporta elementos para, incluso, compararnos y conocernos más a nosotros mismos. El ser diferentes es lo que marca la evolución.

¿Nos pongamos como nos pongamos, la diversidad, como la biología, no acaba ganando?

A medida que hemos ido avanzando, las diversidades se han ido imponiendo. Y seguimos reconociéndolas, como la diversidad sexual, la de género… Yo creo en que, en estos momentos, las mujeres estamos reconociendo cual es nuestro papel. Sin embargo, creo que esto que, por un lado, va avanzando, por otro retrocede. Estos movimientos políticos que están apareciendo por Europa, de miedo a lo diferente y que pueden ser hasta excluyentes, racistas o supremacistas es justamente negar la diversidad. Como en otras cosas, vivimos una especie de tensión entre el reconocimiento y la negación de la diversidad.

¿Esta resistencia a reconocer lo diverso no es una especie de atavismo, como el machismo, el racismo o el nacionalismo?

Si, tiene algo de eso, pero el miedo, que también está en nuestro ADN, trata de imponerse.

¿Es actualmente Cataluña un paradigma de esta pugna?

España ha vivido mal la diversidad. Que se hablen diferentes lenguas, haya diferentes culturas…, es una riqueza que no ha sido suficientemente reconocida porque quienes han gobernado. Y este es precisamente uno de los problemas que han alimentado las reacciones en contra. En Cataluña, lo que está ocurriendo aparenta ir en sentido contrario, pero es más de lo mismo. Es un movimiento separatista que se basa en negar lo diferente. Estamos viviendo cada día una negación de la diversidad.

¿Es el nacionalismo especialmente contrario a la diversidad?

Sí. Habla de “un sol poble” y genera una identidad, un relato muy trabajado, que comienza con muchas falsificaciones históricas. Y al final, lo quiere es imponer una de las culturas de Cataluña al conjunto. En definitiva, es una imposición, una negación de las otras realidades. En lugar de reconocer que hay diferentes identidades y de favorecer que cada uno se sienta como quiera, se prima una parte sobre el resto. Al final, hemos de ser capaces de buscar un mínimo común denominador para decidir cómo convivimos, como trabajamos, como tiramos adelante conjuntamente. Y, además de negar la diversidad, asistimos a una manipulación de las cosas como, por ejemplo, asociar el sentirse diferente a no ser demócrata. Coda que me parece una auténtica barbaridad.

Si en la raíz de la negación de la diversidad está el miedo ¿Cuáles son, a su juicio, los miedos que se padecen en Cataluña?

Hay un miedo a desaparecer, a la desaparición de la identidad, tal como la hemos conocido: la lengua, las costumbres. En un mundo globalizado, donde se difuminan muchas cosas, es natural que se produzcan reacciones de defensa, por ejemplo, respecto a la lengua. Una lengua que hablan pocas personas, en relación con el castellano o el inglés, por ejemplo. Mantenerla exige un reconocimiento y un soporte especial. Pero de ahí a plantear que hay que ser políticamente independientes para proteger la lengua, la cultura, la identidad, parece excesivo. El sentimiento agónico es un gran aliado del victimismo. Y le victimismo de la instrumentalización política.

¿Ha contribuido la crisis económica a desatar otros miedos que, a veces, se disfrazan de identidad?

Parece estar claro que uno de los desencadenantes más significativos de lo que estamos viviendo ha sido la crisis económica. Esto de “España nos roba” lo han conseguido vender muy bien. Ligar la crisis a las balanzas fiscales, diciendo por ejemplo que hay más pobres en Cataluña que en Extremadura, y que seremos solidarios con la independencia, cuando creamos que tenemos resuelta la cuestión dl dinero. La explosión del independentismo vino ligada al miedo al empobrecimiento y a la pérdida del status social de mucha gente.

