Esquerra Republicana de Catalunya es un partido que siempre ha recurrido al plantel para renovar caras visibles. Cuando ha habido crisis de liderazgo, ha rascado entre los suyos o incluso entre los independientes cercanos para encabezar listas, ponerse al frente de movimientos internos o hasta liderar la formación. Lo que no están tan acostumbrados en ERC es que en esta búsqueda de talento político interno haya gente que se resiste a ir cogiendo protagonismo. La política es un mundo donde, generalmente, los que se dedican quieren ascender y coger peso como sea, incluso si es a costa de aplastar cabezas de compañeros y dar puñaladas por la espalda a medio partido.
Pero en Esquerra últimamente se han encontrado con un personaje a quien han tenido que ir presionando y convenciendo de que coja cada cargo que le han ofrecido. Es Sergi Sabrià. Estaba tranquilo en su alcaldía y le tuvieron que rogar que fuera diputado. Después vieron que funcionaba y le pidieron ser portavoz. Quiso dejar de ser diputado y no se lo permitieron. Los costó convencerle, pero acabó aceptando. Y la semana pasada, en medio de la negociación de la investidura y la reestructuración del grupo parlamentario, le ofrecieron ser consejero y ser presidente de grupo. Y ninguna de las dos cosas le hizo mucha gracia. Pero Esquerra tiene capacidad de convicción. Y Sabrià parece que es débil ante los suyos, en esto.