Sólo una pitada al rey en siete finales ha sido multada

La afición del Barça ha reprobado el himno español tres veces en Mestalla, tres más en el Vicente Calderón y otra en el estadio del Camp Nou
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En la final de la Copa del Rey del 2009, ganada por el FC Barcelona al Athletic, en el estadio valencianista de Mestalla, se produjo la primera gran pitada de la modernidad al himno nacional español y, por derivación, al entonces monarca Juan Carlos I. La espontánea reacción de los forofos del FC Barcelona y buena parte también del sector vasco del estadio habría pasado más desapercibida si un desafortunado realizador de TVE no hubiera reducido el sonido ambiente para disimular lo que parecía una situación comprometida o cuando menos inesperada.

La polémica tuvo consecuencias por el debate abierto por el españolismo más arraigado y también en TVE, donde cayó fulminado el responsable del operativo y de la instrucción de rebajar los muchos decibelios de la sonora pitada.

Como consecuencia de la repetida presencia del Barça en la final, en siete ocasiones entre 2009 y 2017, la pitada al himno y al rey se ha convertido en un clásico del debate mediático, social y político, pero que sólo se ha traducido en multas, sanciones y persecución de la Fiscalía la única vez que esta protesta resonó en el Camp Nou en la edición del 2015, también entre el Barça y el Athletic.

El resto de finales disputadas por el equipo azulgrana, tres en Mestalla y tres más en el Vicente Calderón, habiéndose dado las mismas circunstancias de ruidosa reacción de la grada hacia el palco por la presencia del rey y el estrépito del himno, se saldó con el mutismo institucional y la salvaguarda de los únicos responsables de cualquier incidente producido en un partido de estas características.

La organizadora de la final es la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), como propietaria única de los derechos de competición y organización de la Copa del Rey. Cuando se designa un estadio como sede, la instalación se convierte en responsabilidad única de la RFEF, mientras que el equipo cesionario no participa de nada más que no sea el privilegio de una cuota de entradas y de un sabroso mordisco a la jugosa recaudación.

Así, las pitadas del 2009 (Mestalla), 2011 (Mestalla), 2012 (Vicente Calderón), 2014 (Mestalla), 2016 (Vicente Calderón) y 2017 (Vicente Calderón), las dos últimas dirigidas al sucesor, Felipe VI, quedaron impunes, a diferencia de la final del 2015 en el Camp Nou.

Aquella vez la reacción fue inmediata y orquestada. Apenas unas horas después, un comunicado del gobierno anunciaba la reunión urgente de la Comisión Antiviolencia con el único objeto de sancionar. «El gobierno condena los ataques contra los simbolos que representan al conjunto de los españoles, la democracia que los ampara y la convivencia que comparten. Cualquier muestra o manifestación de intolerancia es siempre reprochable, y lo es más todavía cuando busca la repercusión pública aprovechando un espectáculo deportivo, que todos los españoles tienen derecho a disfrutar, sin protesta ni perturbación», decía la nota gubernamental, que si justifica o es base para tomar medidas represivas lo tendría que haber sido también en el resto de las finales con pitadas.

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