9 de julio…

Tal día como el 9 de julio -san Nicolás, santa Verónica…-, día internacional de la Destrucción de Armas, de 1816, el Río de la Plata (Argentina) se independizaba de España. Mucho tiempo después, justo ese día pero del año 2011, era el turno de la independencia de Sudán del Sur. También ese día, pero de 1922, Johnny Weissmüller -Tarzan- nadaba 100 metros en estilo libre en 58,6 segundos, batiendo el récord mundial y rompiendo la ‘barrera del minuto’. Más acá, en 2004, el Senado de los Estados Unidos certificaba que Irak no tenía armas de destrucción masiva, motivo que justificó la invasión del país. También fue un 9 de julio, en este caso de 1746, que moría el rey español Felipe V.

Desconozco qué dirán los libros de historia del día 9 de julio de 2018, aún por venir. Aquel día, en todo el mundo pasarán cosas, nacerán personajes que en el devenir del tiempo serán reputados y morirán otros que lo fueron, y todo ello merecerá su apunte histórico. Aquí, tras la larga travesía del desierto del proceso, el nuevo presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, recibirá a su homólogo catalán, Quim Torra. Así, a priori, no parece que una reunión entre presidentes sea un evento que merezca, por sí, su rincón histórico. Sin embargo, viniendo de dónde venimos y observando el trayecto hecho, no son pocos los que anhelan que el encuentro al menos sirva para poner una primera piedra en la reconstrucción de los puentes.

De momento, y con sólo 84 diputados en sus alforjas, el gobierno de Sánchez vive de la gesticulación; de hecho, no le queda otra. Siguiendo la estrella del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, ya ha sacado el primer conejo de la chistera: ZP retiró las tropas de Irak, y Sánchez ha acogido 630 inmigrantes que navegaban a la deriva de la inutilidad internacional. Incluso, ha superado con nota al maestro ZP en el tema paritario. Por si fuera poco, Sánchez ha desenterrado el eterno debate del Valle de los Caídos y, esta vez sí (?), Quiere desahuciar al dictador Franco de su mausoleo. Quizás, como escribía el ex consejero Carles Mundó en La Vanguardia, «es muy posible que los mejores días del Gobierno de Pedro Sánchez ya hayan pasado». Por el bien de muchos, ojalá no sea así.

Entre otros, a Sánchez le hicieron presidente los independentistas catalanes. Los que ahora, paradojas de la vida, pueden amargarle la existencia y acortarle el reinado. Sánchez sabe que la piedra en el zapato de su presidencia es el proceso catalán. De momento, tensa de talante y suaviza las formas, pero sabe que con eso no será suficiente, que los independentistas necesitan clavos, a ser posible no candentes, donde agarrarse para firmar el armisticio. El acercamiento de unos prisioneros que no deberían estar en la cárcel es una buena carta de presentación, pero insuficiente.

Por otra parte, los independentistas viven el deshielo con disparidad de estrategias. Unos, Esquerra, PDECat, Òmnium y en parte Junts per Catalunya, aparcan la unilateralidad, y los otros, la ANC, la CUP y en parte JxCat, la abrazan. Y Quim Torra intenta encontrar la piedra filosofal que concilie las partes. Sabe que la unilateralidad ha llevado a políticos a la cárcel y al exilio, pero también sabe que rebajar el anhelo independentista en la calle, que entre todos han abonado, no será una tarea fácil.

Así, uno con sus gesticulaciones y otro con sus contradicciones, se reunirán el próximo 9 de julio en Moncloa. Del mismo modo que dos no se pelean si uno no quiere, dos no dialogan si uno tampoco quiere. De momento, quieren, ahora falta que sepan (lo suficiente). Veremos…

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