Pujol is back

El 25 de julio de 2014, el ex-presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, reconoció que durante sus 23 años como primera autoridad catalana (de 1980 a 2003) tuvo una fortuna escondida en paraísos fiscales. Desde ese momento, se convirtió en un estorbo para su partido y lo escondieron tanto como pudieron. De hecho, el propio partido se escondió también tanto que terminó desapareciendo.

Casi cuatro años después, una Asociación de Amigos de Jordi Pujol, de la que no tenía constancia, le ha organizado un acto de homenaje. ¿Por qué ahora? Su aniversario del nacimiento no era. Pujol cumplirá 88 años el próximo 10 de junio. Y san Jordi quedó atrás. En política todo se analiza en busca de segundas intenciones. ¿Tiene que ver la restitución pública del presidente que se confesó delincuente con la actualidad política catalana? Hay quien cree que aún mueve los hilos de esta política y que Artur Mas, Carles Puigdemont o Quim Torra bailan al son de la música que él toca. No lo tengo nada claro.

Sí creo que los 23 años de pujolismo presidencial sirvieron para mantener viva la llama nacionalista que ha acabado encendiendo la hoguera independentista.

Cuando un dirigente político cae en desgracia todo el mundo huye de él. Xavier Trias, entonces alcalde de Barcelona, pidió a Pujol que devolviera la medalla de oro de la ciudad pocos días después de que reconociera su fechoría financiera. Trias, sin embargo, fue uno de los que aplaudió con entusiasmo el discurso del ex-presidente en la ceremonia de reconocimiento de su trayectoria.

Con Trias se retrataron los ex-presidentes del Parlament Joan Rigol y Núria de Gispert, los ex-miembros del gobierno de la Generalitat, Joana Ortega, Joan Guitart, Pere Macias, Lluís Franco, Joan Vallvé, Irene Rigau y Carme-Laura Gil, el ex-presidente de Òmnium Cultural Jordi Porta y el ex-director de Política Lingüística de la Generalitat Joaquim Arenas. Incluso se animó a ir el portavoz del grupo parlamentario del PDECat en el Congreso de los Diputados, Carles Campuzano. El ex-presidente de la Generalitat Artur Mas no se atrevió a tanto y se limitó a excusar su ausencia con un mensaje en el que mostraba a Pujol su «apoyo en estos momentos de dificultad personal».

¿Habrá más actos de homenaje a Pujol? ¿O volverán todos y todas los que la aplaudían el otro día a esconderse cuando él, su mujer e hijos se sienten en el banquillo de los acusados?

Hay quien cree, además de que Pujol aún mueve los hilos de la política catalana, que el tsunami independentista es la consecuencia de un terremoto provocado por él para tapar las vergüenzas que reconoció en el verano de 2014. Tengo mis dudas. ¡Pero le ha ido de perlas!

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