Curiosamente, la denominada nueva emigración, que tantos demonios identitarios despierta por Europa, en Cataluña parece estar tapada…

Esta es otra falsas manera de entender la identidad. En los discursos políticamente correctos, se cita mucho a los “nous vinguts”, a los refugiados… Y, después, el que no lleva el lazo amarillo es enemigo. De esto hablé en la presentación de las fiestas de Poble Sec, donde allí estaban algunos identificados con su lazo amarillo, haciendo sus discursos nacionalistas. Disfrutad, les dije, y practicad la diversidad con todo el mundo. Es el momento para estar con los vecinos y hablar. Porque hay una hipocresía sobre la diversidad. Hay gente que proclama la diversidad y resulta que después es incapaz de respetar, reconocer y hablar, sobre todo con el tema del “Procés”, con la otra parte. Hay que pensar y educarse mucho más en la diversidad.

Parecía haber en Cataluña una cierta gimnasia en el manejo de la diversidad, sobre todo a partir de la recuperación de la democracia ¿Estamos aún a tiempo de volver a ejercerla?

Donde realmente ha sucedido esto ha sido en Barcelona y su entorno. Con la democracia, la Educación ayudó al desarrollo de la convivencia entre identidades diferenciadas. En otros lugares de Cataluña, hubo quizás mucho respeto a la diversidad, pero no una integración tan clara. En el área metropolitana, por ejemplo, se produjo el predominio de la parte inmigrante y en el territorio rural, eran mayoritarios los, digamos, autóctonos. Pero el paradigma de la diversidad es, sin duda, Barcelona. De ahí su importancia, por ejemplo, en las próximas elecciones municipales, en las que en buena medida se dirimirá el futuro del “Procés”. Por lo que significa, sin duda, a nivel interno y por su proyección en el mundo.

¿Por su peso específico, demanda en consecuencia Barcelona un estatus propio de los distritos federales?

Esto está ya, de algún modo, reconocido. Las cartas municipales de Madrid y Barcelona, les otorgan un estatus propio. Durante la democracia fueron aprobadas competencias exclusivas. Barcelona tiene pues un régimen especial, aunque menos que de los nos gustaría. Aunque yo creo que cuestiones como Vivienda y Transporte, que en este momento resultan claves, han de ser claramente metropolitanas. Durante años, Barcelona ha liderado ligas de ciudades en diferentes ámbitos. Por ejemplo, en la Educación. Y ha sido también fermento de muchas iniciativas. Pero hay que reconocer que, en estos últimos años, con toda la historia de la crisis y más con el “Procés”, esto se ha parado. Las asociaciones están tan tensionadas que, simplemente para no romperse, tienen que hacer un gran esfuerzo.

¿En todo este terreno, no tenemos especialmente pendiente un esfuerzo cultural sobreañadido?

Hay que volver a la Educación. Frente a todo el bombardeo de información, debemos ser capaces de establecer un criterio para gestionar el conocimiento. Y aquí, en Cataluña, tenemos que volver a la razón, aprender a pensar, y hacerlo. Es cierto que se ha instalado entre nosotros un discurso acrítico, que es difundido por los medios públicos, para homogeneizar a todo el mundo.

¿La diversidad está, de algún modo vinculada al federalismo, a la idea de federalizar las cosas?

Tenemos que empezar por reconocer al otro, al diferente (que ya es importante); valorarlo y tender puentes en lo que sea para vivir y tirar para adelante en positivo. Cosa que no presupone dejar de hablar, obstaculizar el debate, sino todo lo contrario. Lo que puede llevarnos hasta cambiar las reglas de juego, las normas ¿Por qué hemos evolucionado más que otras especies? Por nuestra capacidad para colaborar. Porque el ser humano tiene la capacidad de poder imaginar, de pensar y de cooperar.

¿Y cómo interactúa la diversidad ente lo público y lo privado?

En el ámbito privado podemos sentirnos de muchas maneras, pero en el público hay reglas de juego que se tienen que respetar. Y a la democracia le corresponde garantizar esa diversidad. Y al mismo tiempo, debemos tender a organizarnos en ámbitos muy pequeños sin perder la batalla por una gobernanza global de las cosas. Teniendo en cuenta, claro, que se pueden tener y se tienen diversas identidades simultáneamente, tanto a nivel personal como colectivo.

 

 

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