Los Mossos me espían

Es muy fácil de explicar y de entender. Yo soy periodista de vocación y creo que, en una sociedad democrática, los medios de comunicación debemos ejercer como cuarto poder, y más cuando se dan situaciones de mayoría parlamentaria absoluta, en que la oposición política queda ahogada y la omertà impera en los mass media.

Si yo fuera andaluz, habría sido un periodista implacable con los abusos y las corruptelas del PSOE en la Junta de Andalucía. Si yo fuera madrileño, me habría dedicado a investigar y a denunciar la corrupción del PP. Pero yo soy catalán y mi concepción de la profesión periodística me ha llevado a convertirme en un crítico incansable de las cloacas del régimen convergente, que ha impuesto su ley entre los años 1980-2003 y desde el 2010 hasta hoy mismo.

Yo no me considero anti-pujolista ni anti-independentista. Al contrario, tengo el máximo respeto personal por el ex-presidente de la Generalitat y siento una profunda pena por su caída en desgracia (que él mismo se ha buscado); las páginas de EL TRIANGLE también han estado y estarán siempre abiertas a los independentistas, en especial cuando desde el gobierno central se ha intentado criminalizar, con excesos policiales y judiciales, esta ideología, que no comparto, pero que considero absolutamente legítima.

En paralelo a mi tarea profesional yo también tengo, como cualquier persona, mi corpus ideológico y político y lo expreso libremente cada semana, con mi nombre y mi apellido, en los artículos de opinión que publico en el semanario EL TRIANGLE, en los diarios digitales www.eltriangle.eu y www.lavalira.eu, en las tertulias en las cuales participo y en las entrevistas que me hacen. Yo he dado siempre la cara, aunque me la hayan intentado romper en varias ocasiones, y, por supuesto, acepto las críticas y no dudo en pedir disculpas si me equivoco.

Ahora bien, yo soy un amante apasionado de la libertad y reacciono como un león enjaulado cuando intentan acallarme o detecto maniobras para esconder o censurar las injusticias del poder. Por eso, para ser y sentirme un periodista libre, fundé hace más de 28 años la revista EL TRIANGLE y persevero, día a día, en la tarea de darle continuidad.

Desde esta perspectiva, encuentro totalmente ridículo y fuera de lugar que los Mossos d’Esquadra se hayan dedicado a espiar mi vida, tal como ponen de manifiesto los documentos que querían destruir, el pasado 26 de octubre, en la planta incineradora de Sant Adrià del Besòs. Yo sé cuál es el precio de la libertad y lo he pagado con creces: no puedo tener nada y no quiero tener nada, sólo mi cuerpo, mi espíritu y mi voz. No es un sacrificio, es el placer de vivir disfrutando de mi vocación.

Que los Mossos d’Esquadra me hayan espiado no me sorprende y tampoco me importa. Hace años que sé que Cataluña está invadida por una nube tóxica y que los disidentes nos hemos convertido en sospechosos a los que marginar y asustar.

Quiero agradecer desde aquí todas las muestras de solidaridad que he recibido estos días por el espionaje del que he sido víctima. Esta persecución ilegal de los Mossos d’Esquadra que he sufrido es la constatación del monstruo que hemos incubado en Cataluña en las últimas décadas, ante la complicidad y/o la indiferencia de la gran mayoría de la sociedad. Poner la policía a perseguir periodistas, como es mi caso -pero también el del compañero Antonio Fernández, entre otros- es un síntoma de totalitarismo que nunca imaginé que podría acabar arraigando en mi país.

Del mismo modo que han caído otros regímenes con pulsiones autoritarias, el pujolismo/neopujolismo también pasará. Eso sí, después de haber expoliado la riqueza de Cataluña, de haber destruido la institución de autogobierno, de haber aniquilado las ilusiones de la gente y de haber convertido este país en un desierto, que es donde estamos ahora.

Discrepo de quienes pronostican que tardaremos años en superar este callejón sin salida y en recuperar la esperanza perdida. Creo que, del mismo modo que hemos caído al fondo del pozo, sabremos salir con energías renovadas y seremos un país ejemplar, como sabemos y merecemos. A los catalanes nos toca continuar trabajando y labrando esta tierra reseca para que dé, de nuevo, los ubérrimos frutos que esconde.

Mi victoria es haber resistido y haberme mantenido firme y de pie durante 28 años, por mucho que los Mossos me hayan querido incordiar, y esto nadie me lo arrebatará nunca.

Desde estas líneas también quiero manifestar mi solidaridad con los periodistas Antoni Bassas, Toni Soler, Albert Om, Xavier Bosch y Eduard Voltas, a quien el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, intenta buscar las cosquillas a cuenta de las subvenciones recibidas y de su presunta relación con la financiación del referéndum del 1-O. Se equivoca gravemente Cristóbal Montoro con esta instrucción dada a la interventora de la Generalitat, Rosa Vidal, que fácilmente se puede interpretar como un burdo intento de coartar la libertad de información y de expresión. Obviamente, es una iniciativa que está condenada al fracaso.

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